La audiencia dejó de crecer. No es que bajara lo más mínimo, pero tampoco aumentó.

Los organizadores perdieron la cabeza. Concentración existía desde hacía seis meses, y en ese tiempo la curva no había dejado de subir, con, ocasionalmente, algunas subidas muy lentas y, a veces, picos de crecimiento durante los incidentes más mediáticos: nunca se había estancado.

—Es nuestro plato fuerte —dijo uno de ellos.

—Un plato siempre es un falso plato —dijo otro—. Es una ley de la naturaleza: lo que no avanza retrocede.

—Eso no impide que nuestra audiencia sea enorme y siga siendo la más aplastante jamás conocida por un programa.

—Eso no es suficiente. Si no hacemos algo, tarde o temprano tendremos una sorpresa desagradable.

—A la fuerza: los medios de comunicación han dejado de hablar de nosotros. Se han pasado meses hablando únicamente de Concentración, y ahora, han cambiado de tema. Si queremos atraer de nuevo su atención, debemos encontrar otra cosa.

Uno de ellos propuso dedicar un magazine a los principales candidatos, como habían hecho los espectáculos televisados de la década precedente, con fotos y entrevistas a artistas.

—Imposible —le dijeron—. Sólo podríamos hacerlo con los kapos. Sin embargo, las auténticas estrellas del programa son los prisioneros. Y ya que reproducimos aquí las condiciones de un auténtico campo de concentración, no podemos entrevistarlos: eso iría en contra de los principios de deshumanización que gobiernan todo campo que se precie.

—¿Y qué? Quizá tengamos que seguir evolucionando a partir de esta idea. Cuando CKZ 114 adquirió una identidad al revelar su nombre, tuvimos una cobertura mediática formidable.

—Eso sólo funcionó con ella. Es imprescindible que no banalicemos este hallazgo.

—Es que es realmente hermosa, esa pequeña. Lástima que se haya calmado un poco, en estos últimos tiempos.

—¿Cómo andan sus amores con Zdena? Sería una idea, el verdugo y la víctima…

—No, al público le gusta que sea una virgen inaccesible.

—De todos modos, eso no nos salvará del abismo. Necesitamos un nuevo plan.

Los organizadores siguieron debatiendo y reflexionando antes de reunirse en una mesa redonda. Se bebieron litros de café y fumaron en abundancia.

—El único defecto de Concentración es que no es en absoluto interactivo —señaló uno de ellos.

—La interactividad: hace veinte años que no tienen otra palabra que llevarse a la boca.

—Con razón, al público le encanta participar. Le encanta que le pidan su opinión.

—¿Cómo hacer que nuestro programa sea interactivo?

Silencio.

—¡Es evidente! —exclamó alguien—. ¡Que el público haga el trabajo de los kapos!

—¿La baqueta de castigo?

—¡No! La selección para la condena a muerte.

—Creo que ya lo tenemos.

—¿Difundimos un número de teléfono muy caro?

—Mejor aún, utilizamos el teletexto. Es mucho mejor si el espectador puede resolverlo todo desde su mando a distancia. Le basta pulsar las tres letras y las tres cifras de la matricula del prisionero que decida eliminar.

—¡Genial! Eso es mejor que el circo romano, el pulgar hacia arriba o hacia abajo.

—Estáis locos. La participación será nula. Ningún espectador se atreverá a señalar a las víctimas con el dedo.

Todas las miradas se dirigieron hacia el que acababa de hablar.

—¿Cuánto te apuestas? —preguntó otro.

Rompieron en una estruendosa carcajada.

—El programa está salvado —decretó el jefe del simposio, dando así por terminada la reunión.

Los nuevos principios fueron explicados al público de modo que pudieran ser entendidos incluso por el más cretino. Un sonriente y entusiasta presentador anunció que Concentración sería su programa.

—En adelante, son ustedes los que seleccionarán a los prisioneros. Elegirán a los que se quedan y a los que se marchan.

El uso de la palabra «muerte» era cuidadosamente evitado.

Luego aparecía un mando a distancia que ocupaba toda la pantalla. Se indicaban en rojo los botones que había que emplear para acceder al teletexto de Concentración. Era muy fácil, pero como temían que algunos no lo consiguieran, lo volvían a explicar: «Sería una verdadera lástima que su voto se perdiera por un simple problema técnico», dijo el presentador.

—Queremos indicarles que el acceso al teletexto de Concentración es gratuito, conforme al principio democrático de nuestro programa —concluyó con una expresión gentil.

Los medios de comunicación rugieron con más fuerza todavía de lo que lo habían hecho con el nacimiento del programa: ÚLTIMO HALLAZGO DE CONCENTRACIÓN: ¡LOS KAPOS SOMOS NOSOTROS! Éstos fueron los titulares del periódico de mayor tirada. TODOS SOMOS VERDUGOS.

¿POR QUIÉN NOS TOMAN?, podía leerse en todas partes.

El tono de un editorialista se hizo más vibrante que nunca: «Hago un llamamiento al honor de la humanidad», escribía. «Es cierto que ya ha caído muy bajo al propiciar un éxito así al programa más repugnante de la Historia. Pero ante tanta abyección, espero de ustedes, de nosotros, una reacción de honor: que nadie vote. ¡Llamo al boicot, si no al espectáculo sí por lo menos a la participación a esta infamia!».

El índice de audiencia a la primera votación de Concentración fue inversamente proporcional al de las últimas elecciones legislativas europeas: casi nulo, lo que llevó a los políticos a decir que, en el futuro, debería pensarse en sustituir las urnas por mandos a distancia.

En cuanto a la audiencia del primer programa postelectoral de Concentración, pulverizó los récords precedentes.

Las cifras son las cifras.