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—Te voy a proponer una adivinanza para ver si la aciertas —empezó Ismael—. Te encuentras en un lugar remoto, en una ciudad extraña, aislado de todos tus congéneres. Enseguida te sientes impresionado por la gente que te rodea. Es amigable, alegre, sana, próspera, vigorosa, pacífica, educada, y te cuenta cosas que se vienen produciendo desde tiempo inmemorial. En fin, estás contento de hacer aquí un alto en el camino. Una familia del lugar te invita a alojarte en su casa.

»La cena te parece deliciosa, aunque con un sabor un poco extraño, y, tras preguntar qué es, ellos te contestan: “Ah, es carne de los B, por supuesto. Es lo único que comemos”. Aquella respuesta, naturalmente, te desconcierta y les preguntas de nuevo si se refieren a los corderos del rebaño que se divisa a lo lejos. Ellos se ríen y te llevan a la ventana. “Ahí hay algunos B”, te informan, señalando hacia la casa de al lado.

—¡Cielo santo! —exclamas horrorizado—. ¡No querréis decir que coméis personas!

Ellos te miran con extrañeza y contestan:

—Nosotros nos comemos a los B.

—¡Qué atrocidad! —exclamas—. ¿Es que son vuestros esclavos, acaso? ¿Los tenéis encerrados?

—¿Por qué íbamos a tenerlos encerrados? —preguntan a su vez tus anfitriones.

—Pues para impedir que salgan huyendo, por supuesto.

»Tus anfitriones están empezando a pensar que estás un poco ido y te explican que a los B nunca se les ocurriría salir huyendo, pues los A, su comida, viven justo enfrente, al otro lado de la calle.

»En fin, no voy a cansarte con la retahíla de exclamaciones indignadas por tu parte y de explicaciones poco convincentes por la de ellos. Al final, acabas haciéndote cargo de la espantosa verdad. Los A son comidos por los B, y los B son comidos por los C, los cuales son comidos a su vez por los A. No existe ninguna jerarquía entre estas clases alimenticias. Los C no se sienten superiores a los B, pues son su comida y, después de todo, ellos son a su vez la comida de los A. Todo transcurre de modo perfectamente democrático y amigable. Pero, por supuesto, todo te resulta completamente espantoso a ti, y les preguntas ahora cómo pueden aguantar vivir así, sin ley. Una vez más, ellos te miran extrañados.

—¿Qué quieres decir con lo de vivir sin ley? —preguntan—. Nosotros tenemos una ley, que todos seguimos invariablemente. Por eso somos tan amigables, alegres, pacíficos y todas esas cosas que tan atractivas encuentras en nosotros. Y esta ley es el fundamento de nuestro éxito como pueblo, y lo viene siendo desde el principio.

Ismael me interpeló por fin.

—Y he aquí, finalmente, la adivinanza. Sin preguntárselo a ellos, ¿puedes decirme cómo averiguar qué ley observan?

Le miré sin dejar de parpadear.

—No se me ocurre ninguna respuesta.

—Piensa un poco.

—Bueno…, obviamente su ley es que los A se comen a los C, los B se comen a los A, y los C se comen a los B.

Ismael sacudió la cabeza.

—Eso es simplemente cuestión de preferencias alimenticias. Para eso no se necesita ninguna ley.

—Entonces necesito alguna pista más para seguir adelante. La única pista de que dispongo son sus preferencias alimenticias.

—Dispones de otras tres pistas más. Tienen una ley que siguen invariablemente, y por seguirla invariablemente han alcanzado un gran éxito en el plano social.

—Me parecen aún insuficientes. A no ser que la ley sea algo así como… «Relájate y disfruta».

—No te estoy pidiendo que adivines cuál es la ley. Te estoy pidiendo que elucubres un método para descubrir dicha ley.

Me arrellané en el sillón, junté las manos sobre el estómago y me quedé mirando al techo. Unos minutos después, me vino una idea.

—¿Hay algún castigo por infringir esa ley?

—La muerte.

—Entonces, yo esperaría a que ejecutaran a alguien.

Ismael sonrió.

—Ingenioso, pero difícilmente puede considerarse un método. Además, no estás teniendo en cuenta el hecho de que es una ley seguida invariablemente. Nunca ha habido una sola ejecución.

Suspiré y cerré los ojos. Unos minutos después, aventuré:

—¿Observar? ¿Observar minuciosamente a la gente durante un largo período de tiempo?

—Eso ya se acerca un poco más. ¿Qué es lo que estarías observando?

—Lo que ellos no hacen. Lo que ellos no harían nunca.

—Bien. Pero ¿cómo distinguirías entre la paja y el grano? Por ejemplo, ¿podrías descubrir que nunca duermen con los pies para arriba y la cabeza para abajo, o que nunca tiran piedras a la luna? Habría un millón de cosas que no hacen nunca, pero tales cosas no estarían necesariamente prohibidas por la ley.

—Cierto. Veamos. Tienen una ley, la siguen invariablemente y, según ellos… Ah. Según ellos, seguir esta ley les ha dado una sociedad que funciona muy bien. ¿Están realmente convencidos de ello?

—Sin duda. Forma parte de la hipótesis.

—Entonces esto eliminaría la mayor parte de la paja. El hecho de que nunca duerman con la cabeza abajo y los pies arriba no tendría nada que ver con el hecho de tener una sociedad que funciona bien. Veamos. En realidad… Lo que yo buscaría realmente es… Yo abordaría el problema desde dos lados. Desde el primero, me preguntaría: «¿Qué es lo que hace que funcione bien una sociedad?». Y, desde el otro, preguntaría: «¿Qué es lo que ellos no hacen pero hace que funcione bien esta sociedad?».

—Muy bien. Como has razonado tan brillantemente, voy a darte ahora un descanso. A pesar de los pesares, va a haber una ejecución. Por primera vez en la historia, alguien ha infringido la ley, que es el fundamento de esta sociedad. Todos están indignados, horrorizados, estupefactos. Cogen al infractor, lo hacen picadillo y lo echan a los perros. Esto debería servirte de gran ayuda para descubrir su ley.

—Sí.

—Yo haré el papel de tu anfitrión. Acabamos de asistir a la ejecución. Tú puedes hacerme las preguntas que quieras.

—De acuerdo. ¿Qué ha hecho este individuo?

—Ha infringido la ley.

—Ya. Pero ¿qué ha hecho exactamente?

Ismael se encogió de hombros.

—Vivió de manera contraria a la ley. Hizo cosas que nosotros no hacemos nunca.

Me quedé mirándolo.

—Eso no está bien. No estás contestando a mis preguntas.

—Vamos a ver, joven, toda esta triste historia es de dominio público. La biografía del ajusticiado está disponible en la biblioteca central con todo lujo de detalles.

Refunfuñé.

—Y bien, ¿cómo vas a utilizar esta biografía? En ella no se dice cómo el individuo infringió la ley. Es sólo un informe pormenorizado de cómo vivió, y la mayor parte te resultará sin duda irrelevante.

—De acuerdo, pero constato que esto me proporciona otra pista. Ahora ya tengo tres: lo que hace que su sociedad funcione bien, lo que ellos no hacen nunca y lo que hizo él pero que nunca hacen los demás.