A la mañana siguiente de la nueva versión de Concentración, los prisioneros fueron dispuestos en fila, como de costumbre.
Los kapos estaban tan indignados con ese reglamento que les desproveía de su principal prerrogativa que sólo la kapo Lenka se ofreció para exponérselo a los deportados. Una vez hubo enseñado a lo largo y a lo ancho sus piernas encaramadas sobre unos tacones de aguja y considerado que ya habían producido su efecto, se quedó quieta, sacó pecho y dijo:
—En adelante, será el público el que votará para decretar cuál de vosotros saldrá de la fila. A eso se le llama democracia, creo, ¿verdad?
Sonrió, sacó un sobre de su escote, lo abrió como se hace en la ceremonia de los Óscar y leyó:
—Los elegidos son GPU 246 y JMB 008.
Se trataba de los prisioneros de más edad.
—A los espectadores no les gustan los ancianos, por lo que veo —añadió Lenka en tono de burla.
Pannonique se había quedado aturdida. La vulgaridad de la kapo Lenka añadía peso a su incredulidad. Aquello no era posible, era demasiado. Lenka se había inventado aquella historia, había maquillado su elección con un referéndum. Sí, sólo podía tratarse de eso.
Lo que menos se explicaba era la actitud de los otros kapos. Se mantenían en segundo término, contrariados; Pannonique intuyó que había algún conflicto entre Lenka y sus colegas. Pero durante la jornada, la ausencia de la kapo erotómana no cambió su humor.
Zdena parecía particularmente sombría.
A la mañana siguiente, la ambigüedad desapareció. Los prisioneros estaban en fila, el kapo Marko ni siquiera les pasó revista; se plantó ante ellos, sacó un papel y dijo:
—Ya que no nos han consultado para conocer nuestra opinión, no haré la comedia de la inspección. Hoy los condenados del público son AAF 167 y CJJ 214.
Se trataba de dos chicas singularmente apagadas.
—Me permito opinar que esta elección es discutible —clamó el kapo Marko—. Esto es lo que ocurre cuando se pide la opinión de no especialistas. La opinión de los profesionales es otra cosa, ¿no? En fin, vox populi, vox Dei.
Se produjo una auténtica movilización de los medios de comunicación frente a la ignominia que suponía la participación masiva de los espectadores. De común acuerdo, el mismo día todos los periódicos pusieron en titulares con caracteres gigantescos: ¡EL COLMO!, y empezaron todos el único artículo de la primera página con: «Hemos tocado fondo».
Las radios y las televisiones no hablaban de otra cosa. Los periódicos satíricos se quejaban de no tener que realizar ningún esfuerzo: en materia de comicidad terrorífica, la realidad les había superado para siempre. «Lo más divertido de esta abyección será siempre la indignación de los kapos, privados en adelante de su poder de vida y muerte sobre los prisioneros y perorando trascendentalmente sobre las debilidades de la democracia», comentó uno de ellos.
El resultado de aquel desencadenamiento de pasiones no se hizo esperar: todo el mundo se puso a ver Concentración. Incluso los que no tenían televisión iban a verla a casa de sus vecinos, lo cual no les impedía presumir alto y fuerte de ser los últimos refractarios y los mayores detractores de la telebasura. Resultó más sorprendente todavía escucharles pontificar sobre ese programa teniendo en cuenta su conocimiento de causa.
Era la pandemia.