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—Volviendo a nuestro tema… Como dices tú, el hombre tardó mucho, mucho tiempo en caer en la cuenta de que estaba destinado a metas mayores de las que podía alcanzar viviendo como un león o un koala. Durante unos tres millones de años, se limitó a formar parte de la anarquía general, una criatura más que se revolcaba en el barro.

—Así es.

—Hasta que, hará unos diez mil años, se dio cuenta por fin de que su lugar no era el lodo. Tenía que salir de aquel lodazal, hacerse con el mando de la situación e imponer orden.

—Así es.

—Pero el mundo no se sometió dócilmente al dominio del hombre, ¿verdad?

—No.

—No. El mundo desafió al hombre. El mundo y la lluvia derruían lo que él construía. La jungla reclamaba los espacios que él despejaba para la siembra y la construcción de viviendas. Las aves se comían las semillas que él sembraba. Los insectos devoraban los brotes que él guardaba. Los ratones saqueaban las cosechas que él almacenaba. Los lobos y los zorros le robaban animales que él criaba y alimentaba. Las montañas, los ríos y los océanos se interponían en su camino y no le dejaban pasar. Y los terremotos, las inundaciones, los huracanes, las ventiscas y las sequías no desaparecían por orden suya.

—Cierto.

—Y como el mundo no se sometió dócilmente al dominio del hombre, ¿qué es lo que éste tuvo que hacer?

—No entiendo lo que quieres decir.

—Si el rey llega a una ciudad que no quiere someterse a su dominio, ¿qué es lo que suele hacer éste?

—Conquistarla.

—Eso es. Para poder convertirse en dueño del mundo, el hombre tuvo que conquistarlo.

—¡Qué barbaridad! —exclamé con tanta fuerza que casi me caigo del sillón y me rompo la frente y más cosas.

—¿Qué?

—Esto lo oímos cincuenta veces al día. Pones la radio o el televisor y lo oyes cada hora. El hombre está conquistando los desiertos, el hombre está conquistando los océanos, el hombre está conquistando el átomo, el hombre está conquistando los elementos, el hombre está conquistando el espacio.

Ismael sonrió.

—No me creíste cuando te dije que esta historia permea toda tu cultura. Ahora sí ves lo que quería decir. La mitología de vuestra cultura resuena en vuestros oídos tan constantemente que nadie le presta la menor atención. Es cierto que el hombre está conquistando el espacio, el átomo, los desiertos, los océanos y los elementos. Según vuestra mitología, para eso nació el hombre.

—Sí. Esto resulta bastante claro ahora.