—Tengo otra pregunta —abundé—. Conforme hemos ido ahondando en el problema, se me ha planteado la pregunta de si la agricultura como tal es contraria a esta ley. Quiero decir, que parece contraria a la ley por definición, ¿no?
—Sí, si la única definición de que dispones es la definición de los Tomadores. Pero hay otras definiciones. La agricultura no tiene por qué estar en guerra contra todo género de vida que no apoye el crecimiento de uno.
—Mi problema es probablemente el siguiente: la comunidad biológica es una economía, ¿no? Quiero decir, que si empiezas reclamando más para ti, seguro que va a haber menos para otras personas, para otras cosas, ¿no crees?
—Sí. Pero ¿para qué quieres más para ti solo?
—Bueno, ésa es la base del sedentarismo, ¿no? No puedo volverme sedentario si no tengo agricultura.
—¿Estás seguro de que es eso lo que quieres?
—¿Qué otra cosa voy a querer?
—¿Quieres realmente crecer hasta el punto de apoderarte de todo el mundo, cultivar todo metro cuadrado que se te pone por delante y obligar a todo bicho viviente a convertirse en agricultor?
—No.
—Pues eso es lo que han venido haciendo los Tomadores, y lo que aún siguen haciendo. Lo que su sistema agrícola parece perseguir no es sólo el asentamiento, sino sobre todo el crecimiento. Un crecimiento ilimitado.
—De acuerdo. Pero lo único que yo quiero es asentarme.
—Entonces no tienes por qué hacer la guerra a nadie.
—Pero el problema subsiste. Para conseguir el asentamiento, tengo que tener más de lo que tenía antes, y ese excedente tiene que venir de alguna parte.
—Sí, eso es cierto, veo tu dificultad. En primer lugar, el sedentarismo no es en modo alguno una adaptación exclusivamente humana. Ahora mismo no se me ocurre ninguna especie que sea al cien por cien nómada. Siempre hay algún tipo de territorio, ya se trate de un corral, un desovadero, una colmena, un nido, una percha, un cubil, una guarida, un agujero, una madriguera… Hay distintos grados de sedentarismo entre los animales, como también entre los humanos. Ni siquiera los cazadores-recolectores son completamente nómadas: existen estadios intermedios entre ellos y los agricultores puros. Hay cazadores-recolectores que practican el cultivo intensivo y cosechan y almacenan los excedentes alimenticios para poder ser todavía más sedentarios. Después, están los medio agricultores, que cultivan poco y cosechan mucho; luego, los casi agricultores, que cultivan mucho y cosechan poco. Y así sucesivamente.
—Pero eso no aborda de lleno el problema principal —repuse.
—Sí lo aborda, sólo que tú estás predispuesto a ver el problema desde un ángulo concreto, y sólo desde ese ángulo. El razonamiento que se te escapa aquí es el siguiente: cuando entró en escena el homo habilis (cuando entró en escena esa adaptación particular que llamamos homo habilis), algo tuvo que cederle el paso. No quiero decir que otra especie determinada tuviera que extinguirse. Digo simplemente que, desde el principio mismo, el homo habilis se halló en competencia con alguna cosa. Y no con una sola cosa, sino con mil cosas, todas las cuales tuvieron que ceder, que mermarse de alguna manera u otra para que el homo habilis pudiera vivir. Esto es aplicable a cualquier nueva especie que aparezca en este planeta.
—Vale. Pero sigo sin ver qué tiene que ver esto con el problema del asentamiento.
—No me estás escuchando. El asentamiento es una adaptación biológica practicada en cierto grado por toda especie, incluida la humana. Y toda adaptación se consolida compitiendo con las adaptaciones que la rodean. En una palabra, que el asentamiento humano no va contra las leyes de la competencia, sino que está sujeto a las leyes de la competencia.
—Ah, vale. Ahora ya lo veo.