—En tercer lugar —prosiguió—, están las definiciones. Hay algunas palabras que encierran un significado especial para nosotros. Primera definición: la historia. Una historia es un escenario donde se interrelacionan el hombre, el mundo y los dioses.
—De acuerdo.
—Segunda definición: representar. Representar una historia es vivir de manera que esa historia se convierta en realidad. En otras palabras, representar una historia es esforzarse por hacerla realidad. Convendrás conmigo en que fue eso lo que trató de hacer el pueblo de Alemania en tiempos de Hitler. Convertir en realidad el Reinado de los Mil años. Convertir en realidad la historia que Hitler estaba contando.
—Así es.
—Tercera definición: la cultura. Una cultura es un pueblo que está representando una historia.
—¿Un pueblo que está representando una historia? ¿Y una historia es a su vez…?
—Un escenario donde se interrelacionan el hombre, el mundo y los dioses.
—Vale. Así que lo que pretendes decir es que los de mi cultura están representando su propia historia acerca del hombre, el mundo y los dioses.
—Así es.
—Pero sigo sin saber cuál es esa historia.
—Ya lo sabrás. No tengas prisa. Por el momento, lo único que tienes que saber es que durante la historia de la humanidad se han representado dos historias completamente distintas. Una empezó a representarse hará dos o tres millones de años por parte de los que hemos convenido en llamar los Dejadores, y sigue siendo representada por ellos con el mismo éxito de siempre. La otra empezó a representarse hará unos diez o doce mil años por parte de los que hemos convenido en llamar los Tomadores, y al parecer está a punto de terminar en una catástrofe.
—Ah —exclamé con un tinte de perplejidad.