3

—Según la Madre Cultura, ¿qué tipo de revolución marcó vuestra revolución agrícola?

—¿Qué tipo de revolución? Yo diría que, según la Madre Cultura, fue una revolución tecnológica.

—¿No contiene ninguna implicación humana más profunda, de tipo cultural o religioso?

—No. Los primeros agricultores fueron unos simples tecnócratas del Neolítico. Eso es lo que me ha parecido siempre.

—Pero, si echas un vistazo a los capítulos tres y cuatro del Génesis, verás que allí hubo en juego más cosas de las que nos enseña la Madre Cultura.

—Sí.

—Hubo muchas más cosas en juego, por supuesto, y aún las hay, pues la revolución aún está en curso. Adán sigue comiendo del fruto de ese árbol prohibido, y siempre que hoy encontramos a Abel, también está Caín detrás de él, cuchillo en mano.

—Cierto.

—Hay otra indicación en el sentido de que la revolución fue algo más que meramente tecnológica. La Madre Cultura enseña que, antes de la revolución, la vida humana estaba desprovista de sentido y era insulsa, vacía, fútil. La vida prerrevolucionaria era algo feo. Detestable.

—Sí.

—Y tú también lo crees, ¿no?

—Pues… supongo que sí.

—Sin duda. Casi todos vosotros lo creéis, ¿no?

—Sí.

—¿Quiénes serían las excepciones?

—No sé. Supongo que… los antropólogos.

—Personas con un conocimiento profundo de esa vida.

—Sí.

—Pero la Madre Cultura enseña que esa vida era terriblemente triste.

—Ya.

—¿Imaginas alguna circunstancia que te hiciera cambiar tu género de vida por ese otro?

—No, francamente; ni imagino tampoco que alguien pudiera hacerlo, si se le diera la opción.

—Los Dejadores, en cambio, sí. A lo largo de la historia, la única manera como los Tomadores han intentado alejar a aquéllos de su estilo de vida ha sido mediante la fuerza bruta, mediante matanzas sistemáticas. En la mayor parte de los casos, lo más fácil para ellos ha sido exterminarlos.

—Cierto. Pero la Madre Cultura tiene algo que decir al respecto. Dice que los Dejadores no sabían bien lo que se estaban perdiendo y que, al desconocer los beneficios de la vida agrícola, se aferraban con tenacidad al tipo de vida de los cazadores-recolectores.

Ismael esbozó una sonrisa furtiva.

—Entre los indios de este país, ¿quiénes dirías que fueron los adversarios más feroces y más resueltos de los Tomadores?

—Pues… yo diría que los indios de la llanura.

—Sin duda, es lo que diríais casi todos vosotros. Pero, antes de que los españoles introdujeran los caballos, los indios de la llanura llevaban varios siglos practicando vida de agricultores. En cuanto tuvieron aquellos caballos a su disposición, abandonaron la agricultura y volvieron a la vida de los cazadores-recolectores.

—Ah, pues no lo sabía.

—Bien, pues ya lo sabes. ¿Conocieron los indios de la llanura las ventajas de la vida agrícola?

—Supongo que sí, ¿por qué no iban a conocerlas?

—¿Qué dice la Madre Cultura?

Reflexioné unos instantes, y luego me reí.

—Dice que, en realidad, no las conocían. Si las hubieran conocido, nunca habrían vuelto a la caza y a la recolección.

—Porque es un género de vida detestable.

—Eso es.

—Ya vas viendo lo eficaz que puede ser el adoctrinamiento de la Madre Cultura al respecto.

—Cierto. Pero lo que no veo es a dónde nos lleva este hilo argumentativo.

—Estamos tratando de descubrir lo que subyace en la raíz misma de vuestro temor y odio a la vida de los Dejadores. Estamos tratando de descubrir por qué creéis que debéis llevar adelante la revolución aun cuando con ello os destruyáis a vosotros mismos y al mundo entero. Estamos tratando de descubrir contra qué iba dirigida vuestra revolución.

—Ah —exclamé.

—Y cuando lo hayamos descubierto, estoy seguro de que podrás contarme la historia que llevan representando los Dejadores desde hace tres millones de años, y que algunos siguen representando en la actualidad allí donde han logrado sobrevivir.