Me gustaría darles las gracias a toda mi familia y a mis amigos, que me han apoyado y me han animado. Han leído mi manuscrito hasta la saciedad, y me siguen queriendo. A mi agente, Al Zuckerman, un hombre brillante, por arriesgarse con una nueva escritora y por su insistencia en hacer las cosas lo mejor posible. A Donna Hayes y a Linda McFall, por amar este libro y conseguir que esto sucediera. A Glenn Cambor, que primero me dijo que escribiera, y después me ayudó a mantener la cabeza clara mientras lo hacía. Para Beverly Swerling, mi lectora, sin la cual esta novela todavía estaría en una caja, debajo de mi escritorio.
Mi más sincero agradecimiento a Jim y Jeanine Barr, que aportaron sus conocimientos sobre el procedimiento judicial y sobre la ley penal, a Wayman Allen, por su sentido común de policía e investigador privado, a Cynthia England y Dawn Weightman, por su dedicación y su amor, a Lane, Tom y Kelly, que me hicieron reír todos los días.
A Jim Sentner, mi otro padre, que me ha apoyado en todas mis alocadas empresas con amor y paciencia. Quiero dar las gracias de manera muy especial a mis tres hijos, Brendan, Sam y Jack, que me han inspirado y me han concedido el privilegio de ser su madre.
Y a Bill, mi editor, mi amor, mi vida.