—¿Y de qué crees que trata esa historia?
—No tengo la menor idea.
—¿Crees que trata de la caza y la recolección?
—No sé.
—Sé sincero. ¿No te esperas algún noble cantar a los misterios de la Gran Caza?
—Que yo sepa, no me espero nada por el estilo.
—Bueno, al menos deberías saber que trata del sentido del mundo, de las intenciones divinas en el mundo y del destino del hombre.
—Sí.
—Como ya te habré dicho al menos media docena de veces, el hombre se hizo hombre representando esta historia. Eso deberías saberlo también.
—Sí.
—¿Cómo se hizo hombre el hombre?
Reflexioné unos instantes para ver si no se escondía alguna trampa detrás de aquella pregunta.
—No estoy seguro de lo que significa esa pregunta —respondí—. O, mejor dicho, no estoy seguro de qué tipo de respuesta te esperas. No querrás que te responda, supongo, que el hombre se hizo hombre evolucionando.
—Eso equivaldría a decir que se hizo hombre haciéndose hombre, ¿no?
—Sí.
—Entonces, mi pregunta sigue esperando tu respuesta. ¿Cómo se hizo hombre el hombre?
—Supongo que es una de las típicas respuestas obvias.
—Sí. Si te diera la respuesta, dirías: «Hombre, pues claro. Qué perogrullada».
Me encogí de hombros, derrotado.
—Abordaremos la cuestión de manera oblicua. Pero no te olvides de que es una pregunta que espera su respuesta.
—De acuerdo.