La psicología no me sirve para nada en mis investigaciones sobre la idea del regreso de los dioses. He comprobado que en todas las culturas se manifiesta esta idea bajo una forma u otra, y que siempre está relacionada con las estrellas y con salvadores que vienen de más allá de la Tierra; por otra parte, se suele hablar de la fertilización artificial de un embrión que traen los «dioses». No me queda más opción que creer que estas ideas tienen un origen común al que la psicología no puede acceder. Naturalmente, es comprensible que las personas esperen la llegada de un gran salvador, rey y «super-Buda»: cuando los tiempos son malos, la gente espera todo tipo de tierras de Jauja. Pero esto no puede explicar las coincidencias y las correspondencias entre todas las tradiciones diferentes. Los meros deseos no pueden proporcionar unas crónicas tan precisas en primera persona ni todos los detalles de fechas y de nombres. ¿Acaso es de creer que Enoc se inventara la larga lista de nombres y de funciones de los «ángeles» amotinados? ¿O que la idea de medir el universo con el número de 2 057 125 yijanas le vino sencillamente a la cabeza de un soñador que estaba tumbado bajo una higuera? La psicología tampoco sirve ya para explicar la identidad de las fechas de las diversas tradiciones culturales, ni la idea generalizada de que se realizaron fertilizaciones artificiales e implantes de embriones. Otra cosa muy distinta es el modo en que las religiones posteriores transformaron estos conceptos para glorificar a sus salvadores con un nacimiento virginal: eso es ciertamente comprensible desde un punto de vista psicológico.
Aún hoy, los cristianos católicos creen que Jesús nació virginalmente de María. Tienen que creerlo, pues es un dogma (o artículo de fe) de la iglesia. Aunque para ser completamente justos deberíamos añadir que lo contrario tampoco puede ser demostrado científicamente. ¿Cómo podemos saber realmente que Jesús, o que el profeta hindú Sai Baba si se quiere, no se desarrollaron de una semilla cósmica? Al fin y al cabo, es lo que sucedía en la Antigüedad: todos los grandes dioses y dioses-reyes tenían que tener unas credenciales virginales para ser tenidos por iguales a sus predecesores.