La BIET fuera de Europa

Cada año, sin que todo el mundo se entere de ello, se están celebrando conferencias internacionales de BIET con asistencia cada vez mayor. En una celebrada recientemente, organizada por la Universidad de California y patrocinada por la NASA entre otras entidades, se dieron a conocer más de setenta trabajos científicos. Se examinaron temas como los siguientes:

La mayoría de los oradores disertaron sobre las maneras posibles de utilizar la tecnología para detectar rastros de vida alienígena; hablaron, por ejemplo, de las frecuencias de radio que podrían recoger señales extraterrestres. Pero también se criticó la presencia de demasiados aficionados en el campo de la investigación BIET; a muchos les parecía que debía dejarse fuera a los aficionados para que el público en general se tomase el tema en serio.

Yo me permito disentir: tal como yo lo veo, esta actitud no hace más que repetir la vieja postura elitista según la cual «sólo nosotros entendemos de esto», que tanto nos ha llevado al callejón sin salida de la estrechez de miras, ya sea en el terreno político o en los campos de la religión o de la ciencia. A lo largo de la historia, los poderes establecidos (de la clase que sea) siempre han procurado estar por encima de la gente corriente, han procurado cerrarles el paso a los conocimientos, verdaderos o falsos. Las religiones siguen manteniendo esta costumbre, y los grupos políticos siguen intentando proteger sus pobres secretos, aunque éstos siempre salen a relucir a la larga. Estas actitudes no son más que modos de intentar asegurarse una ventaja personal a base de excluir a los demás. ¿Cómo se difunden las ideas nuevas, al fin y al cabo? ¿Por mediación de quién pasan a ser de dominio público? ¿De quién suelen salir las ideas nuevas y revolucionarias? Y, por último, ¿quién financia casi toda la ciencia, desde la arqueología hasta la astronomía?

El elitismo no ha conseguido nunca todavía evitar la dispersión del conocimiento, pero ha retrasado considerablemente el proceso. El elitismo reprime la conciencia pública y corta de raíz las ideas nuevas. Es la conciencia del público la que hace circular las nuevas ideas y sirve de semillero para su propagación. La vida pública es la antítesis del secretismo y de la censura. Pero, al mismo tiempo, estoy convencido, por supuesto, de que se debe permitir trabajar a, los especialistas libres de las presiones y de la intervención del público, libres de la carga de lo que muchas veces puede llamarse el seudoconocimiento de los aficionados. Pero los profesionales no deben intentar ocultar sus resultados ni esconderlos tras un velo de secreto. «Ni siquiera los tribunales militares son capaces de silenciar un rumor». (Johann Nestroy, 1801-62).

Imaginémonos que toda la humanidad poseyera poderes telepáticos, como creemos que los poseen los extraterrestres. En una sociedad telepática no pueden existir secretos ni conocimientos elitistas: esto no ha dañado, evidentemente, a la sociedad extraterrestre.

En la última conferencia internacional de BIET se pronunciaron 73 conferencias inteligentes, pero no se habló en absoluto de ovnis, de secuestros, ni siquiera de la hipótesis paleobiet. Estos temas se consideran indignos de la investigación científica «verdadera»; como si no existieran también publicaciones científicas en el campo de los ovnis, escritas por expertos que tienen los pies en la Tierra y basados en investigaciones realizadas como es debido (por ejemplo, Present UFO Research [«Investigaciones actuales sobre ovnis»], del físico Illobrand von Ludwiger[104]). Y ¿qué hay del doctor Mack, catedrático de Harvard? ¿Será preciso excluirlo de pronto de las filas de los científicos?

¿Por qué los que se dedican a la búsqueda de vida extraterrestre excluyen de sus consideraciones los temas y a las personas más relevantes? ¿Cómo puede dejarse caer una rama respetable de la ciencia (como ha llegado a serlo la BIET) en unos prejuicios que la llevan a hacer el ostracismo a otros caminos de la investigación? ¿Acaso no se apoya la ciencia en una base amplia de información? Sin los ovnis y sin la filosofía paleobiet, la disciplina científica de la BIET está incompleta, y sus resultados (muy anunciados en los medios de comunicación) son tibios, por no decir que son dignos de aficionados. Es la ciencia la que acusa a los aficionados de no tener en cuenta todos los aspectos relevantes de un tema, de ser parciales, desequilibrados e incompletos. Pero en este caso, y lo digo con pesar, se han vuelto las tornas: vosotros, queridos investigadores de la BIET, os estáis encerrando en una torre de marfil elitista y no estáis teniendo en cuenta toda la situación.

En realidad, yo sé por qué no se permite que los ovnis y la filosofía paleobiet sean tema de debate en las conferencias internacionales de BIET. Aquí debo hacer unas observaciones personales. En 1969, cuando mi primer libro, ¿Carruajes de los dioses?, alcanzó notoriedad en el mercado estadounidense del libro, varios críticos destacados y menos destacados lo atacaron. Está bien: la crítica es democrática y es beneficiosa para el rigor científico. Pero junto a estos críticos hubo otros ataques venenosos, e incluso se escribieron libros enteros en un intento de repudiar mis ideas, sobre todo de fuentes religiosas o de ramas conservadoras de la ciencia, tales como la arqueología y la antropología. A estos ataques se añadieron mentiras completas guisadas en la cocina de la desinformación y que sirvieron para alimentar el vientre del circo de los medios de comunicación. Por estos medios se propagó y se diseminó una imagen negativa de mis ideas, que se hizo general entre los periodistas y otras gentes semejantes. Era la vieja historia: pronto se volvió completamente tabú en los círculos científicos decir algo positivo de mi trabajo. Pero lo curioso fue que mis ideas empezaron a salir a la luz en publicaciones de todo tipo, aunque sin que se reconociera nunca su fuente. El aparato oficial científico se dejaba gobernar por los prejuicios y no tenía el valor suficiente para arreglar las cosas.

La situación no ha mejorado. Un cuarto de siglo después de la publicación de mi libro Recuerdos del futuro, la filosofía paleoseti se ha expuesto ampliamente y se ha documentado en otros diecinueve libros y en una serie de televisión de veinticinco episodios[105]. Existe una gran riqueza de pruebas proporcionadas por textos muy antiguos y por los restos arqueológicos, así como libros de diversos autores de muchos países diferentes, pero nada de esto importa a los investigadores de la BIET. No se permite que les importe: es más importante proteger a la élite.

Steven Beckwith, director del Instituto Max Planck de astronomía de Heidelberg, opina que «hay muchos planetas en nuestra galaxia que pueden tener condiciones adecuadas para el desarrollo de la vida». Y el astrónomo británico David Hughes añade: «Deben existir sesenta mil millones de planetas en la Vía Láctea, al menos en teoría. Es probable que cuatro mil millones de ellos sean semejantes a nuestra Tierra: húmedos y con condiciones favorables para la vida»[106].

El cosmos está lleno de vida, y entre sus formas de vida las hay semejantes a la raza humana. Y al menos una de estas civilizaciones extraterrestres visitó nuestro planeta hace miles de años. Esto es fácil de demostrar, de modo que ¿por qué no quieren saberlo los investigadores de la BIET? Y, dicho sea de paso, la diferencia entre los científicos y los aficionados sólo consiste en unas palabritas: los aficionados son personas que hacen mucho sin cobrar nada, mientras que los profesionales son personas que no hacen nada sin cobrar.

El grado en que los científicos dedicados a la BIET se han dejado meter ya en una camisa de fuerza viene demostrado por la Declaración de Principios sobre Actividades Posteriores a la Detección de Inteligencia Extraterrestre[107]. Es un documento jurídico que se comprometen a cumplir todos los científicos que participan oficialmente en la investigación BIET. Contiene una serie de reglamentos que dictan cómo hay que reaccionar en el caso de descubrirse inteligencia extraterrestre. Voy a presentarles algunos de estos reglamentos para que se hagan una idea mejor del modo en que se aborda en los círculos internacionales el descubrimiento de extraterrestres.