Todo esto queda más claro en el informe de la DPA:
El arqueólogo [el doctor Rainer Stadelmann] excluye categóricamente cualquier posibilidad de la existencia de una cámara: después de examinar las imágenes transmitidas por una cámara de vídeo dirigida por control remoto y de haberlas comparado con lo que se sabe acerca de otras tres galerías de la pirámide, cree que queda confirmada su opinión de que esta galena es un «modelo de corredor». La abertura que asciende desde la cámara de la reina servía, según las creencias del antiguo Egipto, para que el alma del faraón pudiera subir al cielo. El polvo negro que se encuentra ante un bloque de piedra al final del pasadizo procede, según Stadelmann, de la desintegración de los modelos de asa del «modelo de puerta».
Su sensata teoría y el hecho (que él ha repetido constantemente) de que a una persona le resultaría imposible arrastrarse por esa estrecha galería, y mucho menos esconder allí un sarcófago o un tesoro, ha sido pasada por alto por casi todos.
Naturalmente, cualquiera que no comparta la teoría del profesor está viviendo en las nubes. Comprendo por qué «rechaza categóricamente» la posibilidad de la existencia de otra cámara. Al fin y al cabo, fue él quien propuso la «teoría de las tres cámaras». El descubrimiento de una nueva cámara no encajaría bien con esta teoría. Hay que darse cuenta de lo mucho que ha tenido que esforzarse por defender su teoría, si consideramos que los espacios vacíos que conocemos del interior de la pirámide equivalen a 2000 metros cúbicos, 1800 de los cuales corresponden a la gran galería y el resto a las demás cámaras; pero la gran galería no se ha de considerar «cámara».
Y ¿qué podemos decir de la idea del «modelo de galería»? Considerémosla un momento. Los antiguos egipcios construyeron la estructura más perfecta de la historia del mundo. Está compuesta por unos dos millones y medio de bloques de piedra. La planificación previa debió de ser maravillosa: todos los bloques y todas las losas encajan entre sí de manera perfecta y exacta: es un edificio para la eternidad. Dentro de la pirámide hay un pasadizo al que ahora llamamos «la gran galería». Asciende diagonalmente hasta la cámara del rey; mide 46,61 metros de largo, 2,09 metros de ancho y 8,53 metros de alto. Dado que sus paredes laterales están inclinadas hacia el interior, el techo, que es de losas de piedra horizontales, sólo mide 1,04 metros. Los gigantescos bloques de granito a cada lado de ésta galería de 8,5 metros no están dispuestos en plano horizontal, sino que, como para hacernos dudar de nosotros mismos, siguen el ángulo ascendiente de la gran galería. La ejecución de los bloques y de las losas es de tal perfección que al visitante le resulta difícil encontrar fisuras o junturas. Para llegar a esta gran galería hay que ascender a gatas por el pasadizo de subida.
Todavía no sabemos por qué hicieron en primer lugar los constructores un pasadizo bajo y estrecho que conducía a la gran galería. Pero el profesor Stadelmann, con seguridad de sonámbulo, sabe que la galería de Gantenbrink es un «modelo de galería», por «haberla comparado con otras tres galerías de la pirámide». ¡Osiris bendito! ¿Dónde hay en la Gran Pirámide otro «modelo de galería» con el que pudiera compararla? ¡Siempre se les ha llamado «conductos de aire»!
Se supone que la galería de Gantenbrink es demasiado pequeña para permitir el paso de un sarcófago, y mucho menos de un tesoro. Pero, entonces, ¿por qué hay en la cámara del rey un sarcófago de granito de dimensiones mayores que el pasadizo que conduce hasta la cámara? Según la lógica del profesor Stadelmann, no debería estar allí.
En este milagro de construcción, pensado para durar hasta el final de los tiempos, se suponía que los arquitectos del antiguo Egipto habían incluido un «modelo de galería». Pero está escondido, y en realidad no sale directamente de la cámara de la reina. Los orificios de entrada los abrió el señor W Dixon hace unos 120 años. Se supone que por este «modelo de galería» ha de subir a las estrellas el alma del faraón. Pero el único problema es que nunca descansó ningún faraón en la pequeña cámara de la reina. Y aunque se hubiese depositado allí un cadáver desde el principio, el alma del faraón no habría tenido despejado el acceso hasta el firmamento. Según los egiptólogos, la galería de Gantenbrink está bloqueada por una piedra detrás de la cual no hay nada. ¡Pobre faraón!
Las teorías «sensatas» de las figuras de la egiptología, y las afirmaciones repetidas de que no podían haber gateado personas por la estrecha galería, ni mucho menos haber escondido al final de la misma un sarcófago o un tesoro, están muy cerca del absurdo absoluto. Consideremos otra posibilidad, otra manera de ver toda la cuestión. Los astutos arqueólogos sólo consideran que la galería de Gantenbrink sale de la cámara de la reina. Pero ¿por qué no pensar que también desciende desde arriba hasta la cámara de la reina? Tras la puerta misteriosa de la galería de Gantenbrink puede haber (no necesariamente tiene que haber) una cámara que tenga otra galería superior de entrada, cuya entrada puede estar tapiada como lo estaba la entrada de la galería en la cámara de la reina hasta que el señor Dixon tomó su piqueta y la abrió.
Por decirlo de otro modo, si un robot hubiera bajado por la galería de Gantenbrink desde arriba, habría tenido que detenerse ante el tabique que tapiaba la entrada de la cámara de la reina, suponiendo que no lo hubiera derribado todavía el señor Dixon. Y todas las grandes figuras de la arqueología habrían coincidido en la opinión de que no podía existir nada más detrás del tabique. Y nadie se habría molestado en perforar el bloqueo, aparentemente definitivo, ni en disolverlo con ácido. ¿Es eso ciencia? ¿Dónde está la curiosidad, la búsqueda de conocimientos? ¿Cómo se puede afirmar a priori y categóricamente que no se puede encontrar nada más tras la puerta de la galería de Gantenbrink? ¿Y cómo es posible que el que opte por disentir sea tachado de loco visionario?
Al final de la galería, el robot de Gantenbrink filmó dos asas de metal en la puerta de piedra. No es posible disputar el hecho de que sean de metal, pues, gracias a Dios, en el suelo hay un fragmento de metal roto. Dado que en tiempos de Kéops sólo se disponía de cobre, como mucho, se afirma con gran seguridad que estas asas son «de cobre». Pero bien puede ser que no lo sean. Aun así, el profesor Stadelmann y sus figuras de la egiptología han proporcionado una explicación «natural y razonable», que el profesor describió al periodista de radio y televisión Torsten Sasse:
¿Para qué sirve esta asa de cobre? Al principio nos pareció que podría estar allí por alguna razón técnica. Pero, dada su estrechez, yo rechazaría ahora esta posibilidad y supondría que se trata de un signo jeroglífico decorativo. Y, en tal caso, debe de tener un contenido simbólico. Debemos preguntarnos, por lo tanto, cuál es su significado. Quizás se trate del signo de la flor de loto, símbolo del sur. O, lo que quizá sea más probable, del signo shuut del egipcio antiguo, que es una especie de parasol que se llevaba detrás del rey cuando desfilaba el cortejo real. Si se trata de esto, podían estar allí esperando a que se sirviera de ellos el alma del rey cuando subiera volando al cielo[126].
¡Cielo santo! ¡Qué montón de interpolaciones no justificadas! La Gran Pirámide es completamente anónima: no sabemos nada del equipo de arquitectos y de constructores, ni del sacerdote, ni del faraón que participaron en su construcción. No contiene una sola inscripción que nos pueda ayudar a resolver una sola pregunta sobre el modo en que se construyó. Nadie dejó la más mínima indicación que nos pueda ayudar a dar respuesta a una sola pregunta sobre la construcción de la pirámide. En la pirámide misma no hay jeroglíficos ni paredes llenas de escrituras como las que encontramos en otros enterramientos egipcios antiguos. Se cree que Kéops, que se supone fue la fuerza impulsora de su construcción, fue un déspota que pretendió dejar tras de sí el mayor edificio de todos los tiempos. Pero sus criados y él se olvidaron de alabarlo en textos o en imágenes. No se hizo ni la más pequeña inscripción en honor del faraón Kéops; en ninguna parte se encuentra el recuerdo de algún acto heroico de este supuesto ególatra. Todas las paredes, galerías y cámaras de la pirámide de Kéops están lisas: no están ni han estado nunca decoradas con una sola palabra. Un anonimato perfecto.
¿Y se esperan que nos creamos, a pesar de todo esto, que al final de la galería de Gantenbrink se encuentra el jeroglífico shuut, puesto allí para que el faraón pueda subir a reunirse con sus antepasados sin que le dé una insolación? ¡Esta idea no me parece muy plausible, por decirlo de una manera muy suave!
En el borde inferior de la puerta que está al final de la galería de Gantenbrink falta un pequeño fragmento triangular. Fue allí donde el ojo del robot percibió un pequeño rastro de polvo negro. El profesor Stadelmann cree que se trata del metal pulverizado de las asas de metal.
Pero vamos a reflexionar un momento sobre esto: los sabios egiptólogos creen que la galería no es más que un «modelo de galería» que ha sido cerrado al final con una piedra; pero, en tal caso, no habría la más mínima corriente de aire. Sólo se ha roto la pieza de metal de la izquierda, pero el polvo se encuentra en la esquina derecha. ¿Han intervenido los espíritus del polvo? Y si las asas de metal se hubieran oxidado tranquilamente a lo largo de los milenios, el polvo negro estaría junto al borde inferior de la puerta, directamente por debajo de ellas. Pero no está allí. Sale del pequeño orificio triangular, como si una levísima corriente de aire lo hubiera hecho salir por allí. Esa leve corriente da a entender que la galería de Gantenbnnk llega hasta más allá de la puerta. O que existe una cámara detrás de la puerta, a la que conduce otra galería. Además, el haz de láser del robot Upuaut, de 5 milímetros de diámetro, pasó por debajo de la puerta. Ya se trate de una puerta o de una piedra final de cierre, no está apoyada en el suelo de la galería. ¿No debería hacernos reflexionar este hecho? Evidentemente, no: los egiptólogos han acordado entre ellos que éste es un «modelo de pasillo», de modo que no hacen falta más investigaciones.