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—Tengo otra pregunta —dije—. ¿Por qué describen a Caín como el primogénito de Adán y a Abel como el segundo hijo?

Ismael asintió con la cabeza.

—Es una importancia de orden mitológico más que cronológico. Quiero decir que encuentras este motivo en las sagas y narraciones populares de todo el mundo: cuando los padres tiene dos hijos, uno bueno y otro malo, el malo es casi siempre el primogénito querido, mientras que el hijo bueno es el segundo en nacer, lo que equivale a decir: el perdedor de la historia.

—De acuerdo. Pero ¿por qué iban a considerarse descendientes de Adán?

—No se debe confundir el pensamiento metafórico con el biológico. Los semitas no consideraban a Adán su antepasado biológico.

—¿Cómo lo sabes?

Ismael reflexionó unos instantes.

—Sabes lo que significa Adán en hebreo, ¿no? No conocemos el nombre que le dieron los semitas, pero es probable que tuviera el mismo significado.

—Significa «Hombre».

—Así es: la raza humana. Según tú, ¿creían los semitas que la raza humana era su antepasada biológica?

—No. Por supuesto que no.

—Estoy de acuerdo. En esta historia, los parentescos han de entenderse de manera metafórica, no biológica. Según los autores de la historia, la Caída dividió a la raza humana en dos categorías: los malos y los buenos, los roturadores del suelo y los pastores, y los primeros se habían propuesto matar a los segundos.

—De acuerdo.