Epílogo

Danielle está sentada en el porche. Se protege los ojos del sol de la tarde con la mano. Después saluda a Max, que acaba de volver de dar un largo paseo en bicicleta por las colinas que rodean su nuevo hogar, al norte de Santa Fe. El viento le ha puesto muy buen color en las mejillas. El sol hace brillar su pelo. El niño se detiene y le devuelve el saludo con una enorme sonrisa.

Danielle dejó su trabajo en Nueva York un año antes, y abrió un bufete en aquella pequeña ciudad. Se ocupa de asuntos menores, herencias y testamentos. Tony pasa todo el tiempo que puede con ellos, yendo y viniendo de Iowa. Max ha superado su estancia en Maitland, aunque pasaron meses hasta que se recuperó de los efectos de la medicación experimental que le había administrado Fastow y del trauma de la experiencia entera. Después de la vista, Danielle supo por Reyes-Moreno que habían detenido a Fastow en un pueblo costero de México, y que Maitland iba a querellarse contra él.

Mira a Max, y lo ve tan fuerte y tan feliz que no puede creerse la suerte que tiene. Cuando su organismo eliminó todos los venenos, Maitland confirmó que no era psicótico ni violento. Reyes-Moreno le diagnosticó bipolaridad, lo que explica sus drásticos cambios de estado de ánimo, y se lo devolvió.

Danielle lo mira de nuevo, y después consulta su reloj. Ya es casi la hora de que vaya al aeropuerto a buscar a Tony. Él acaba de convertirse en socio de un bufete de Santa Fe. Mira la alianza antigua que lleva en el dedo anular de la mano izquierda; los brillantes emiten destellos bajo el sol. Muy pronto, él ya no tendrá que volver a separarse de ella.

Danielle toma su copa de vino y recorre el corto camino que hay hasta su buzón. Dentro hay un sobre que le ha sido reenviado desde su antigua dirección de Nueva York. Lo abre. Encuentra una postal, pero el matasellos está emborronado y resulta ilegible. Danielle observa la fotografía. Es una escena africana de antílopes y pájaros de colores que vuelan sobre una meseta. Le da la vuelta para leerla y encuentra una caligrafía recargada, llena de florituras, que invade todo el espacio disponible.

Dios obra de maneras misteriosas.

He adoptado unas gemelas adorables.

¡Para mí sola!

Con cariño, M.