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La puerta se cerró detrás de mí, y allí estaba yo… Como no podía volver a entrar ni tampoco quería irme a casa, me quedé simplemente allí. Mi mente estaba en blanco. Me sentía deprimido, sin ningún motivo racional. Incluso llegué a sentirme rechazado.

Tenía la casa abarrotada de cosas. Me había quedado rezagado en mi trabajo y no estaba cumpliendo los plazos. Y ahora tenía una tarea impuesta por Ismael que no me entusiasmaba particularmente. Como había llegado el momento de ponerse las pilas en plan serio, hice algo que suelo hacer raras veces: salí a echar un trago. Tenía necesidad de hablar con alguien, y los bebedores solitarios son afortunados a este respecto: siempre tienen a alguien con quien hablar.

Bien. ¿Qué había en el trasfondo de aquellas extrañas sensaciones de depresión y rechazo? ¿Y por qué habían aparecido aquel día, en concreto? La respuesta era: en este día en concreto Ismael me ha pedido que trabaje por mi cuenta. Ismael podía haberme ahorrado el trabajo de investigación que estaba a punto de emprender, pero había decidido no ahorrármelo. Así pues, sensación de rechazo. Todo lo infantiloide que se quiera, pero yo no he pretendido nunca ser perfecto.

Sin embargo, había algo más, pues aún seguía sintiéndome deprimido. Un segundo whisky me ayudó a superarlo. Estaba haciendo progresos. Estupendo. Por eso me sentía deprimido.

Ismael tenía un plan pedagógico. Bueno, ¿y por qué no iba a tenerlo? Llevaba utilizándolo desde hacía muchos años, trabajando con un alumno tras otro. Era perfectamente comprensible. Hay que tener un plan. Empiezas aquí, sigues hasta ese punto, y luego hasta ese otro, y otro, y otro más, y luego, ¡voilà! Un buen día, terminas, y dices: «Gracias por la atención prestada, que tengas una buena vida, y por favor no te olvides de cerrar la puerta al salir».

¿Hasta dónde había llegado yo? ¿Dónde me encontraba? ¿A mitad de camino? ¿En una cuarta parte del camino? En cualquier caso, cada progreso que hacía me alejaba más de la vida de Ismael.

¿Cuál es el término negativo que mejor describe esta manera de abordar la situación? ¿Egoísmo? ¿Amor propio? ¿Espíritu cicatero? Sea lo que sea, me aceptaré tal como soy sin intentar buscar excusas.

Tenía que enfrentarme a la realidad: yo no quería simplemente un maestro, yo quería un maestro a perpetuidad.