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Después de leer la historia en las tres versiones, alcé la vista y manifesté:

—Lo que estaba ocurriendo en esa frontera era que Caín estaba matando a Abel. Los labradores estaban regando sus campos con la sangre de los pastores semitas.

—Exacto. Lo que estaba ocurriendo era lo que ha ocurrido siempre en las fronteras de la expansión de los Tomadores. Los Dejadores estaban siendo asesinados para que pudiera destinarse al cultivo una mayor cantidad de tierras. —Ismael cogió su bloc y lo abrió por donde había un mapa de este período—. Como ves, los rayajos de los agricultores se han extendido ahora por toda la zona, salvo el territorio ocupado por los semitas. Aquí, en la frontera que separa a los roturadores del suelo de los pastores semitas, Caín y Abel se enfrentaron entre sí.

Estudié el mapa unos instantes y luego sacudí la cabeza.

—¿Y los estudiosos de la Biblia no ven esto?

—Por supuesto, no puedo afirmar que ningún estudioso de la Biblia haya visto esto alguna vez. Pero la inmensa mayoría lee esta historia como si hubiera ocurrido en el País de Nunca Jamás o en una de las fábulas de Esopo. A nadie se le ocurre leerla como una forma de propaganda bélica semita.

—Cierto. Yo sé que la explicación de por qué Dios aceptó la ofrenda de Abel y rechazó la de Caín siempre ha estado rodeada de misterio. Esto lo explica. Con esta historia, los semitas estaban diciendo a sus hijos: «Dios está de nuestro lado. Nos ama a nosotros, que somos pastores, y odia a esos asesinos del norte, que son roturadores del suelo».

—Exacto. Si lees esto como una historia que surgió entre tus propios ancestros culturales, te resultará incomprensible. Sólo empieza a cobrar sentido si descubres que surgió entre los enemigos de tus antepasados culturales.

—Ya. —Estuve un rato parpadeando y luego volví a echar un vistazo al mapa de Ismael—. Si los roturadores del suelo del norte eran caucásicos —agregué—, entonces la marca de Caín es ésta —concluí señalando mi propio rostro, pálido.

—Podría ser. Obviamente, nunca sabremos con seguridad lo que tuvieron in mente los autores de la historia.

—Pero así tiene sentido —insistí—. Caín recibió una marca en la frente para servir de advertencia a los demás: «Dejad en paz a este hombre. Es un hombre peligroso, cuya muerte será vengada siete veces». Desde luego, hay una inmensidad de gente en todo el mundo que ha experimentado en carne propia lo peligroso que es meterse en líos con los de rostro pálido.

Ismael se encogió de hombros, poco convencido o, tal vez, simplemente poco interesado.