2

—Ayer me dijiste que no tienes la impresión de ser un cautivo. Eso lo dices porque existe una enorme presión sobre ti para que juegues un papel en la historia que tu cultura está representando en el mundo, no importa el papel que sea. Esta presión se ejerce de muchas maneras, y a muchos niveles, pero la manera más habitual es la siguiente: quienes se niegan a jugar un papel dejan de ser alimentados.

—Sí, así es.

—Un alemán que no quisiera jugar un papel en la historia de Hitler tenía una opción: podía abandonar Alemania. Pero vosotros no tenéis esa opción. Adonde quiera que vayáis, descubrís que se está representando la misma historia, y, si no queréis jugar ningún papel en ella, dejáis de ser alimentados.

—Eso es cierto.

—La Madre Cultura os enseña que es así como debe ser. Salvo unos cuantos miles de salvajes diseminados aquí y allá, todos los pueblos de la Tierra están ahora viviendo esta historia. El hombre nació para representar esta historia, y alejarse de ella es apartarse de la raza humana propiamente tal; es arriesgarse a caer en el olvido. Vuestro lugar está aquí, vuestro papel consiste en participar en esta historia, en arrimar el hombro y, como recompensa, ser alimentados. No existe «ninguna otra cosa». Salirse de esta historia es caer por los bordes del mundo. No existe otra manera de salir que no sea a través de la muerte.

—Sí, eso creo yo también.

Ismael marcó una pausa para pensar un poco.

—Lo dicho hasta aquí no es más que una introducción a nuestro trabajo. Yo quería que la oyeras porque quería que tuvieras al menos una vaga idea de dónde te estás introduciendo. Una vez que aprendas a discernir la voz de la Madre Cultura, que, cual música de fondo, cuenta su historia una y otra vez a los de tu cultura, ya no dejarás nunca de oírla. Adonde quiera que vayas en lo que te quede de vida, sentirás la necesidad de decir a la gente que te rodea: «¿Cómo podéis escuchar esas paparruchas y no reconocerlas como tales?». Y entonces la gente te mirará extrañada y se preguntará de qué diablos estás hablando. En otras palabras, que si emprendes este viaje educativo conmigo, descubrirás que te has enajenado de la gente que te rodea: amigos, familia, socios, compañeros, etcétera.

—Eso lo puedo soportar —me limité a decir.