Danielle mira el reloj. Han llegado temprano a Dallas y ahora, está esperando el avión con destino a Des Moines. Ojalá supiera qué testigos han declarado ya, y cómo los ha interrogado Sevillas. Suena su teléfono, y responde inmediatamente.
—¿Georgia? ¿Cómo está Max?
—Dios Santo, Danielle, ¿dónde estás tú? —le pregunta su amiga en un tono de nerviosismo—. Yo me he escondido en el servicio. Max está bien, pero está asustado y ansioso porque no hayas llegado todavía.
—Le he enviado varios mensajes, ¿no ha recibido ninguno?
—No. He tenido que dejar su teléfono en el coche. No se le permite tenerlo en la sala.
—Claro. Bueno, mi vuelo tuvo un retraso en Phoenix, pero llegaré lo antes posible. ¿Quién está declarando? ¿Qué ha pasado con Marianne?
—El fiscal todavía no la ha llamado —dice Georgia—. Han testificado Reyes-Moreno y Kreng. Como puedes suponer, ambos testimonios han sido muy perjudiciales para Max. Sevillas está intentado mantener el tipo, pero tienes que venir ya.
—Dile a Sevillas que sé que lo hizo Marianne —dice ella—, y que tiene que intentar aguantar hasta que pueda darle las pruebas.
—Tengo que dejarte —responde Georgia—. Max me necesita.
Se despiden, y Danielle intenta controlar la preocupación que siente por su hijo. Debe concentrarse en leer todo lo posible de los diarios y marcar todo lo que piensa presentarle al tribunal, suponiendo que la jueza no la expulse en cuanto ponga un pie en la sala.
Durante el viaje termina los diarios y comienza a investigar los CDs en su portátil. Por fin encuentra una mención a Jonas. Teniendo en cuenta lo que ha averiguado ya, se estremece al pensar en todo lo que ha tenido que sufrir el niño. Lee una anotación sobre Jonas fechada un poco antes de que su madre y él llegaran a Maitland.
Querida doctora Joyce:
Tengo que admitirlo: Jonas ha resultado ser una decepción. Cuando era pequeño, era muy dulce y nunca se quejaba, por muchas veces que tuviéramos que ir a urgencias. Por desgracia, después de uno de sus ataques se quedó sin oxígeno durante demasiado tiempo, un exceso de ambición por mi parte, me temo, y el resultado fue un retraso mental. Al principio me sentí consternada, pero pronto me he dado cuenta de que lo he convertido en un ser mucho más fácil de manejar. En la vida todo es un equilibrio.
Ahora, doctora Joyce, preste atención a lo que voy a escribir, porque he realizado un brillante experimento científico con unos resultados sin precedentes. He provocado el autismo donde no existía. Primero me encargué del hecho básico de que muchos autistas son incapaces de articular un discurso inteligible. Todo el mundo piensa que Jonas no puede hablar, pero se equivocan. Las conductas que le he enseñado le permiten comunicarse a la perfección conmigo, y obviamente, para mí es una ventaja que no pueda conversar con nadie más.
Después llegó el reto de conseguir que se infligiera heridas a sí mismo. Le enseñé a abofetearse cada vez que yo le decía «no» o «mal». Después le hacía muchas alabanzas y lo abrazaba. Es muy importante darles estímulos positivos a los niños. Cuando cumplió los seis años, Jonas ya sabía que podía usar cualquier cosa que quisiera para disciplinarse a sí mismo y que yo, después, le daría todo mi afecto. Al final, solo tenía que mirarlo, y él sabía exactamente lo que tenía que hacer. Las correas y el collar eléctrico fueron herramientas muy útiles para su aprendizaje. Los mejores planes son siempre los más sencillos, pero las ideas no caen del cielo. Todo ello requiere un fuerte compromiso y una vida de sacrificios.
No hay muchas mujeres que tengan ese tipo de carácter.