—Como has explicado, la comunidad de la vida quedaría destruida si todas las especies estuvieran exentas de las normas de la competencia dictadas por esta ley. Pero ¿qué ocurriría si sólo una especie se autoeximiera de la misma?
—¿Te refieres a otra especie distinta de la humana?
—Sí. Por supuesto, debería poseer una astucia y una determinación casi humanas. Supongamos que eres una hiena. ¿Por qué deberías compartir la caza con esos leones perezosos y dominantes? Es algo que ocurre una y otra vez: matas a una cebra, pasa por ahí un león, te manda a paseo y se pone las botas mientras tú esperas tu turno para las sobras. ¿Es eso justo?
—Yo creía que era al revés: los leones matan y las hienas se comen los despojos.
—Los leones matan a sus propias presas, por supuesto, pero no tienen ningún reparo en apropiarse de las presas ajenas, llegado el caso.
—De acuerdo.
—Estás harto de los leones. ¿Qué piensas hacer?
—Exterminarlos.
—¿Y cuál será el efecto de tu acción?
—Pues…, que se acabaron los problemas en este sentido.
—¿De qué vivían los leones?
—De las gacelas. De las cebras…
—Ahora los leones han desaparecido. ¿En qué te afecta eso a ti?
—Ya veo a dónde quieres llegar. Hay más presas para las hienas.
—¿Y ahora que hay más presas para las hienas?
Le miré sin saber qué decir.
—Vale. Estoy suponiendo que conoces el abecé de la ecología. En la comunidad natural, siempre que aumenta el suministro de comida de una población, aumenta también dicha población. Y, a medida que aumenta dicha población, su suministro de comida disminuye, y a medida que disminuye su suministro de comida, disminuye también la susodicha población. Esta interacción entre población rapaz y población botín es lo que mantiene el equilibrio general.
—Eso ya lo sabía. Sólo que no se me había ocurrido ahora.
—Bien —prosiguió Ismael con un gesto de perplejidad—. Piensa.
Me eché a reír.
—Vale. O sea que, una vez desaparecidos los leones, hay más comida para las hienas, y nuestra población aumenta. Aumenta hasta el punto en el que las presas se vuelven escasas, y entonces nuestra población empieza a disminuir.
—Eso ocurriría en circunstancias normales, pero vosotros habéis cambiado esas circunstancias. Habéis decidido que la ley de la competencia limitada no se aplique a las hienas.
—Así es. Entonces nosotros matamos a todos nuestros competidores.
—Por favor, no me hagas sacarte las palabras con un sacacorchos. Quiero que desarrolles tú solo el hilo de la argumentación.
—O. k. Veamos. Después de no dejar vivo a ninguno de nuestros competidores en la lucha por el botín alimenticio…, nuestra población aumenta hasta que el botín empieza a escasear. Como no hay más competidores que exterminar, tenemos que aumentar la población de las piezas que cazar… No me imagino a las hienas criando y cuidando rebaños.
—Has exterminado a los que compiten por tu botín, pero los animales que comes tienen también competidores: competidores por los pastos. Ahora son tus competidores en primer grado. Si los exterminas, habrá más hierba para los animales que cazas.
—Exacto. Más hierba para los animales que cazo significa más animales que cazar, y más animales que cazar significa más hienas, y más hienas significa… ¿Qué queda por exterminar? —Ismael me miró enarcando las cejas—. Ya no queda nada por exterminar.
—Piensa.
Pensé.
—Bueno, hemos exterminado a nuestros competidores directos y a nuestros competidores en primer grado. Ahora podemos exterminar a nuestros competidores en segundo grado: las plantas, que compiten con la hierba por más espacio y más luz solar.
—Correcto. Entonces habría más hierba para tu caza y más caza para ti.
—Tiene gracia la cosa… Y pensar que los agricultores y los rancheros consideran esto casi como un mandamiento… Extermina todo lo que no puedas comer. Extermina todo lo que se coma lo que tú te comes. Extermina todo lo que no alimente a los animales que tú comes.
—Es un acto sagrado en la cultura de los Tomadores. Cuantos más competidores destruyas más humanos podrás traer al mundo. He aquí un precepto casi sagrado para vosotros. Una vez que te has puesto fuera de la ley de la competencia limitada, todo lo que hay en el mundo salvo tu comida, y la comida de tu comida, se convierte en enemigo a exterminar.