La noticia sensacional, ocultada

El descubrimiento de una galería de 60 metros dentro de la pirámide es un hallazgo sensacional, y la puerta que la cierra es otra. Cabría pensar que el trabajo y los logros de Gantenbrink serían valorados debidamente por los egiptólogos como el descubrimiento del siglo. Cuando un astrónomo descubre una nueva estrella o un nuevo cometa, es corriente que se le dé su nombre. Por eso yo llamo a la «nueva» galería «galería de Gantenbrink», como la llaman también mis colegas. La estrechez de miras y los celos de los egiptólogos, por su parte, los llevan a adoptar un punto de vista diferente. Dicen que otros habían sospechado ya la existencia de la galería. Esto no es más que la cuarta parte de la verdad: es verdad que se conocía la existencia de las aberturas horizontales que arrancan de la cámara de la reina hacia el norte y hacia el sur, pero nadie sabía que hubiera un pasadizo de 60 metros dentro de la pirámide. Por el contrario, la gente hablaba aventuradamente de «galerías del alma» que «terminaban después de un trecho corto»[112]. Y no es lo mismo una teoría que un descubrimiento. Todo se puede suponer. Pero sólo el ingeniero alemán Rudolf Gantenbrink descubrió el pasadizo de 60 metros y la puerta al final del mismo.

Al propio Gantenbrink no le interesa el sensacionalismo. Lo que más le preocupa es conservar los restos antiguos. Al mismo tiempo, quiere dar nueva vida a la arqueología y rejuvenecerla por medio de la nueva tecnología. Es un hombre honrado y trabajador, aficionado a resolver enigmas y que pone su experiencia y su genio al servicio de una ciencia apasionante. Pero, al parecer, nada de esto se tuvo en cuenta: a Gantenbrink se le hizo el vacío.

Tras el descubrimiento de la galería de Gantenbrink no pasó nada durante cierto tiempo. Aunque los especialistas de El Cairo y del Instituto Arqueológico Alemán (DA1) estaban informados del descubrimiento, guardaron un silencio glacial. El público no fue informado. No se permitió a nadie decir nada. Y el público seguiría a oscuras hasta hoy, si no fuera porque el azar, y el propio Gantenbrink, hicieron algo al respecto. Gantenbrink mostró a algunos colegas suyos una copia del vídeo extraordinario que había grabado el robot; la prensa británica recogió el rumor y, dos semanas después del descubrimiento (!), apareció un minúsculo artículo titulado «Un portón cierra el paso a un robot en una pirámide»[113]. Este artículo se recibió en El Cairo por fax.

¿Cuál fue la reacción? El DAI de El Cairo desmintió la noticia. «Es una tontería absoluta», dijo Christel Egorov, directora de prensa del Instituto, a la agencia Reuter[114]. Según ella, el pasadizo que se había descubierto no era más que un conducto de aire, y el minirrobot no hacía más que medir la humedad. Era bien sabido (dijo ella) que en la pirámide no había más cámaras.

Con esto, no sólo podemos sentirnos engañados: ¡la verdad es que nos están engañando! Los arqueólogos del DAI de El Cairo eran plenamente conscientes de que sus declaraciones eran falsas. El robot que viajó por la galería de Gantenbrink no llevaba a bordo ningún instrumento para medir la humedad.

Las cosas empeoraron. El doctor Rainer Stadelmann, gran jefe de la egiptología alemana y director del DAI, negó que existiera ninguna posibilidad de la presencia de una cámara secreta tras la puerta de la galería. Dijo a los periodistas: «Es bien sabido que todos los tesoros encerrados dentro de la pirámide fueron saqueados hace mucho tiempo»[115]. Su colega, el egiptólogo doctor Günter Dreyer, respaldó su opinión: «Detrás de esa puerta no hay nada. Son todo imaginaciones»[116].

Antes de contar cómo se libró de Rudolf Gantenbrink el apreciado círculo de egiptólogos de El Cairo, debo profundizar sobre las opiniones que se mantienen acerca de la estructura interior de la pirámide.

No tiene sentido afirmar que no haya nada dentro de la pirámide, aparte de las tres cámaras conocidas, y que no puede haber nada detrás de la puerta. Si los arqueólogos del DAI dijeran que no se sabe si hay algo detrás de la puerta misteriosa, tendrían razón. Pero afirmar categóricamente que ellos saben que allí no hay nada no sólo es una postura dogmática y anticientífica, sino que es (usando las propias palabras del DAI), «una tontería absoluta».