En aquel momento, Ismael hizo una pausa muy larga, con los ojos cerrados, tan larga que empecé a preguntarme si no se habría quedado dormido. Pero, al cabo de un rato, prosiguió:
—No sé si fue una decisión prudente o alocada, el caso es que mi benefactor me hizo saber que yo sería el mentor de la niña, y, fuera una decisión prudente o alocada, a mí me encantó tener aquella oportunidad de mostrarle mi agradecimiento. En brazos de su padre, Raquel pasaba casi tanto tiempo conmigo como con su madre, lo que, por supuesto, no contribuyó a mejorar mis relaciones con esa persona. Como yo podía comunicarme con la niña en un lenguaje más directo que el discurso hablado, podía consolarla y divertirla cuando otros no lo conseguían, y así, poco a poco, se fue creando entre nosotros un vínculo comparable al que existe entre dos gemelos, sólo que yo era a la vez su hermano, mascota, tutor y cuidador.
»La señora Sokolow estaba deseando que llegara el día en que Raquel fuera a la escuela, pues entonces sus nuevos intereses la convertirían en una extraña para mí. Al ver que no se producía dicho resultado, renovó sus maquinaciones para que me mandaran lejos de allí, argumentando que mi presencia no haría sino entorpecer el desarrollo social de la pequeña. Pero éste no se vio entorpecido ni siquiera por el hecho de haber sido capaz de saltarse tres cursos de primaria y otro curso de secundaria para acabar licenciándose en biología antes de cumplir veinte años. Al final, después de tantos años fracasando en un asunto que tocaba tan de cerca al gobierno de su casa, la señora Sokolow no necesitó ya ninguna razón particular para desear que me fuera.
»A la muerte de mi benefactor, ocurrida en 1985, Raquel se convirtió en mi protectora. Yo no iba ya a seguir viviendo en la glorieta. Con los fondos destinados a este fin según el testamento de su padre, Raquel me trasladó a un lugar que había sido preparado para mí de antemano.
De nuevo, Ismael guardó silencio durante varios minutos. Luego prosiguió.
—En los años siguientes, las cosas no salieron tal y como se había planeado, o esperado. Yo descubrí que no estaba contento con mi vida retirada. Tras haber pasado toda la vida, por así decir, retirado, ahora quería avanzar otro poco hasta llegar al centro mismo de vuestra cultura, y casi agoté la paciencia de mi protectora buscando todo tipo de iniciativas a este fin. Por su parte, la señora Sokolow, que no estaba dispuesta a dejar las cosas tal y como estaban, convenció a un juez para que se redujeran a la mitad los fondos destinados a mi mantenimiento.
»Hasta 1989 no se aclaró, finalmente, mi situación. Aquel año comprendí que mi verdadera vocación era la de enseñar, e ideé un sistema para poder subsistir en circunstancias tolerables en esta ciudad.
Asintió con la cabeza, dándome a entender que aquello era el final de su historia, o que era todo lo que quería contar.