Zdena estaba preocupada. Mientras fueron los kapos quienes decidían las condenas a muerte, había tenido el poder de proteger a Pannonique; ahora que la sentencia pertenecía al público, en cambio, ya no estaba segura de nada. De la democracia, cuya existencia acababa de descubrir, eso era lo que le parecía más odioso: la incertidumbre.
Se tranquilizó como pudo: Pannonique era la niña mimada, la ninfa Egeria, la heroína, la más hermosa, etc. Los espectadores no cometerían la estupidez de sacrificar a su favorita.
La primera votación la alivió: si la consulta popular culminaba con la evicción de los más ancianos, Pannonique estaba a buen recaudo. La segunda votación resucitó sus temores: dos chicas habían sido condenadas sólo por ser apagadas. Es cierto que Pannonique no pasaba desapercibida, pero era reservada…, cada vez más en los últimos tiempos.
En definitiva, con un público tan absurdo, podía temerse lo peor. Por la tarde, en el momento de introducir a escondidas el chocolate de rigor en su bolsillo, la kapo le murmuró: «Esta noche». Pannonique asintió.
Las dos mujeres se encontraron a medianoche.
—Es indispensable que reacciones —dijo Zdena—. ¿Por qué ya no tomas la palabra? ¿Por qué ya no te diriges a los espectadores?
—Ya vio hasta qué punto fue útil mi intervención —rechinó Pannonique.
—¡No cambiarás al público pero por lo menos te salvarás! Las dos chicas que han eliminado esta mañana sólo lo fueron por su insignificancia. Tienes que vivir. El mundo te necesita.
—¿Y usted por qué no actúa? No se toma ninguna molestia por nosotros. Hace dos semanas, le pedí que pensara en un plan para salvarnos. Todavía estoy esperando.
—Tienes más medios que yo. La gente siente pasión por ti. Yo no le intereso a nadie.
—¡Pero usted es libre y yo estoy prisionera! ¿Ya ha pensado en un plan de evasión?
—Estoy en ello.
—¡Dese prisa o estaremos todos muertos!
—Trabajaría mejor si fueras más amable.
—La veo venir.
—¿Te das cuenta de que me pides un imposible a cambio de nada?
—¿Que los míos y yo sobrevivamos, a eso le llama nada?
—¡Hay que ver lo estúpida que llegas a ser! Tampoco te estoy pidiendo tanto.
—Yo no opino así.
—Eres idiota. No mereces vivir.
—En este caso, puede darse por satisfecha. No viviré —dijo Pannonique zanjando el tema.
Hasta entonces, Zdena se había sentido fascinada por la inteligencia de aquella que la obsesionaba. Su manera de hablar, de economizar las palabras y de responder cuando no se esperaba, la persuadía de la excelencia de su cerebro. Ahora, en cambio, descubría que era tonta del bote.
Preferir la muerte, eso le parecía escandaloso. La vida merecía algunos esfuerzos, de todos modos. Además, lo que ella le pedía a cambio era una nadería.
Le parecía que Pannonique se comportaba como esas marquesas de novela que no había leído, pagando un alto precio por defender unas virtudes grotescas que sólo ellas valoraban. Zdena se burlaba de esa literatura en la misma medida en la que dudaba de su existencia, de un modo global, el universo novelesco le parecía lo suficientemente estúpido para albergar semejantes hábitos.
«Lo peor es que eso no me impide amarla. Es como si me gustara todavía más. De tanto resistirse a darme lo que se da tan fácilmente, de tanto irritarse como si le estuviera pidiendo el sacrificio de su padre y de su madre, me muero de deseo».
Tuvo un arrebato de alegría por el hecho de experimentar un deseo tan fuerte…, inmediatamente interrumpido por el recuerdo de la realidad: Pannonique iba a morir tarde o temprano. Lo que la humanidad había engendrado de más hermoso, de más puro, de más elevado y de más deleitable sería ejecutado entre atroces sufrimientos ante millones de espectadores.
A Zdena le pareció entender por primera vez el horror de semejante información.
Decidió entonces elaborar un plan a la altura de su pasión. Tenía que aproximarse a los amigos de Pannonique.
Su elección la llevó hacia MDA 802. La había odiado durante tanto tiempo que había visto en ella a una rival en potencia. Más adelante, supo que se había equivocado: MDA 802 sólo sentía amistad por Pannonique, la cual, oh desolación, no parecía insensible al amor de EPJ 327.
A hurtadillas, le dio subrepticiamente a MDA 802 un frasco de cochinillas y murmuró:
—¡Finge tener una herida ensangrentada, rápido!
El corazón de MDA 802 se puso a latir a cien por hora; la kapo intentaba quedarse a solas con ella. ¿Iba a hacerle proposiciones como a Pannonique? Si era así, no desaprovecharía la ocasión. No sentía ninguna atracción por Zdena, pero para recobrar la libertad, estaba dispuesta a todo.
Vertió las cochinillas en la palma de su mano y gimió enseñándola.
—Se está desangrando —dijo Zdena—, la llevaré a la enfermería.
La acompañó gritándole:
—¡Herirse con unos escombros, hay que ver lo torpe que eres!
Nadie tuvo tiempo de reaccionar. Visto y no visto, se alejaron no hacia la enfermería sino hacia la habitación de la kapo.
—Tenemos que hablar —empezó Zdena—. Eres muy amiga de CKZ 114, ¿verdad?
—Sí.
—Pues eso sólo funciona en una dirección. Ella os esconde cosas, a ti y a la unidad.
—Está en su derecho.
—Lo que tú digas. Sabe sobre todo a lo que se arriesga.
MDA 802 consideró más prudente guardar silencio.
—No quieres perjudicar a tu amiga, eso está bien —prosiguió la kapo—. Ella no dudaría en hacerlo.
«Es una trampa», pensó la prisionera.
—Ya sabes lo que quiero de ella. No es demasiado pedir, ¿verdad? Y si ella me lo concediera, yo garantizaría la fuga de toda la unidad, de ti, de ella. Pero no; la señorita se niega, y al negarse, se está negando a salvaros.
MDA 802 sintió cómo la rabia le hinchaba el pecho, con una indignación indiferenciada que se dirigía tanto a la kapo como a Pannonique. Pragmática, decidió posponer su furor hasta más tarde y se lo jugó todo a una carta:
—Kapo Zdena, lo que CKZ 114 se niega a darle, yo no se lo niego.
Estaba temblando convulsivamente.
Zdena se quedó boquiabierta, y luego rompió a reír en una carcajada de ogro.
—¿Te gusto, MDA 802?
—No me desagrada —dijo la infeliz.
—¿Así que te ofreces gratuitamente?
—No.
—¿No? —se sublevó la kapo muerta de risa—. ¿Y cuál es tu precio?
—El mismo que CKZ 114 —respondió a punto de romper a llorar.
—¿Ya te has mirado en el espejo? ¡Rebaja tus pretensiones, chiquilla!
—La vida de CKZ 114 y la mía —regateó valientemente la prisionera.
—¿Estás de guasa? —gritó Zdena.
—Mi vida —acabó por decir MDA 802.
—¡No, no, no y no!
Entonces MDA 802 soltó un comentario miserable que sólo se permitirán juzgar aquellos que creen valer más:
—Pan.
Zdena se irguió de desprecio y le escupió.
—¡Me das asco! Ni gratis querría nada de ti.
Y la echó.
—¡Y ahora vete a contarles a los demás lo que ya sabes!
MDA 802 lloraba al regresar a los trabajos del túnel. Los prisioneros lo atribuyeron a la herida de la mano, que supusieron ya había desinfectado. Pannonique, en cambio, sospechaba que ocurría algo.
Sorprendió a MDA 802 mirándola fijamente, con unos ojos humillados y ofendidos. También creyó leer en ellos el odio.
Pannonique movió la cabeza de desesperación.
Por la noche, en la mesa, resultó evidente que MDA 802 no estaba bien.
—¿La kapo Zdena le ha hecho daño? —le preguntaron.
—No —respondió mirando fijamente a Pannonique, que no era ajena a aquel asunto.
—Hable, diga lo que tenga que decir —suspiró la ninfa Egeria.
—¿No es más bien usted quien tiene algo que decir? —preguntó MDA 802.
—No. Usted necesita hablar imperiosamente.
Silencio.
—Resulta muy desagradable —empezó diciendo MDA 802—. La kapo Zdena me ha informado de que le había hecho proposiciones a Pannonique, a cambio de las cuales se nos ofrecía la evasión, a todos. Y Pannonique se ha negado.
Los ojos de todos los comensales se dieron la vuelta hacia la ninfa Egeria, que permanecía en actitud marmórea.
—Pannonique ha hecho bien —dijo EPJ 327.
—¿Usted cree? —preguntó MDA 802.
—Se burla de nosotros —dijo el hombre que no había perdonado la risotada de la que había sido objeto—. ¡Nos condena a muerte sólo porque la rechaza!
—Cállese, no sea bestia —intervino una mujer—. Pannonique, entiendo sus reticencias. Todos las entendemos. La kapo Zdena es un monstruo y a todos nos repugnaría consentir algo… así. No obstante, es una cuestión de vida o muerte. Punto final.
—Qué poco valor le da al honor —rechinó EPJ 327.
—¿Acaso salvarnos la vida no sería un acto honorable? —protestó la mujer—. Usted, EPJ 327, está locamente enamorado de Pannonique: ¿cree que no lo sabemos? Hay que estar locamente enamorado para preferir nuestra muerte y la suya a su sumisión de una hora a la kapo Zdena. Nosotros amamos y admiramos a Pannonique, pero no hasta el extremo de sacrificar nuestra vida por su ansia de pureza.
La mujer se calló. Acababa de expresar la opinión general hasta tal punto que nadie tuvo nada que añadir.
—Ustedes son como los burgueses de Bola de sebo —se sublevó EPJ 327.
—No —dijo MDA 802—. La prueba es que me he ofrecido en su lugar y ella me ha rechazado.
Con la mirada baja, la ninfa Egeria permanecía en silencio.
—¿Por qué no dice nada? —le preguntó MDA 802.
—Porque no tengo nada que decir.
—Es falso. Sabemos que tiene un gran corazón. Nos gustaría entenderla —insistió MDA 802.
Pannonique movió la cabeza suspirando.
—¿Es porque se trata de una mujer? —preguntó ingenuamente uno de ellos.
—Mi reacción sería la misma si la kapo Zdena fuera un hombre —zanjó la ninfa Egeria.
—Le aseguro que necesitamos una explicación —dijo MDA 802.
—No la tendrán —respondió Pannonique.
—¡Nos envía a la muerte por dárselas de princesita! —gritó el hombre.
Había gritado demasiado fuerte. Las otras unidades miraron en dirección a su mesa.
Largo silencio. Cuando el ambiente empezó a relajarse, se reanudó el guirigay.
—Se comportan como vencidos —dijo entonces Pannonique—. Ninguno de nosotros será ejecutado, precisamente porque no haré ninguna concesión al enemigo.
La comida terminó en un clima de frustración.
Al día siguiente, cuando la kapo hubo acabado de leer el sobre de los condenados del día, Pannonique dio dos pasos adelante, se volvió hacia lo que presentía era la cámara principal y clamó:
—¡Espectadores, esta noche voten por mí! ¡Que en el escrutinio no haya dos nombres sino uno solo! Que la matrícula CKZ 114 obtenga la unanimidad absoluta. Todos ustedes se han envilecido al ver este abyecto programa. La absolución sólo les será concedida con esta condición: que yo sea la condenada de mañana. ¡Me lo deben!
Dio dos pasos hacia atrás y regresó a la fila.
«Por desgracia, he aquí la confirmación de mis temores; está completamente loca», sentenció MDA 802.
«Y pensar que contábamos con ella para escaparnos», pensó el resto de la unidad.
Incluso EPJ 327 albergó ciertos temores: «Es sublime. Pero se puede ser sublime y equivocarse».
Zdena estaba consternada.
Pannonique pasó su jornada en la más absoluta serenidad.