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—He dejado que la conversación se desvíe un poco de su curso —refunfuñó Ismael mientras cambiaba de postura, haciendo chirriar los ejes del carromato—, para que veas que cada cultura dejadora es una acumulación de conocimientos que se remontan, cual cadena ininterrumpida, hasta los albores de la vida humana. Por eso no hay que extrañarse de que cada una de estas culturas funcione bien. Cada una de ellas se ha ido comprobando y refinando a lo largo de miles de generaciones.

—Sí. Sobre eso se me está ocurriendo algo.

—Adelante.

—Dame un minuto. Tiene que ver con…, el que no sepamos cómo debería vivir la gente.

—Tómate tu tiempo.

—Bien —proseguí unos minutos después—. Cuando dije al principio que no existía un conocimiento seguro sobre cómo debía vivir la gente, lo que quería decir era que no existe una única manera correcta. Pero eso es lo que nosotros postulamos. Eso es lo que postulan los Tomadores. Nosotros no queremos conocer una manera de vivir que funcione bien. Queremos conocer la única manera correcta. Y esa es la que nos dan a conocer los profetas y los legisladores. Déjame que piense… Después de una amnesia que duró entre cinco y ocho mil años, los Tomadores no sabían realmente cómo vivir. Debieron de dar la espalda al pasado, pues, de repente, entra en escena Hammurabi, y todo el mundo le pregunta: «¿Qué es eso?», y Hammurabi les contesta: «Esto, hijos míos, son leyes». «¿Leyes? ¿Y qué son las leyes?». Y Hammurabi contesta: «Las leyes son las que establecen cuál es la única manera correcta de vivir». ¿Qué estaba tratando de decir?

—No estoy seguro.

—Tal vez sea esto: cuando tú empezaste a hablar de nuestra amnesia cultural, yo creí que estabas hablando metafóricamente, o tal vez exagerando un poco para hacerme ver mejor algún razonamiento. Pues, obviamente, no se puede saber lo que pensaban aquellos campesinos neolíticos. Sin embargo, unos miles de años después, los descendientes de estos campesinos neolíticos se rascaron la cabeza y dijeron: «¡Ah! Nos gustaría saber cómo debe vivir la gente». Pero mientras tanto, durante ese mismo espacio de tiempo, los Dejadores del mundo no habían olvidado cómo vivir. Ellos aún se acordaban, pero los de mi cultura se habían olvidado, se habían alejado de una tradición que les enseñaba cómo vivir. Necesitaron que un Hammurabi se lo dijera. Necesitaron que un Dracón, un Solón, un Moisés, un Jesús y un Mahoma se lo dijeran. No así los Dejadores, pues tenían una manera, mejor dicho, tenían un abanico de maneras… Espera. Creo que ya lo tengo.

—Tómate tu tiempo.

—Cada una de las maneras de vivir o culturas de los Dejadores evolucionó poco a poco, según un proceso de ensayo y error que comenzó antes incluso de tener palabras para nombrarlas. Nadie dijo: «Muy bien, formemos un comité para redactar una serie de leyes que todos vamos a observar». Ninguna de aquellas culturas fueron inventos. Pero eso es lo que nos dieron nuestros legisladores: inventos, argucias. No cosas que se habían ido probando a lo largo de miles de generaciones, sino más bien veredictos arbitrarios sobre la única manera correcta de vivir. Y eso es lo que todavía está ocurriendo. Las leyes que aprueban en Washington no se incluyen en los libros de texto porque funcionen bien, sino porque representan la única manera correcta de vivir. No se puede abortar, a no ser que el feto amenace la vida de la madre o haya sido engendrado por un violador. Hay un montón de gente a la que le gusta que la ley sea así. ¿Por qué? Porque ésa es la única manera correcta de vivir. Uno puede ocasionarse la muerte emborrachándose, y no le pasa nada, pero si lo pillan fumando un pitillo de marihuana, se le cae el pelo, pues ésa es la única manera correcta de vivir. A nadie le importa un comino si nuestras leyes funcionan bien o mal. Eso no entra en el orden del día… De nuevo, me parece que me he perdido.

Ismael gruñó.

—No tienes por qué hablar de algo concreto. Estás explorando un profundo complejo de ideas…, y no se puede llegar a lo más hondo de una cuestión en veinte minutos.

—Cierto.

—Sin embargo, hay una cosa que quiero dejar clara antes de seguir adelante.

—Muy bien.

—Ya has visto que los Tomadores y los Dejadores acumulan dos tipos de conocimiento completamente distintos.

—Sí. Los Tomadores acumulan conocimientos sobre lo que funciona bien para las cosas, y los Dejadores acumulan conocimientos sobre lo que funciona bien para las personas.

—Pero no para todas las personas. Cada pueblo Dejador tiene un sistema que funciona bien para él porque dicho sistema ha evolucionado dentro de su seno; era adecuado para el terreno en el que vivía, era adecuado para la comunidad biológica en la que vivía, era adecuado para sus gustos, preferencias y visión del mundo peculiares.

—Sí.

—¿Y cómo se llama este tipo de conocimiento?

—No sé lo que quieres decir.

—¿Qué tiene alguien que sabe lo que funciona bien para la gente?

—Pues… ¿sabiduría?

—Pues claro. Ahora ya sabes que lo que más valora tu cultura es el conocimiento de lo que funciona bien para la producción, y que lo que más valoran las culturas dejadoras es el conocimiento de lo que funciona bien para las personas. Y cada vez que los Tomadores destruyen una cultura dejadora, desaparece de manera irreparable una sabiduría destilada desde el nacimiento de la humanidad, al igual que, cada vez que exterminamos una especie, desaparece de manera irreparable una forma de vida destilada desde el nacimiento de la vida.

—Eso es una barbaridad —me salió.

—Sí —corroboró Ismael—. Una barbaridad.