La broma termina donde empieza el entendimiento.
Marie von Ebner-Eschenbach (1831-1916)
¿DÓNDE ESTÁN LAS HUELLAS DE LOS EXTRATERRESTRES? Por todas partes. La mayoría de la gente no las ve: sólo existen pruebas circunstanciales, y nada queda demostrado. Pero quien no vea sus huellas y sus indicios en las grandes leyendas y mitologías del mundo debe de estar medio ciego. Dado que casi todo el mundo padece, al parecer, este defecto de la vista, podríamos preguntarnos por qué no dejaron los extraterrestres señales e indicaciones más evidentes de su visita. ¿De qué sirven los textos religiosos y los cuentos de tiempos antiguos? ¿Para qué sirven las extrañas tradiciones de los «números imposibles», si cualquiera puede entenderlas como quiera?
Necesitamos pruebas irrefutables. Sólo entonces despertará la ciencia y prestará atención. ¿Será así? Pero ¿cuántas veces se han exhibido pruebas científicas que han sido rechazadas porque no concordaban con una visión religiosa del mundo? ¿Cuántas veces ha demostrado una cosa una rama de la ciencia y otra rama de la ciencia la ha refutado porque no le gustaba su aspecto? ¿Cuántas veces han sido atacadas las pruebas irrefutables (¡sí, ha sucedido!) por motivos ideológicos? ¡Los expertos en genética de cualquier laboratorio pueden contar verdaderas epopeyas sobre este tema! Pueden mostrar fácilmente lo razonable, lo importante y lo prometedora que es la investigación genética. Y ¿cómo reaccionan los medios de comunicación? ¡No tocar! ¡Peligroso! ¡Terrible! ¡Debe prohibirse de inmediato! ¿Qué fue aquello que dijo Albert Einstein? «Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana» (aunque todavía no estaba seguro de si el universo era infinito).
Por lo tanto, ¿qué tipo de pruebas irrefutables podían haber dejado los extraterrestres? ¿Esculturas de algún tipo en acantilados? No. Con el transcurso de los milenios se erosionarían y se hundirían. ¿Podrían haber dejado algún tipo de edificios, como pirámides, por ejemplo? No, por los mismos motivos. Si las bacterias, las termitas o los fanáticos no destruían aquellos edificios, lo harían los terremotos, las inundaciones, las erupciones volcánicas y otras catástrofes naturales.
¿Pero no podían haber dejado algún texto indestructible en alguna parte? ¿Podrían? ¿Dónde, entonces? ¿En qué edificio? ¿Dentro de qué montaña? No podrían, por los mismos motivos.
No obstante ¿por qué tiene que tratarse de un edificio? Los extraterrestres podrían haber dejado pruebas metálicas o de algún material artificial; en cualquier caso, algo que resistiese el paso del tiempo. Existen, en efecto, restos así, pero, por desgracia, la religión prohíbe su estudio científico[78]. Y ¿de qué metal indestructible estarían hechas las «tablas de los dioses». ¿De plata, de oro, de platino? Todos estos metales se pueden fundir. ¿De acero, entonces? Así pues, ¿dónde están las gruesas corazas de los tanques de la Primera Guerra Mundial? ¡Todas se han oxidado? Y ¿qué hay de los restos de los miles de aviones que fueron derribados en la Segunda Guerra Mundial? ¡Eso fue ayer, relativamente hablando! Hasta los pocos restos que se conservan en los museos se habrán desintegrado dentro de mil años.
A pesar de todo, «guardianes del cielo» deben de haber dejado materiales de desecho: ¿no podríamos encontrarlos? No: sería absurdo esperar descubrir después de tanto tiempo unos objetos que habían sido desechados. La naturaleza los ha absorbido.
Pero debe haber alguna manera de transportar mensajes del pasado al futuro. Yo estoy de acuerdo en ello. Mas para que suceda esto, deben cumplirse dos condiciones:
¿Qué es una generación inadecuada? La de todos los que son incapaces de evaluar convenientemente tal información. Destrozarían el mensaje sin descifrarlo. Si éste estuviera codificado en forma de matemáticas superiores, sólo una sociedad muy avanzada en matemáticas podría descifrarlo. Si consistiera en microfilms, sólo podría comprenderlo una sociedad capaz de leer microfilms. Si estuviera codificado en lenguaje informático, sólo lo entenderían los que tuvieran conocimientos avanzados de tecnología informática. Si el mensaje se dejara en el entorno estéril de la Luna, en el entorno (casi) estéril de Marte, o quizás en un satélite en órbita alrededor de la Tierra, sólo lo descubriría una sociedad que hubiera empezado a viajar por el espacio. Y si el mensaje estuviera escondido en el material genético, sólo lo encontraría una sociedad capaz de descifrar el ADN.
Pero para que una sociedad piense siquiera en buscar tal mensaje, deberán dejarse señales y rastros, indicadores que estimulen la búsqueda. Nadie se esfuerza por buscar algo de lo que no ha oído hablar.