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—De acuerdo —dije—. Creo que he comprendido bastante bien las partes central y final de la historia.

Ismael asintió y yo puse en marcha el magnetofón.

—Lo que he hecho ha sido empezar por la premisa. El mundo fue hecho para el hombre. Después me he preguntado cómo escribiría la historia a la manera como se hace en Nova. He aquí el resultado: El mundo fue hecho para el hombre, el cual tardó empero mucho, mucho tiempo en comprender esto. Durante casi tres millones de años, vivió como si el mundo hubiera sido hecho para la medusa. Es decir, vivió como una criatura más entre las demás, como un león o un koala.

—¿Qué significa exactamente vivir como un león o un koala?

—Significa… vivir a merced del mundo. Significa vivir sin controlar en absoluto tu entorno.

—Ya veo. Prosigue.

—Bien. En tales condiciones, el hombre no podía ser verdaderamente hombre. No podía desarrollar un modo de vida verdaderamente humano, un modo de vida que fuera privativamente humano. Así que, durante la primera parte de su vida —en realidad, la mayor parte de su vida—, el hombre se limitó a vagar de manera torpe, sin ir a ningún sitio en concreto ni hacer nada especial.

»Pero había un problema clave que resolver (y para darme cuenta de la existencia de este problema he necesitado mucho tiempo). El hombre no podía ir a ningún sitio viviendo como vive un león o como un koala… Para poder conseguir algo, el hombre tenía que establecerse en un lugar donde, por así decir, ponerse manos a la obra. Con otras palabras, que no podía ir más allá de cierto punto viviendo a la intemperie como cazador-recolector, trasladándose siempre de un lugar a otro en busca de comida. Para ir más allá de ese punto, tenía que asentarse, tenía que tener una base permanente desde la cual poder empezar a dominar su entorno.

»Bien. ¿Y por qué no? Quiero decir, ¿qué le impedía hacer eso? Lo que se lo impedía era el hecho de que, si se establecía en un lugar durante más de unas semanas, se moría de hambre. Como cazador-recolector, su tarea se reducía a dejar la zona limpia, con lo cual ya no quedaba nada para cazar o recolectar. Para poder asentarse el hombre tenía que aprender una cosa fundamental: tenía que aprender a manipular su entorno para no esquilmar sus fuentes de alimentación. Tenía que manipularlo para que éste produjera más alimentos. En otras palabras, tenía que volverse agricultor.

»Esto fue un auténtico punto de inflexión. El mundo había sido hecho para el hombre, pero éste era incapaz de tomar posesión de él hasta que no resolviera dicho problema. Finalmente, lo resolvió en el Arco Fértil, hará unos diez mil años. Fue un momento muy importante, el más importante hasta entonces en la historia humana. El hombre quedaba por fin libre de todas aquellas limitaciones… Las limitaciones de la vida de cazador-recolector habían frenado al hombre durante tres millones de años. Con la agricultura, aquellas limitaciones desaparecieron, y el ascenso del hombre fue meteórico. El asentamiento dio origen a la división del trabajo. La división del trabajo dio origen a la tecnología. Con la tecnología llegaron el intercambio y el comercio. Con el intercambio y el comercio llegaron las matemáticas, la literatura, la ciencia y todo lo demás. Todo echó a andar por fin, y el resto, como suele decirse, es historia.

ȃsta es la parte central de la historia.