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Durante los siguientes noventa segundos aproximadamente, no se me ocurrió nada que decir, concentrado como estaba en tratar de contener la rabia. Luego manifesté:

—No me parece justo.

—¿Qué quieres decir?

—No sé exactamente lo que quiero decir. Has querido demostrar una tesis, pero no sé exactamente cuál.

—¿No?

—No. No lo sé.

—¿Qué quiso decir la medusa con lo de «y al final apareció la medusa»?

—Pues quiso decir… Que era el punto hacia y en el que todo confluía. Que los diez o quince mil millones de años anteriores desembocaban en la medusa.

—De acuerdo. Y ¿por qué tu explicación de la creación no termina con la aparición de la medusa?

Supongo que en aquel momento me esforcé por contener una risotada.

—Hombre, porque iban a venir más cosas después de la medusa.

—Cierto. La creación no se terminaba con la medusa. Todavía estaban por venir los vertebrados, los anfibios, los reptiles, los mamíferos y, por supuesto y finalmente, el hombre.

—Sí.

—De modo que tu explicación de la creación termina con «y finalmente apareció el hombre».

—Exacto.

—¿Y qué significa eso?

—Significa que ya no iban a venir más cosas. Que la creación había tocado a su fin.

—Que era el término donde todo iba a parar, ¿no es eso? —Sí.

—Claro. Todos los de tu cultura dicen lo mismo. La cima se alcanzó con el hombre. El hombre es la culminación de toda la representación cósmica de la creación.

—Pues sí.

—Cuando apareció finalmente el hombre, la creación tocó a su fin, pues el objetivo ya había sido alcanzado. Ya no quedaba nada por crear.

—Me parece que es la suposición subyacente, tácita, en efecto.

—No es en absoluto tácita. Las religiones de tu cultura no se callan al respecto, ni mucho menos. El hombre es el producto final de la creación. El hombre es la criatura para la que se hizo el resto de la creación: este mundo, este sistema solar, esta galaxia, el universo como tal.

—Así es.

—Todos los de tu cultura asumís que el mundo no fue creado para la medusa, el salmón, las iguanas o los gorilas. Fue creado para el hombre.

—Correcto.

Ismael me miró con sorna.

—¿Y esto no es mitología?

—Bueno… Los hechos son los hechos.

—Sin duda. Los hechos son los hechos, aunque estén rodeados de mitología. Pero ¿qué me dices del resto? ¿Es que todo el proceso cósmico de la creación terminó hace tres millones de años, justo aquí, en este pequeño planeta, con la aparición del hombre?

—No.

—¿Terminó igualmente el proceso planetario de la creación hace tres millones de años con la aparición del hombre? ¿Se detuvo bruscamente la evolución justo porque llegó el hombre?

—No. Por supuesto que no.

—Entonces, ¿por qué contaste la historia de esa manera?

—Supongo que te la conté de esa manera porque es así como se cuenta.

—Ésa es la manera como se cuenta entre los Tomadores. Pero ciertamente no es la única manera como se puede contar.

—Vale. Ahora lo veo. Y tú, ¿cómo la contarías?

Asintió en dirección del mundo que había fuera de su ventana.

—¿Tú ves en cualquier sitio del universo una sola prueba de que la creación terminara con el nacimiento del hombre? ¿Ves en algún lugar de ahí fuera una sola prueba de que el hombre fuera el punto culminante hacia el cual se hubiera estado dirigiendo la creación desde el principio?

—No. Ni siquiera se me ocurre cuál podría ser dicha prueba.

—Eso debería resultar obvio. Si los astrofísicos pudieran afirmar que los principales procesos creadores del universo se detuvieron hace cinco mil millones de años, allá cuando hizo su aparición nuestro sistema solar, eso ofrecería al menos alguna base para esas nociones.

—Sí, veo lo que quieres decir.

—O si los biólogos y paleontólogos pudieran afirmar que la especiación se detuvo hace tres millones de años, también eso resultaría bastante instructivo.

—Sí.

—Pero tú sabes que no ocurrió ninguna de estas cosas. Antes al contrario, el universo siguió como antes. El planeta siguió como antes. La aparición del hombre no causó mayor sensación que la aparición de la medusa.

—Cierto.

Ismael hizo un gesto hacia el magnetofón.

—¿Cómo interpretamos entonces la historia que has contado antes?

Dejé ver los dientes al esbozar una sonrisa desabrida.

—Es un mito. Por increíble que pueda parecer, es un mito.