—Bien —dijo Ismael—, ¿crees que estamos haciendo algún progreso?
—Yo creo que sí.
—¿Crees que hemos encontrado la raíz de vuestro aborrecimiento del género de vida que existió en los tiempos prerrevolucionarios?
—Sí. En mi opinión, la más fútil de las exhortaciones de Cristo fue aquélla de: «No os preocupéis por lo que comeréis mañana. Mirad las aves del cielo. No siembran ni siegan ni almacenan en graneros, y vuestro Padre Celestial las alimenta. ¿No creéis que hará lo mismo con vosotros?». En nuestra cultura, la respuesta abrumadora a esa pregunta es: «Pues no». Hasta los monjes más devotos se preocupan de sembrar, segar y almacenar en graneros.
—¿Y qué me dices de san Francisco?
—San Francisco contó con la prodigalidad de los agricultores, no con la de Dios. Hasta el más radical de los fundamentalistas se taparía los oídos si oyese a Jesús hablar de las aves del cielo y los lirios del campo. Sabría perfectamente bien que Jesús sólo está contando cuentos, haciendo bonitos discursos.
—Así que tú piensas que eso es lo que está en la raíz de vuestra revolución. Vosotros queríais y aún seguís queriendo tener vuestras vidas en vuestras manos.
—Sí. Con toda seguridad. Para mí, vivir de cualquier otra manera resultaría algo casi inconcebible. Yo estoy convencido de que los cazadores-recolectores viven en un estado de completa y constante preocupación por lo que les puede tener reservado el mañana.
—Sin embargo, no es tal el caso. Cualquier antropólogo te lo confirmará. Los cazadores-recolectores padecen menos ansiedad que vosotros. No tienen puestos de trabajo que perder. Nadie puede decirles: «Enséñame el dinero que tienes o, de lo contrario, no comes ni te vistes ni te cobijas».
—Te creo. Racionalmente hablando, te creo. Pero te estoy hablando de lo que siento, de mi condicionamiento. Mi condicionamiento me dice, la Madre Cultura me dice, que poner tu vida en las manos de los dioses debe de ser una pesadilla interminable llena de terror y de angustia.
—Y eso es lo que os da vuestra revolución: sacaros de esa espantosa pesadilla, poneros fuera del alcance de los dioses.
—Sí, eso es.
—Bien. Ahora tenemos un par de definiciones nuevas para ti. Los Tomadores son aquéllos que conocen el bien y el mal, mientras que los Dejadores son…
—Los Dejadores son aquéllos cuyas vidas están en las manos de los dioses.