—Se me ha olvidado comentarte una anécdota —prosiguió Ismael, dejando paso a continuación a un suspiro largo, quejumbroso y asmático, como si hubiera lamentado sacar aquello a relucir.
Esperé en silencio.
—Uno de mis estudiantes era ex presidiario. Había sido atracador. ¿No te lo he contado?
Le dije que no.
—Aunque me cueste reconocerlo, nuestras charlas me resultaron más provechosas a mí que a él. Básicamente, aprendí de él que, en contra de la impresión que se saca de las películas carcelarias, los reclusos no forman una masa indiferenciada, ni mucho menos. Al igual que ocurre en el mundo exterior, hay ricos y pobres, poderosos y débiles. Y los ricos y los poderosos viven bastante bien en la cárcel, no tan bien como fuera, claro, pero mucho, mucho mejor que los pobres y los débiles. En realidad, pueden tener casi todo lo que desean en lo relativo a drogas, comida, sexo y servicios.
Lo miré con una ceja enarcada.
—Quieres saber a qué viene esto, ¿no? —preguntó con un movimiento de cabeza—. Pues tiene que ver con esto: El mundo de los Tomadores es una vasta prisión, y, salvo un puñado de Dejadores dispersos por los cuatro rincones del mundo, toda la raza humana se halla actualmente en el interior de esa cárcel. Durante el último siglo, todos los pueblos Dejadores de Norteamérica tuvieron que elegir entre ser exterminados o vivir prisioneros. Muchos eligieron la prisión, pero pocos fueron realmente capaces de adaptarse a la vida carcelaria.
—Sí, he oído hablar de eso.
Ismael me miró con los ojos semientornados y húmedos.
—Naturalmente, una cárcel bien administrada debe tener una industria carcelaria que funcione. Estoy seguro de que sabes por qué.
—Pues…, porque ayuda a mantener a los internos ocupados, supongo. Les hace olvidarse del aburrimiento y futilidad de sus vidas.
—Sí. ¿Y qué es lo que hace la vuestra?
—¿Te refieres a nuestra industria carcelaria? Pues así, de repente, no se me ocurre nada. Seguro que es algo banal.
—Bastante banal, sin duda.
Reflexioné un poco.
—Dejar el mundo agotado.
Ismael asintió con la cabeza.
—Acertaste a la primera.