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Además de la obsesión de no entender, otra fobia que hay que vencer para reconciliar a este pequeño mundo con la lectura solitaria es la de la duración.

El tiempo de la lectura: ¡el libro visto como una amenaza de eternidad!

¡Cuando vieron salir El perfume de la cartera del profe, creyeron de pronto que había aparecido un iceberg! (Precisemos que el profesor en cuestión había —voluntariamente— elegido la edición normal de Fayard, tipos grandes, paginación espaciada, márgenes amplios, un libro enorme a los ojos de aquellos refractarios a la lectura, y que prometía un suplicio interminable).

¡Ahora bien, he aquí que comienza a leer y ven que el iceberg se funde en sus manos!

El tiempo ya no es el tiempo, los minutos se deshacen en segundos y se han leído cuarenta páginas antes de que haya pasado la hora.

El profe va a cuarenta por hora.

O sea 400 páginas en diez horas. ¡A razón de cinco horas de lengua por semana, podría leer 2.400 páginas en un trimestre! ¡7.200 por año escolar! ¡Siete novelas de 1.000 páginas! ¡En cinco horitas de lectura semanal únicamente!

¡Prodigioso descubrimiento que cambia todo! Un libro, a fin de cuentas, se lee rápido: ¡en una sola hora de lectura diaria durante una semana termino una novela de 280 páginas! ¡Que puedo leer sólo en tres días si le dedico algo más de dos horas! ¡280 páginas en tres días! O sea 560 en seis días laborables. Por poco que el libro sea realmente «enrollado» —«¡Lo que el viento se llevó señor, es realmente “enrollado”!»— y regalemos con un plus de cuatro horas en la jornada del domingo (es muy posible, el domingo el barrio de Tupé y Campera’s ronca y los padres de Burlington le llevan a aburrirse al campo) ya contamos con 160 páginas más: ¡total 720 páginas!

O 540, si vaya treinta por hora, media muy razonable.

Y 360, si me paseo a veinte por hora.

—¡360 páginas a la semana! ¿Y tú?

Contad vuestras páginas, chavales, contadlas…, los novelistas hacen otro tanto. ¡Hay que verlos cuando alcanzan la página 100! ¡La página cien es el Cabo de Hornos del novelista! Destapa una botellita interior, baila una discreta giga, resopla como un caballo de carga, y, adelante, se sumerge de nuevo en su tintero para comenzar la página 101. (¡Un caballo de carga sumiéndose en un tintero, poderosa imagen!).

Contad vuestras páginas… Uno comienza por sorprenderse de la cantidad de páginas leídas, y después viene el momento de asustarse por las pocas que quedan por leer. ¡Sólo 50 páginas! Ya veréis… Nada tan delicioso como esa tristeza: Guerra y paz, dos enormes volúmenes…, y sólo quedan 50 páginas por leer.

Vas despacio, vas despacio, nada que hacer…

Natacha acaba casándose con Pedro Bezujov, y es el final.