—Hace una semana —prosiguió Ismael—, al hablar acerca de las leyes que indican cómo debe vivir la gente, tú dijiste que éstas sólo podían pertenecer a un tipo: las que pueden modificarse mediante una votación. ¿Qué piensas ahora? ¿Crees todavía que las leyes que gobiernan la competencia dentro de la comunidad pueden modificarse mediante una votación?
—No, pero no tienen valor universal como, por ejemplo, las leyes de la aerodinámica. Pueden infringirse.
—¿Pueden infringirse las leyes de la aerodinámica?
—No. Si tu avión no está construido según estas leyes, no podrá volar.
—Pero si lo empujas desde un acantilado, permanecerá en el aire, ¿no es cierto?
—Durante algún tiempo, sí.
—Pues lo mismo vale para una civilización que no está construida según la ley de la competencia limitada. Se mantiene en el aire durante algún tiempo, pero luego se desploma y se estrella. ¿No es eso lo que les va a acontecer a los de tu cultura? ¿Un tortazo fenomenal?
—Sí.
—Entonces, ¿qué es lo que hemos averiguado ahora?
—Hemos averiguado algo más sobre cómo debería vivir la gente. Sobre cómo debe vivir.
—Un conocimiento que hace una semana dijiste que era inalcanzable.
—Ya, pero…
¿Pero?
—No veo cómo… Espera un momento…
—Tómate el tiempo que quieras.
—No veo cómo esto puede convertirse en una fuente de conocimiento en general. Quiero decir que no veo la manera de aplicar de manera general este conocimiento a otras cuestiones.
—¿Te enseñan las leyes de la aerodinámica a sanar los genes dañados?
—No.
—Entonces, ¿para qué sirven?
—Sirven para… Nos permiten volar.
—La ley que hemos esbozado aquí les permite a las especies vivir, les permite sobrevivir, incluida la especie humana. Esta ley no te dirá si deberían legalizarse o no las drogas psicotrópicas. No te dirá si está bien o mal el sexo antes del matrimonio. No te dirá si la pena capital es buena o mala. Pero sí te dirá cómo vivir para evitar la extinción, y éste es el conocimiento primordial y más importante que necesita tener cualquiera.
—Cierto. Con todo…
—¿Con todo…?
—Los de mi cultura no lo aceptarán.
—Quieres decir que los de tu cultura no aceptarán lo que tú has aprendido aquí, ¿no es eso?
—Eso es.
—Seamos claros sobre lo que aceptarán y no aceptarán. La ley en sí está fuera de toda discusión. Simplemente está ahí, rigiendo a la comunidad de la vida. Lo que los Tomadores niegan es que se aplique también a la comunidad humana.
—Ya.
—Es algo que difícilmente puede sorprender a nadie. La Madre Cultura podría aceptar la afirmación de que la Tierra no es el centro del universo. Podría aceptar la afirmación de que el hombre procede del légamo primigenio. Pero no aceptará nunca la afirmación de que el hombre no está exento de la ley pacificadora de la comunidad de la vida. Aceptar eso significaría su fin.
—Entonces, ¿estás diciendo que no hay esperanza?
—En absoluto. Naturalmente, tenéis que acabar con la Madre Cultura si queréis sobrevivir, y eso es algo que podéis hacer. Ella no tiene existencia fuera de vuestras mentes. Una vez que dejéis de prestarle oídos, la Madre Cultura dejará de existir.
—Cierto. Pero no creo que la gente permita eso.
Ismael se encogió de hombros.
—Entonces, la ley lo hará en lugar de la gente. Si la gente se niega a vivir bajo la ley, entonces tendrá que decir adiós a la vida, simplemente. Podríamos considerar esto uno de los corolarios principales de la ley: quienes amenazan la estabilidad de la comunidad desafiando la ley se eliminan automáticamente a sí mismos.
—Los Tomadores no aceptarán nunca eso.
—La aceptación no tiene nada que ver aquí. Es como decir que alguien cae por el borde de un precipicio porque no acepta los efectos de la gravedad. Los Tomadores están en trance de eliminarse a sí mismos, y cuando esto se haya producido, la estabilidad de la comunidad quedará restaurada y el daño que habéis hecho podrá empezar a repararse.
—Cierto.
—Por otra parte, creo que estás siendo irrazonablemente pesimista al respecto. Yo creo que hay un montón de gente por ahí consciente de que se acabó lo que se daba y dispuesta a oír algo nuevo, deseosa de oír algo nuevo, como tú, sin ir más lejos.
—Ojalá lleves razón.