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—Los de tu cultura os aferráis con fanática tenacidad al carácter especial del hombre. Queréis por todos los medios percibir un gran abismo entre el hombre y el resto de la creación. Esta mitología de la superioridad humana los justifica para hacer con el mundo lo que les parece, igual que la mitología hitleriana sobre la superioridad aria justificaba a los nazis para hacer con Europa lo que les pareciera. Pero al final, esta mitología se revela profundamente insatisfactoria. Los Tomadores son un pueblo profundamente solitario. El mundo es para ellos un territorio enemigo y viven en él cual ejército de ocupación: alienados y aislados en virtud de su supuesto carácter especial, extraordinario.

—Eso es cierto. Pero ¿a dónde quieres ir a parar con esto?

En vez de contestar a mi pregunta, Ismael prosiguió:

—Entre los Dejadores, el crimen, la enfermedad mental, el suicidio y la drogadicción son fenómenos muy raros. ¿Cómo explica esto la Madre Cultura?

—Yo diría que es porque… La Madre Cultura dice que es simplemente porque los Dejadores son demasiado primitivos para que entre ellos se den estas cosas.

—En otras palabras, que el crimen, la enfermedad mental, el suicidio y la drogadicción serían características de una cultura avanzada, ¿no?

—En efecto. Nadie lo plantea de esa manera, por supuesto, pero es así como se debe entender. Estas cosas son el precio a pagar por estar tan adelantados.

—Existe una opinión casi opuesta que ha tenido una buena aceptación en tu cultura durante un siglo aproximadamente. Una opinión diferente sobre por qué tales cosas son tan raras entre los Dejadores.

Estuve unos instantes reflexionando.

—Te refieres al mito del buen salvaje, ¿no? No puedo decir que lo conozca con detalle.

—Pero sin duda tienes una idea general. Es algo bastante corriente entre los de tu cultura: no conocer ninguna teoría en detalle y tener sólo una idea general.

—Cierto. Bien, es la idea de que la gente que vive cerca de la naturaleza tiende a ser noble. Es por contemplar tantas puestas de sol. No puedes ver una puesta de sol y luego irte a prender fuego a la choza de tu vecino. Vivir cerca de la naturaleza es maravilloso para la salud mental.

—Sabes que no estoy diciendo nada de esto.

—Ya. Pero ¿qué es lo que estás diciendo realmente?

—Hemos repasado la historia que los Tomadores han representado durante los últimos diez mil años. Los Dejadores también han representado una historia. No se trata de una historia contada, sino de una historia representada.

—¿Qué quieres decir?

—Si te acercas a los distintos pueblos de tu cultura (si vas, por ejemplo, a China, Japón, Rusia, Inglaterra o India), cada pueblo te hará un relato completamente distinto de sí, pero todos están representando una única historia, que es simplemente la historia de los Tomadores. Lo mismo cabe decir de los Dejadores. Los bosquimanos de África, los alawa de Australia, los kreen-akrore de Brasil y los navajos de Estados Unidos, cada uno te hará un relato distinto pero también ellos están representando básicamente una única historia, que no es otra que la historia de los Dejadores.

—Ya veo a dónde pretendes ir a parar. Lo que cuenta no es el relato que haces, sino la manera como vives realmente.

—Exacto. La historia que los Tomadores llevan representando desde hace diez mil años no es sólo desastrosa para la humanidad y para el mundo, sino que además toma a los humanos fundamentalmente enfermos e insatisfechos. Es la fantasía de un megalómano, que ha dado a los Tomadores una cultura lastrada por la avaricia, la crueldad, las enfermedades mentales, el crimen y la drogadicción.

—Sí, eso creo yo también.

—En cambio, la historia que los Dejadores llevan representando desde hace tres millones de años no es una historia de conquista y dominio. El representarla no les da poder, pero les permite vivir de una manera satisfactoria y dotada de sentido. Te darás cuenta de lo que digo si vives con ellos. No les carcome el descontento ni la rebelión, ni están incesantemente discutiendo sobre lo que debería estar permitido o prohibido, ni se están acusando siempre los unos a los otros por no vivir como es debido, ni viven bajo la angustia del miedo recíproco, ni se vuelven locos porque sus vidas les parecen vacías y fútiles, ni tienen que enajenarse con drogas para ir tirando, ni tienen que inventarse a cada paso una religión que les sirva de agarradero, ni buscar constantemente algo que hacer o que preste sentido a sus vidas. Y, repito, esto no es porque vivan cerca de la naturaleza o porque carezcan de mandamientos y reglamentos o porque sean innatamente nobles. Es simplemente porque están representando una historia que funciona bien para ellos, una historia que ha funcionado bien durante tres millones de años y que seguirá funcionando mientras los Tomadores no consigan pisotearla y aniquilarla.

—De acuerdo. Parece estupenda. ¿Cuándo abordaremos esa historia?

—Mañana. Al menos, lo intentaremos.

—Bien —asentí—. Pero antes de terminar por hoy, tengo otra pregunta que hacerte. ¿Por qué decimos Madre Cultura? Yo personalmente no tengo ninguna dificultad en decirlo, pero imagino que a algunas mujeres les puede sentar mal, pues parece que se ha elegido una figura de género específicamente femenino para hacer de malo de la película.

Ismael gruñó.

—No la considero mala en ningún sentido, pero comprendo tu malestar. He aquí mi respuesta: la Cultura es como una madre en todo tiempo y lugar, pues es intrínsecamente criadora y nutridora de sociedades y estilos de vida humanos. Entre los pueblos Dejadores, la Madre Cultura explica y preserva un estilo de vida que es saludable y autosostenible. Entre los pueblos Tomadores, explica y preserva un estilo de vida que ha resultado ser insalubre y autodestructor.

—De acuerdo. ¿Y bien?

—¿No resuelve esto tu pregunta? Si la cultura es madre entre los alawa de Australia, los bosquimanos de África y los kayapo de Brasil, ¿por qué no puede ser también madre entre los Tomadores?