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«Jamás le haremos entender a un muchacho que, por la noche, está metido de lleno en una historia cautivadora, jamás le haremos entender mediante una demostración limitada a sí mismo, que debe interrumpir su lectura e ir a acostarse».

Es Kafka quien dice eso en su diario, el pequeño Franz, cuyo padre hubiera preferido que pasara todas las noches de su vida haciendo números.