Según lo publicado sobre ufología, desde hace más de treinta años se han dado casos frecuentes de personas que afirman con absoluta certeza que han sido raptadas por alienígenas, que las han sometido a exámenes médicos y que las han manipulado en la región genital; no es que las hayan sometido a abusos ni violaciones, sino que las han investigado, como si estuvieran en un laboratorio. Las víctimas masculinas de los secuestros estaban convencidas de que les habían recogido muestras de esperma; las mujeres hablaban de pruebas de embarazo, de «abducciones», e incluso de embarazos artificiales. En este último caso, el feto que crecía era retirado operativamente algunas semanas más tarde.
Naturalmente, nadie se tomaba en serio estos informes: todos sabemos que la gente puede albergar sueños y fantasías sexuales secretas. Y los médicos están familiarizados con el fenómeno del falso embarazo. También es muy posible que algunas mujeres se queden embarazadas pero no quieran divulgar el nombre del padre y recurran, por lo tanto, a la excusa de los extraterrestres, aunque nadie se lo crea. El que cuenta un relato así también puede sentirse especial o escogido, o incluso que ha tenido un embarazo virginal. En los tres últimos decenios he descartado alegremente todos estos relatos como inventos divertidos, sin molestarme en preguntarme para qué podrían querer los extraterrestres materiales genéticos humanos.
Pero es muy probable que me haya equivocado, pues lo que parecía la creación de unas mentes enfermas ha recibido últimamente el apoyo de pruebas sistemáticas. En 1987 el escritor estadounidense Budd Hopkins presentó los resultados, apoyados por varios científicos, de muchos años de investigaciones[92]. Las personas a las que entrevistó describieron (sometidas a hipnosis, en algunos casos) el modo en que les habían sacado «por tubos» materiales genéticos. Existen casos en que una misma persona fue secuestrada tres veces a lo largo de los años: en la pubertad, en la juventud y siendo un hombre de 35 años. Si esto es cierto (y todavía me reservo mi opinión), significaría que la persona había sido «anillada» por los alienígenas, del mismo modo que nosotros anillamos las aves, los delfines o los osos.
Poco después de que Hopkins publicase los resultados de su investigación, otros autores dieron a conocer historias de horror semejantes[93]. Al parecer, no sólo individuos, sino familias enteras habían sido raptadas por «luces extrañas». Las víctimas flotaban en salas muy iluminadas; la región genital de los hombres se cubría de «una sustancia semejante al caucho» y era sometida a «movimientos de succión». En otros casos, eran estimulados sexualmente por «una mujer muy hermosa», e incluso «apareados». Siempre que he hablado con mis conocidos del tema de las «abducciones», se han echado a reír. Nuestro intelecto no está bien dispuesto hacia las abducciones por parte de los extraterrestres, y mucho menos hacia que éstos experimenten con nosotros de este modo. Todo parece demasiado fantástico. Naturalmente, la gente que no cree que existan los alienígenas no se va a convencer por estos relatos. Ellos saben, con seguridad de sonámbulos, que los ovnis no existen ni pueden existir. Levantan barreras totales e insalvables que no puede atravesar ninguna argumentación. Y a la gente que sí cree que podrían existir los ovnis, los relatos de los secuestros les parecen extraños, grotescos y locos. No conciben ningún motivo para que los extraterrestres se comporten así, aun suponiendo que existan.
Pero yo me temo que vamos a tener que replantearnos nuestra actitud; y esta revisión de nuestras ideas tiene mucho que ver con nuestro cerebro, con la capacidad de nuestra materia gris y con la intervención genética, así como con el retorno de los «dioses» y de sus profetas.
El doctor Johannes Fiebag, formado como científico, ha investigado casos recientes de secuestro en Alemania, en Austria y en Suiza[94], entre ellos el de la mujer berlinesa Maria Struwe. Fiebag la describe como «una mujer atractiva, inteligente, atenta, crítica; no es reservada, pero se mantiene a cierta distancia de los sucesos que describe». Maria Struwe cuenta un sueño que tuvo, aunque también era consciente, al mismo tiempo, de que no se trataba de un sueño. Estaba tendida en una especie de mesa de operaciones; a su derecha y a su izquierda estaban unos pequeños seres alienígenas con grandes cabezas y ojos. Por entonces, ella estaba embarazada de su tercer hijo, al menos ella lo creía así. Estaba familiarizada con todos los síntomas del embarazo por su experiencia con sus hijos anteriores, y también había consultado a un ginecólogo.
Entonces fue cuando tuvo aquel «sueño» terrible. Los alienígenas de grandes cabezas le quitaron el embrión. Se despertó en su propia cama bañada en sudor, como si hubiera tenido una pesadilla espantosa. Poco después visitó a su médico, que descubrió con asombro que ella ya no estaba embarazada. Todos los síntomas del embarazo cesaron repentinamente. Dos semanas más tarde, la señora Struwe expulsó dos «masas de carne». Supuso que eran los restos de la placenta y las echó por el retrete.
Después de algún tiempo, los esposos Struwe decidieron intentar de nuevo tener un tercer hijo. Pero dado que todos los medios naturales fracasaron (a diferencia de los embarazos anteriores), decidieron recurrir a la fertilización artificial. «Ésta había de tener lugar el 22 de febrero de 1988. Pero le provocó unos dolores tan inexplicables que el proceso tuvo que interrumpirse». Pero dos semanas más tarde la señora Struwe expulsó dos pieles transparentes de origen desconocido. Y después, de pronto, como por intervención divina, se quedó embarazada una vez más, el 12 de mayo de 1988. El 9 de enero de 1989 dio a luz a su tercer hijo, Sebastian.
El doctor Fiebag propone diversas explicaciones, entre las les se cuenta la siguiente:
Todos estos sucesos podrían explicarse achacándolos a «un embarazo poco común», si no fuera por Sebastian. El pequeño no dejaba de decir a sus padres que tenía sueños extraños en los que aparecían monstruos de grandes cabezas y ojos. Cuenta que ha visto «niños pequeños en cajas»; cuenta también que ha volado por los aires y que los monstruos le han echado líquidos encima. Conversan con él «por los pulmones», lo que seguramente quiere decir que es por algún medio interno. Cuando el doctor Fiebag enseñó al niño varios dibujos que representaban diversos tipos de extraterrestres, el niño identificó inmediatamente a los pequeños con la cabeza y los ojos grandes. La señora Struwe aseguró al doctor Fiebag que ella no había hablado nunca de su «sueño» a Sebastian, ni tampoco le había hablado de extraterrestres con cabezas y ojos grandes.
¿Qué está pasando, entonces? El profesor David Jacobs ha realizado en América unas investigaciones equivalentes a las del doctor Fiebag en los países de habla alemana. El profesor Jacobs cree que el motivo de estos secuestros son las extracciones de esperma y las fertilizaciones artificiales, y que lo que se pretende es crear una forma de vida semihumana y semialienígena[95].
Los casos anunciados son cada vez más abundantes; ya no son centenares, sino miles. Los libros citados en las notas 92, 93 y 94 no son más que la punta del iceberg. Así pues, ¿es sólo una locura pasajera? En tal caso, ¿por qué ha llegado precisamente ahora? ¿Han sido infectadas por la misma locura millares de personas que ni siquiera se conocen y que viven en continentes diferentes? ¿Tienen una explicación psicológica todos esos casos?