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EXTRATERRESTRES Y OVNIS

O estamos solos en el universo o no lo estamos.
Las dos perspectivas son aterradoras.

ARTHUR C. CLARKE

Una nave espacial gigantesca, de varios kilómetros de diámetro, desciende amenazadoramente sobre Los Ángeles; el cielo desaparece y la ciudad queda sumida en la oscuridad. Fortalezas con forma de plato se sitúan sobre las principales ciudades del mundo. Centenares de espectadores jubilosos, que desean dar la bienvenida a Los Ángeles a seres de otro planeta, se reúnen en lo alto de un rascacielos para recibir a sus huéspedes celestes.

Tras unos días cerniéndose en silencio sobre Los Ángeles, el vientre de la nave espacial se abre lentamente. De ella surge una abrasadora ráfaga de luz láser que quema los rascacielos y desencadena una marea de destrucción que recorre toda la ciudad y la reduce en segundos a un montón de cenizas.

En la película Independence Day, los alienígenas representan nuestros temores más profundos. En la película E. T. proyectamos en los alienígenas nuestros propios sueños y fantasías. A lo largo de la historia la gente se ha sentido fascinada por la idea de criaturas alienígenas que habitan en otros mundos. Ya en 1611, en su tratado Somnium, el astrónomo Johannes Kepler, que utilizaba el mejor conocimiento científico de la época, especuló sobre un viaje a la Luna durante el que se podía encontrar a extraños alienígenas, plantas y animales. Pero ciencia y religión chocan con frecuencia sobre el tema de la vida en el espacio, a veces con trágicos resultados.

Algunos años antes, en 1600, el filósofo y antiguo monje dominico Giordano Bruno fue quemado vivo en las calles de Roma. Para humillarle, la Iglesia le colgó cabeza abajo y le desnudó antes de quemarle finalmente en la hoguera. ¿Qué es lo que hacía tan peligrosas las enseñanzas de Bruno? Había planteado una sencilla pregunta: ¿hay vida en el espacio exterior? Como Copérnico, él creía que la Tierra daba vueltas alrededor del Sol, pero, a diferencia de Copérnico, creía que podía haber un número incontable de criaturas como nosotros que vivían en el espacio exterior. (En lugar de mantener la posibilidad de miles de millones de santos, papas, iglesias y Jesucristos en el espacio exterior, para la Iglesia era más conveniente quemarlo sin más).

Durante cuatrocientos años el recuerdo de Bruno ha obsesionado a los historiadores de la ciencia. Pero hoy Bruno se cobra su venganza cada pocas semanas. Aproximadamente dos veces al mes se descubre un nuevo planeta extrasolar en órbita en torno a otra estrella en el espacio. Hasta ahora se han documentado más de 250 planetas orbitando en torno a otras estrellas. La predicción de Bruno de planetas extrasolares ha sido vindicada. Pero aún queda una pregunta. Aunque la galaxia Vía Láctea pueda estar salpicada de planetas extrasolares, ¿cuántos de ellos pueden albergar vida? Y si existe vida inteligente en el espacio, ¿qué puede decir la ciencia sobre ella?

Por supuesto, hipotéticos encuentros con extraterrestres han fascinado a la sociedad y excitado a generaciones de lectores y espectadores de cine. El incidente más famoso ocurrió el 30 de octubre de 1938, cuando Orson Welles decidió representar un truco de Halloween ante el público norteamericano. Tomó el argumento básico de La guerra de los mundos de H. G. Wells y elaboró una serie de breves avances informativos en la emisora nacional de radio de la CBS, interrumpiendo música de baile para reconstruir, hora a hora, la invasión de la Tierra por marcianos y el subsiguiente colapso de la civilización. Millones de norteamericanos fueron presa del pánico ante las «noticias» de que máquinas de Marte habían aterrizado en Grover's Mill, New Jersey, y estaban lanzando rayos de muerte para destruir ciudades enteras y conquistar el mundo. (Más tarde los periódicos registraron las reacciones espontáneas que se dieron cuando la gente huía del área, con testigos oculares que afirmaban que pudieron oler gas venenoso y ver destellos de luz a distancia).

La fascinación por Marte alcanzó un nuevo máximo en la década de 1950, cuando los astrónomos advirtieron una extraña marca en el planeta que parecía una gigantesca M de cientos de kilómetros. Los comentaristas señalaron que quizá la M significaba «Marte» y los marcianos estaban haciendo notar pacíficamente su presencia a los terrícolas, como las animadoras deletrean el nombre de su equipo en un estadio de rugby. (Otros señalaron tenebrosamente que la marca M era en realidad una W, y W significaba «war» [guerra]. En otras palabras, ¡los marcianos estaban declarando realmente la guerra a la Tierra!). El temor se redujo al final cuando la misteriosa M desapareció tan de repente como había aparecido. Con toda probabilidad, esta marca fue provocada por una tormenta de polvo que cubrió todo el planeta, excepto las cimas de cuatro grandes volcanes. Las cimas de estos volcanes tomaron la forma aproximada de una M o una W.

La búsqueda científica de vida

Los científicos serios que exploran la posibilidad de vida extraterrestre afirman que es imposible decir algo definitivo sobre dicha vida, suponiendo que exista. En cualquier caso, podemos esbozar algunos argumentos generales sobre la naturaleza de la vida alienígena basados en lo que sabemos de física, química y biología.

En primer lugar, los científicos creen que el agua líquida será el factor clave en la creación de vida en el universo. «Sigue el agua» es el mantra que recitan los astrónomos cuando buscan pruebas de vida en el espacio. El agua, a diferencia de la mayoría de los líquidos, es un «disolvente universal» que puede disolver una sorprendente variedad de sustancias químicas. Es un crisol ideal para crear moléculas cada vez más complejas. Además, la molécula de agua es sencilla y se encuentra en todo el universo, mientras que otros disolventes son bastante raros.

En segundo lugar, sabemos que el carbono es un componente probable en la creación de vida porque tiene cuatro enlaces y con ello la capacidad de unirse a otros cuatro átomos y crear moléculas de increíble complejidad. En particular, es fácil formar largas cadenas de carbono, que se convierten en la base de los carbohidratos y la química orgánica. Otros elementos con cuatro enlaces no tienen una química tan rica.

La ilustración más vívida de la importancia del carbono fue el famoso experimento realizado por Stanley Miller y Harold Urey en 1953, que demostró que la formación espontánea de vida puede ser un subproducto natural de la química del carbono. Tomaron una solución de amoniaco, metano y otras sustancias químicas tóxicas que creían que se encontraban en la Tierra primitiva, la pusieron en un matraz, la sometieron a una pequeña descarga eléctrica, y luego esperaron. En menos de una semana pudieron ver pruebas de que en el matraz se formaban aminoácidos espontáneamente. La corriente eléctrica era suficiente para romper los enlaces dentro del amoniaco y el metano y luego reordenar los átomos en aminoácidos, los precursores de las proteínas. En cierto sentido, la vida puede formarse de manera espontánea. Posteriormente se han encontrado aminoácidos dentro de meteoritos y también en nubes de gas en el espacio profundo.

En tercer lugar, la base fundamental de la vida es la molécula autorreplicante llamada ADN. En química, las moléculas autorreplicantes son extremadamente raras. Se necesitaron cientos de millones de años para que se formara la primera molécula de ADN en la Tierra, probablemente en las profundidades del océano. Al parecer, si se pudiera realizar el experimento de Miller-Urey durante un millón de años en los océanos, se formarían espontáneamente moléculas similares al ADN. Un lugar probable donde podría haberse dado la primera molécula de ADN en la Tierra es cerca de las chimeneas volcánicas en el fondo del océano, puesto que la actividad de las chimeneas proporcionaría un suministro conveniente de energía para las moléculas de ADN y las células primitivas, antes de la llegada de las fotosíntesis y las plantas. No se sabe si, además del ADN, puede haber otras moléculas basadas en el carbono que sean también autorreplicantes, pero es probable que si hay otras moléculas autorreplicantes en el universo, se parecerán de alguna manera al ADN.

De modo que la vida requiere probablemente agua líquida, sustancias químicas carbohidratadas y alguna forma de molécula autorreplicante como el ADN. Utilizando estos criterios generales podemos hacer una cruda estimación de la frecuencia de vida inteligente en el universo. En 1961 el astrónomo Frank Drake, de la Universidad de Cornell, fue uno de los primeros en hacer tal estimación. Si partimos de 100 000 millones de estrellas en la Vía Láctea, podemos estimar qué fracción de ellas tienen estrellas como nuestro Sol. De estas, podemos estimar qué fracción tienen sistemas planetarios orbitando a su alrededor.

Más concretamente, la ecuación de Drake calcula el número de civilizaciones en la galaxia multiplicando varios números, que incluyen:

Tomando estimaciones razonables para estas probabilidades y multiplicándolas sucesivamente, nos damos cuenta de que solo en la Vía Láctea podría haber entre 100 y 10 000 planetas que son capaces de albergar vida inteligente. Si estas formas de vida inteligente están uniformemente esparcidas a lo largo de la Vía Láctea, entonces cabría encontrar uno de esos planetas solo a unos pocos cientos de años luz de la Tierra. En 1974 Carl Sagan calculó que podría haber hasta un millón de esas civilizaciones solamente dentro de nuestra Vía Láctea.

Esta teorización, a su vez, ha dado una justificación añadida para los que buscan pruebas de civilizaciones extraterrestres. Dada la estimación favorable de planetas capaces de albergar formas de vida inteligente, los científicos han empezado a buscar en serio señales de radio que hubieran podido emitir tales planetas, de forma muy similar a las señales de radio y televisión que nuestro propio planeta ha estado emitiendo durante los últimos cincuenta años.

Escuchando a ET

El Proyecto SETI (Search for Extraterrestrial Intelligence o Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre) se remonta a un importante artículo escrito en 1959 por los físicos Giuseppe Cocconi y Philip Morrison, quienes sugerían que prestar escucha a radiación de microondas de una frecuencia entre 1 y 10 gigahercios sería la manera más adecuada de captar comunicaciones extraterrestres. (Por debajo de 1 gigahercio, las señales serían barridas por la radiación emitida por electrones en rápido movimiento; por encima de 10 gigahercios, el ruido procedente de moléculas de oxígeno y de agua en nuestra atmósfera interferiría con las señales). Ellos seleccionaron los 1,420 gigahercios como la frecuencia más prometedora para escuchar señales del espacio exterior, puesto que era la frecuencia de emisión del hidrógeno ordinario, el elemento más abundante en el universo. (Las frecuencias en este rango se conocen como «el bar», dada su conveniencia para la comunicación con extraterrestres).

La búsqueda de pruebas de señales inteligentes cerca del bar ha sido, no obstante, decepcionante. En 1960 Frank Drake inició el Proyecto Ozma (que debe su nombre a la reina de Oz) para buscar señales utilizando el radiotelescopio de 25 metros en Green Bank, Virginia Occidental. Nunca se encontró una señal, ni en el Proyecto Ozma ni en otros proyectos que, intermitentemente, trataron de explorar el cielo nocturno durante años.

En 1971 la NASA hizo una propuesta ambiciosa para financiar investigación SETI. Bautizado como Proyecto Cyclops, el programa implicaba a 1500 radiotelescopios con un coste de 10 000 millones de dólares. La investigación nunca llegó a ninguna parte, lo que no es sorprendente. Luego se ofreció financiación para una propuesta mucho más modesta: enviar un mensaje cuidadosamente codificado a la vida alienígena en el espacio exterior. En 1974 el radiotelescopio gigante de Arecibo, en Puerto Rico, emitió un mensaje codificado de 1679 bits hacia el cúmulo globular M13, a unos 25 100 años luz. En este corto mensaje los científicos crearon una malla reticular de 23 x 73 que representaba la localización de nuestro sistema solar y contenía una ilustración de seres humanos y algunas formulas químicas. (Debido a las grandes distancias implicadas, la fecha más temprana para recibir una respuesta del espacio exterior sería unos 52 174 años a partir de ahora).

El Congreso no ha quedado impresionado por la trascendencia de estos proyectos, ni siquiera después de que se recibiera una misteriosa señal de radio, llamada la señal «Wow», en 1977. Consistía en una serie de letras y números que no daban la impresión de ser aleatorios sino que parecían estar señalando la existencia de inteligencia. (Algunos que han visto la señal Wow no han quedado convencidos).

En 1995, frustrados por la falta de financiación por parte del gobierno federal, los astrónomos se dirigieron a fuentes privadas para poner en marcha el Instituto SETI en Mountain View, California, sin ánimo de lucro, con el fin de centralizar la investigación SETI e iniciar el Proyecto Phoenix para estudiar mil estrellas próximas similares al Sol en el rango de 1200 a 3000 megahercios. Se nombró directora a la doctora Jill Tarter (que sirvió de modelo para la científica interpretada por Jodie Foster en la película Contact). El equipo utilizado en el proyecto era tan sensible que podía captar las emisiones de un sistema de radar de aeropuerto a 200 años luz.

Desde 1995 el Instituto SETI ha explorado más de 1000 estrellas con un coste de 3 millones de dólares al año. Pero no ha habido resultados tangibles. En cualquier caso, Seth Shostak, astrónomo veterano en SETI, cree de forma optimista que la red de telescopios Allen de 350 antenas que se está construyendo a 400 kilómetros al nordeste de San Francisco «captará una señal para el año 2025».[57]

Una aproximación más novedosa es el Proyecto SETI@home, iniciado por astrónomos de la Universidad de California en Berkeley, en 1999. Tuvieron la idea de reclutar a millones de propietarios de ordenadores personales que no se utilizaban la mayor parte del tiempo. Quienes participan descargan un paquete de software que ayudará a descodificar algunas de las señales de radio recibidas por un radiotelescopio mientras está activado el salvapantallas del participante, de modo que no hay ningún perjuicio para el usuario del PC. Hasta ahora, el proyecto ha reclutado a 5 millones de usuarios en más de 200 países, que consumen más de 1000 millones de dólares de electricidad, todo a un coste pequeño. Es el proyecto de ordenador más ambicioso emprendido jamás en la historia, y podría servir de modelo para otros proyectos que requieren vastos recursos de computación para realizar cálculos. Hasta ahora el Proyecto SETI@home no ha encontrado ninguna señal procedente de una fuente inteligente.

Tras décadas de duro trabajo, la notoria falta de progresos en la investigación SETI ha obligado a sus proponentes a plantearse preguntas difíciles. Un defecto obvio podría ser el uso exclusivo de señales de radio en ciertas bandas de frecuencia. Algunos han sugerido que la vida alienígena podría utilizar señales láser en lugar de señales de radio. Los láseres tienen varias ventajas sobre la radio, porque su corta longitud de onda del láser significa que se pueden empaquetar más señales en una onda que con la radio. Pero puesto que la luz láser es bastante direccional y también contiene solo una frecuencia, resulta excepcionalmente difícil sintonizar con exactitud la frecuencia láser correcta.

Otro defecto obvio podría ser la confianza de los investigadores SETI en ciertas bandas de radiofrecuencia. Si existe vida alienígena, quizá utilice técnicas de compresión o podría distribuir los mensajes en paquetes más pequeños, estrategias hoy utilizadas en la moderna internet. Al escuchar mensajes comprimidos que han sido distribuidos entre muchas frecuencias, solo podríamos oír ruido aleatorio.

Pero dados todos estos formidables problemas a los que se enfrenta SETI, es razonable suponer que en algún momento en este siglo deberíamos ser capaces de detectar alguna señal de una civilización extraterrestre, suponiendo que existan tales civilizaciones. Y si eso sucediera, representaría un hito en la historia de la especie humana.

¿Dónde están?

El hecho de que el Proyecto SETI no haya encontrado todavía ningún indicio de señales de vida inteligente en el universo ha obligado a los científicos a hacer un examen más frío y riguroso de las hipótesis que hay tras la ecuación de Drake para la vida inteligente en otros planetas. Descubrimientos astronómicos recientes nos han llevado a pensar que la probabilidad de encontrar vida inteligente es muy diferente de la calculada originalmente por Drake en los años cincuenta. La probabilidad de que exista vida inteligente en el universo es a la vez más optimista y más pesimista de lo que se creía al principio.

En primer lugar, nuevos descubrimientos nos han llevado a pensar que la vida puede florecer en condiciones no contempladas por la ecuación de Drake. Antes, los científicos creían que el agua líquida solo podía existir en la zona «Rizos de Oro» que rodea al Sol. (La distancia de la Tierra al Sol es la «justa». Ni demasiado cerca porque los océanos hervirían, ni demasiado lejos porque los océanos se congelarían, sino la «justa» para hacer la vida posible).

Por eso hubo una especie de conmoción cuando los astrónomos encontraron pruebas de que podía existir agua líquida bajo la cubierta de hielo en Europa, una luna congelada de Júpiter. Europa está bien fuera de la zona Rizos de Oro, de modo que no parecía encajar en las condiciones de la ecuación de Drake. Pero las fuerzas de marea podrían ser suficientes para fundir la cubierta de hielo en Europa y producir un océano líquido permanente. A medida que Europa gira alrededor de Júpiter, el enorme campo gravitatorio del planeta estruja dicha luna como una bola de goma, lo que crea una fricción en el interior de su núcleo, que a su vez podría hacer que la cubierta de hielo se fundiera. Puesto que hay más de 100 lunas solo en nuestro sistema solar, esto significa que podría haber varias lunas que albergan vida fuera de la zona Rizos de Oro. (Y los más o menos 250 planetas extrasolares descubiertos hasta ahora en el espacio también podrían tener lunas congeladas que pueden albergar vida).

Además, los científicos creen que el universo podría estar salpicado de planetas errabundos que no dan vueltas alrededor de ninguna estrella. Debido a las fuerzas de la marea, cualquier luna que orbite alrededor de un planeta errabundo podría tener océanos líquidos bajo su cubierta de hielo, y con ello vida, pero sería imposible ver tales lunas con nuestros instrumentos, que dependen de la detección de la luz de una estrella madre.

Dado que el número de lunas probablemente sobrepasa con mucho al número de planetas en un sistema solar, y puesto que podría haber millones de planetas errabundos en la galaxia, el número de cuerpos astronómicos con formas de vida en el universo podría ser mucho mayor de lo que se creía antes.

Por otra parte, otros astrónomos han concluido, por diversas razones, que las probabilidades de vida en planetas dentro de la zona Rizos de Oro son probablemente mucho menores que las estimadas originalmente por Drake.

En primer lugar, simulaciones por ordenador muestran que la presencia de un planeta del tamaño de Júpiter en un sistema solar es necesaria para desviar y lanzar al espacio los cometas y meteoritos pasajeros; así se limpia continuamente un sistema solar y puede florecer la vida. Si Júpiter no existiera en nuestro sistema solar, la Tierra estaría bombardeada con meteoritos y cometas, lo que haría la vida imposible. El doctor George Wetherill, un astrónomo en el Instituto Carnegie en Washington D.C., considera que sin la presencia de Júpiter o Saturno en nuestro sistema solar, la Tierra habría sufrido un número de colisiones de asteroides mil veces mayor, y cada diez mil años ocurriría un enorme impacto amenazador para la vida (como el que destruyó a los dinosaurios hace 65 millones de años). «Es difícil imaginar cómo podría sobrevivir la vida a ese ataque», dice.[58]

En segundo lugar, nuestro planeta está agraciado con una gran Luna, que ayuda a estabilizar el giro de la Tierra. Extrapolando las leyes de la gravedad de Newton a millones de años, los científicos pueden demostrar que sin una gran Luna es muy probable que nuestro eje de giro se hubiera hecho inestable y la Tierra se tambaleara, lo que haría la vida imposible. El doctor Jacques Lasker, un astrónomo francés, estima que sin nuestra Luna el eje de la Tierra podría oscilar entre 0 y 54 grados, lo que precipitaría condiciones climáticas extremas incompatibles con la vida. De modo que la presencia de una gran luna tiene que ser incluida en las condiciones utilizadas para la ecuación de Drake. (El hecho de que Marte tenga dos lunas minúsculas, demasiado pequeñas para estabilizar su giro, significa que Marte quizá se haya tambaleado en el pasado lejano, y quizá vuelva a hacerlo en el futuro).[59]

En tercer lugar, pruebas geológicas recientes apuntan al hecho de que en muchos momentos en el pasado la vida en la Tierra estuvo a punto de extinguirse. Hace unos 2000 millones de años la Tierra estaba prácticamente cubierta de hielo; era una Tierra «bola de nieve» que difícilmente podía albergar vida. En otras épocas, erupciones volcánicas e impactos de meteoritos podrían haber estado a punto de destruir toda la vida en la Tierra. De modo que la creación y la evolución de la vida es más frágil de lo que pensábamos en un principio.

En cuarto lugar, la vida inteligente también estaba prácticamente extinguida en el pasado. Hace unos 100 000 años tal vez había solo unos pocos cientos de miles de humanos, según las últimas pruebas de ADN. A diferencia de la mayoría de los animales dentro de una especie dada, que están separados por grandes distancias genéticas, los humanos son todos prácticamente iguales desde el punto de vista genético. Comparados con el reino animal, somos clones unos de otros. Este fenómeno solo puede explicarse si hubo «cuellos de botella» en nuestra historia en los que la mayor parte de la especie humana estaba casi extinguida. Por ejemplo, una gran erupción volcánica podría haber causado que el clima se enfriase repentinamente hasta casi acabar con la especie humana.

Hay aún otros accidentes fortuitos que fueron necesarios para crear vida en la Tierra, entre ellos:

Por todas estas razones, los astrónomos creen ahora que la vida podría existir fuera de la zona Rizos de Oro en lunas o planetas errabundos, pero que las probabilidades de existencia de un planeta como la Tierra capaz de albergar vida dentro de la zona Rizos de Oro son mucho menores que lo que previamente se creía. En conjunto, la mayoría de las estimaciones basadas en las ecuaciones de Drake muestran que las probabilidades de encontrar civilización en la galaxia son probablemente menores de lo que se creía en un principio.

Como han señalado los profesores Peter Ward y Donald Brownlee: «Creemos que la vida en forma microbiana y sus equivalentes es muy común en el universo, quizá más común incluso de lo que Drake y Carl Sagan imaginaban. Sin embargo, es probable que la vida compleja —animales y plantas superiores— sea mucho más rara de lo que se suele suponer».[60] De hecho, Ward y Brownlee dejan abierta la posibilidad de que la Tierra pueda ser única en la galaxia en albergar vida animal. (Aunque esta teoría pueda frenar la búsqueda de vida inteligente en nuestra galaxia, aún deja abierta la posibilidad de que exista vida en otras galaxias lejanas).

La búsqueda de planetas similares a la Tierra

La ecuación de Drake es, por supuesto, puramente hipotética. Por esto es por lo que la búsqueda de vida en el espacio exterior ha recibido un impulso desde el descubrimiento de planetas extrasolares. Lo que ha dificultado la investigación en planetas extrasolares es que son invisibles a cualquier telescopio, puesto que no emiten luz propia. Son, en general, de un millón a mil millones de veces más oscuros que la estrella madre.

Para encontrarlos, los astrónomos están obligados a analizar minúsculos vaivenes en la estrella madre, suponiendo que un gran planeta del tamaño de Júpiter sea capaz de alterar la órbita de la estrella. (Pensemos en un perro que se persigue la cola. De la misma manera, la estrella madre y su planeta del tamaño de Júpiter se «persiguen» mutuamente dando vueltas uno alrededor de otro. Un telescopio no puede ver el planeta del tamaño de Júpiter, que es oscuro, pero la estrella madre es claramente visible y parece oscilar de un lado a otro).

El primer auténtico planeta extrasolar fue encontrado en 1994 por el doctor Alexander Wolszczan de la Universidad del Estado de Pensilvania, que observó planetas dando vueltas alrededor de una estrella muerta, un pulsar rotatorio. Puesto que la estrella madre había explotado probablemente como una supernova, parecía probable que estos planetas estuvieran muertos y abrasados. Al año siguiente, dos astrónomos suizos, Michel Mayor y Didier Queloz, de Ginebra, anunciaron que habían descubierto un planeta mucho más prometedor, con una masa similar a la de Júpiter, orbitando en torno a la estrella 51 Pegasi. Inmediatamente después se abrieron las compuertas.

En los diez últimos años el número de planetas extrasolares encontrados ha aumentado a un ritmo acelerado. El geólogo Bruce Jakosky, de la Universidad de Colorado en Boulder, dice: «Este es un momento especial en la historia de la humanidad. Somos la primera generación que tiene una posibilidad realista de descubrir vida en otro planeta».[61]

Ninguno de los sistemas solares descubiertos hasta la fecha se parece al nuestro. De hecho, son completamente diferentes de nuestro sistema solar. Antes, los astrónomos pensaban que nuestro sistema solar era representativo de otros sistemas a lo largo del universo, con órbitas circulares y tres anillos de planetas rodeando a la estrella madre: un cinturón de planetas rocosos más próximos a la estrella, luego un cinturón de gigantes gaseosos, y finalmente un cinturón cometario de icebergs congelados.

Para su gran sorpresa, los astrónomos descubrieron que ninguno de los planetas en otros sistemas solares seguía esta simple regla. En particular, se esperaba que los planetas del tamaño de Júpiter se hallaran lejos de la estrella madre, pero en su lugar se encontró que muchos de ellos orbitan o bien muy próximos a la estrella madre (incluso en una órbita más cerrada que la de Mercurio) o en órbitas extremadamente elípticas. En cualquier caso, la existencia de un planeta pequeño similar a la Tierra orbitando en la zona Rizos de Oro sería imposible en una u otra situación. Si el planeta del tamaño de Júpiter orbitara demasiado cerca de la estrella madre, significaría que había migrado desde una gran distancia y se había acercado poco a poco en espiral al centro del sistema solar (probablemente debido a la fricción provocada por el polvo). En ese caso, el planeta del tamaño de Júpiter habría cruzado en algún momento la órbita del planeta más pequeño, de tamaño similar a la Tierra, y lo habría lanzado al espacio exterior. Y si el planeta del tamaño de Júpiter siguiera una órbita muy elíptica, tendría que atravesar regularmente la zona Rizos de Oro, lo que de nuevo haría que el planeta similar a la Tierra saliera lanzado al espacio.

Estos hallazgos eran decepcionantes para los cazadores de planetas y astrónomos que esperaban descubrir otros planetas similares a la Tierra; pero visto en retrospectiva eran de esperar. Nuestros instrumentos son tan toscos que solo detectan los planetas de tamaño de Júpiter más grandes y con movimiento más rápido, que son los que pueden tener un efecto medible en la estrella madre. De ahí que no sea sorprendente que los telescopios de hoy solo puedan detectar planetas enormes que se mueven rápidamente en el espacio. Si existe un gemelo exacto de nuestro sistema solar en el espacio exterior, probablemente nuestros instrumentos son demasiado toscos para encontrarlo.

Todo esto puede cambiar con el lanzamiento de Corot, Kepler y el Terrestrial Planet Finder, tres satélites diseñados para localizar varios centenares de planetas similares a la Tierra en el espacio. Los satélites Corot y Kepler, por ejemplo, examinarán la débil sombra que arrojaría un planeta similar a la Tierra cuando pasa por delante de la estrella madre, lo que reduce ligeramente la luz procedente de esta. Aunque el planeta similar a la Tierra no sería visible, la reducción de la luz de la estrella madre podría ser detectada por el satélite.

El satélite francés Corot (que en francés representa convección, rotación estelar y tránsitos planetarios) fue lanzado con éxito en diciembre de 2006 y representa un hito, la primera sonda espacial para buscar planetas extrasolares. Los científicos esperan encontrar entre diez y cuarenta planetas similares a la Tierra. Si lo hacen, los planetas serán probablemente rocosos, no gigantes gaseosos, y de tamaño solo unas pocas veces más grandes que la Tierra. Quizá Corot también sumará muchos planetas del tamaño de Júpiter a los ya encontrados en el espacio. «Corot podrá encontrar planetas extrasolares de todos los tamaños y naturalezas, contrariamente a lo que podemos hacer desde tierra en este momento», dice el astrónomo Claude Catala. En general, los científicos esperan que el satélite explore hasta 120 000 estrellas.

Cualquier día, el Corot puede encontrar pruebas del primer planeta similar a la Tierra en el espacio, lo que sería un momento decisivo en la historia de la astronomía. En el futuro la gente quizá sufra un choque existencial al mirar al cielo nocturno y darse cuenta de que hay planetas ahí fuera que pueden albergar vida inteligente. Cuando miremos los cielos en el futuro, nos podríamos preguntar si alguien nos está devolviendo la mirada.

El satélite Kepler fue programado provisionalmente para ser lanzado a finales de 2008 por la NASA. Es tan sensible que puede detectar hasta centenares de planetas similares a la Tierra en el espacio exterior. Medirá el brillo de 100 000 estrellas para detectar el movimiento de cualquier planeta cuando atraviese la cara de la estrella. Durante los cuatro años que estará operativo, Kepler analizará y monitorizará miles de estrellas lejanas hasta 1950 años luz de la Tierra. En su primer año en órbita, los científicos esperan que el satélite encuentre aproximadamente:

El Terrestrial Planet Finder puede tener una probabilidad aún mayor de encontrar planetas similares a la Tierra. Tras varios retrasos, su lanzamiento está programado tentativamente para 2014; analizará con gran exactitud unas 100 estrellas hasta una distancia de 45 años luz. Estará equipado con dos aparatos independientes para buscar planetas distantes. El primero es un coronógrafo, un telescopio especial que bloquea la luz de la estrella madre, reduciéndola en un factor de 1000 millones. El telescopio será tres o cuatro veces más grande que el telescopio espacial Hubble y diez veces más preciso. El segundo aparato en el Finder es un interferómetro, que utiliza la interferencia de las ondas luminosas para cancelar la luz procedente de la estrella madre en un factor de un millón.

Mientras tanto, la Agencia Espacial Europea planea lanzar su propio buscador de planetas, el Darwin, que será puesto en órbita en 2015 o más tarde. Consistirá en tres telescopios espaciales, cada uno de unos 5 metros de diámetro, que vuelan en formación y actúan como un gran interferómetro. Su misión será también identificar planetas similares a la Tierra en el espacio.

Identificar centenares de planetas similares a la Tierra en el espacio ayudará a reconcentrar el esfuerzo SETI. En lugar de explorar aleatoriamente estrellas cercanas, los astrónomos podrán concentrar sus esfuerzos en un pequeño conjunto de estrellas que puedan albergar un gemelo de la Tierra.

¿Qué aspecto tendrán?

Otros científicos han tratado de utilizar la física, la biología y la química para conjeturar qué aspecto podría tener la vida alienígena. Isaac Newton, por ejemplo, se preguntaba por qué todos los animales que podía ver a su alrededor poseían la misma simetría bilateral: dos ojos, dos patas delanteras y dos patas traseras dispuestas simétricamente. ¿Era esto un accidente fortuito o era obra de Dios?

Hoy los biólogos creen que durante la «explosión cámbrica», hace aproximadamente 500 millones de años, la naturaleza experimentó con un gran conjunto de formas para minúsculas criaturas multicelulares emergentes. Algunas tenían médulas espinales con formas de X, Y, o Z. Otras tenían simetría radial como una estrella de mar. Por accidente, una tenía una médula espinal con forma de Y, con simetría bilateral, y fue el ancestro de la mayoría de los mamíferos en la Tierra. Por ello, la forma humanoide con simetría bilateral, la misma forma que utiliza Hollywood para representar a los alienígenas en el espacio, no tiene por qué aplicarse necesariamente a toda la vida inteligente.

Algunos biólogos creen que la razón de que florecieran formas de vida diversas durante la explosión cámbrica es una «carrera de armamentos» entre predador y presa. La emergencia de los primeros organismos multicelulares que podían devorar a otros organismos obligó a una evolución acelerada de ambos, en la que cada uno de ellos corría para superar al otro. Como la carrera armamentista entre la Unión Soviética y Estados Unidos durante la guerra fría, cada lado tenía que apresurarse para mantenerse por delante del otro.

Al analizar cómo evolucionó la vida en este planeta, también podemos especular sobre cómo podría haber evolucionado la vida inteligente en la Tierra. Los científicos han concluido que la vida inteligente requiere probablemente:

  1. Algún tipo de mecanismo sensorial o de visión para explorar su entorno.
  2. Algún tipo de pulgar utilizado para agarrar —también podría ser un tentáculo o garra.
  3. Algún tipo de sistema de comunicación, tal como el habla.

Se requieren estas tres características para sentir nuestro entorno y eventualmente manipularlo —cosas ambas que son los distintivos de la inteligencia—. Pero más allá de estas tres características, todo vale. Al contrario de tantos alienígenas mostrados en la televisión, un extraterrestre no tiene por qué parecerse a un humano en absoluto. Los alienígenas infantiles y con ojos de insecto que vemos en la televisión y en las películas parecen, de hecho, sospechosamente similares a los alienígenas de las películas de serie B de los años cincuenta, que están firmemente asentados en nuestro subconsciente.

(No obstante, algunos antropólogos han añadido un cuarto criterio para la vida inteligente con el fin de explicar un hecho curioso: los humanos son mucho más inteligentes de lo necesario para sobrevivir. Nuestros cerebros pueden dominar el viaje en el espacio, la teoría cuántica y las matemáticas avanzadas, habilidades que son totalmente innecesarias para cazar y recolectar en la selva. ¿Por qué este exceso de potencia cerebral? Cuando vemos en la naturaleza animales como el guepardo y el antílope, que poseen habilidades extraordinarias mucho más allá de las requeridas para su supervivencia, encontramos que había una carrera de armamentos entre ellos. Análogamente, algunos científicos creen que hay un cuarto criterio, una «carrera de armamentos» biológica que impulsa a los humanos inteligentes. Quizá dicha carrera de armamentos era con otros miembros de nuestra propia especie).

Pensemos en todas las formas de vida notablemente diversas en la Tierra. Si, por ejemplo, se pudiesen criar de manera selectiva octópodos durante varios millones de años, es concebible que también podrían hacerse inteligentes. (Nosotros nos separamos de los simios hace seis millones de años, probablemente porque no estábamos bien adaptados al entorno cambiante de África. Por el contrario, el pulpo está muy bien adaptado a su vida debajo de una roca, y por ello no ha evolucionado durante millones de años). El bioquímico Clifford Pickover dice que «cuando observo los crustáceos de aspecto extraño, medusas blandas con tentáculos, gusanos hermafroditas y mohos mucosos, sé que Dios tiene sentido del humor, y lo veremos reflejado en otras formas en el universo».

No obstante, es probable que Hollywood no vaya muy desencaminado cuando presenta como carnívoras las formas de vida alienígena inteligentes. No solo los alienígenas comedores de carne garantizan mejores recaudaciones de taquilla, sino que también hay un elemento de verdad en esta presentación. Los predadores suelen ser más listos que sus presas. Tienen que utilizar la astucia para hacer planes, acosar, ocultarse y capturar a sus presas. Los zorros, los perros, los tigres y los leones tienen ojos en la parte frontal de la cabeza para calcular la distancia cuando saltan sobre su presa. Con dos ojos pueden utilizar visión estereoscópica en 3D para atrapar a su presa. Por el contrario, las presas, como las ovejas y los conejos, tienen que saber cómo correr. Poseen ojos a los lados de la cara para detectar predadores en los 360 grados a su alrededor.

En otras palabras, la vida inteligente en el espacio exterior puede perfectamente evolucionar a partir de predadores con ojos, o algún órgano sensorial en la parte frontal de su cabeza. Pueden poseer algo del comportamiento carnívoro, agresivo y territorial que encontramos en lobos, leones y humanos en la Tierra. (Pero puesto que tales formas de vida estarían basadas probablemente en ADN y moléculas de proteínas completamente diferentes, ellos no tendrían interés en comernos o aparearse con nosotros).

También podemos utilizar la física para conjeturar qué tamaño podría tener su cuerpo. Suponiendo que vivan en planetas del tamaño de la Tierra y tengan la misma densidad aproximada del agua, como las formas de vida en la Tierra, entonces criaturas enormes no son posibles debido a la ley de escala, que establece que las leyes de la física cambian drásticamente cuando aumentamos la escala de cualquier objeto.

Monstruos y leyes de escala

Si King Kong realmente existiera, por ejemplo, no podría aterrorizar a la ciudad de Nueva York. Por el contrario, sus piernas se romperían en cuando diese un paso. Esto se debe a que si tomamos un simio y multiplicamos su tamaño por diez, entonces su peso aumentaría como su volumen, o 10 x 10 x 10 = 1000 veces. Por lo tanto, sería 1000 veces más pesado. Pero su resistencia aumenta proporcionalmente al grosor de sus huesos y músculos. El área de la sección transversal de sus huesos y músculos aumenta solo con el cuadrado de la distancia, es decir, 10 x 10 = 100 veces. En otras palabras, si King Kong fuera 10 veces más grande, solo sería 100 veces más resistente, pero pesaría 1000 veces más. Así pues, el peso del simio aumenta mucho más rápido que su resistencia cuando aumenta su tamaño. Sería, en términos relativos, 10 veces más débil que un simio normal, y por eso sus piernas se romperían.

Recuerdo a mi profesor de la escuela primaria maravillándose ante la fuerza de una hormiga, que podía levantar una hoja de un peso muy superior al suyo. Mi maestro concluía que si una hormiga tuviera el tamaño de una casa, podría levantarla. Pero esta hipótesis es incorrecta por la misma razón que acabamos de ver con King Kong. Si una hormiga tuviera el tamaño de una casa, sus patas también se romperían. Si se aumenta la escala de una hormiga en un factor 1000, entonces sería 1000 veces más débil que una hormiga normal, y sería aplastada por su propio peso. (También se asfixiaría. Una hormiga respira a través de orificios en los lados de su cuerpo. El área de esos orificios crece como el cuadrado del radio, pero el volumen de la hormiga crece como el cubo del radio. Así, una hormiga 1000 veces más grande que una hormiga ordinaria tendría 1000 veces menos del aire necesario para aportar oxígeno a sus músculos y tejidos corporales. Esta es también la razón de que los campeones de patinaje y gimnasia tiendan a ser más pequeños que la media, aunque tienen las mismas proporciones que cualquier otro. Proporcionalmente, tienen una fuerza muscular mayor que la de las personas más altas).

Utilizando esta ley de escala, podemos calcular asimismo la forma aproximada de los animales en la Tierra, y posiblemente de los alienígenas en el espacio. El calor emitido por un animal aumenta cuando aumenta su área superficial. Por ello, cuando aumenta su tamaño lineal en un factor 10, sus pérdidas térmicas aumentan en 10 x 10 = 100. Pero el contenido de calor dentro de su cuerpo es proporcional a su volumen, o 10 x 10 x 10 = 1000. Por ello los animales grandes pierden calor más lentamente que los animales pequeños. (Esta es la razón de que en invierno nuestros dedos y orejas se congelen antes, puesto que tienen la mayor superficie relativa, y también de que las personas pequeñas se enfríen más rápidamente que las grandes. Explica por qué los periódicos arden muy rápidamente, debido a su mayor superficie relativa, mientras que los troncos arden muy lentamente, debido a su superficie relativamente pequeña). También explica por qué las ballenas del Ártico tienen una forma redondeada: porque una esfera tiene la mínima superficie por unidad de masa. Y por qué los insectos en un ambiente más caliente pueden permitirse tener una forma de espina, con una superficie relativamente grande por unidad de masa.

En la película de Disney Cariño, he encogido a los niños, una familia se contrae hasta tener el tamaño de hormigas. Se produce un aguacero, y en el micromundo vemos minúsculas gotas de lluvia que caen en charcos. En realidad, una gota de lluvia vista por una hormiga no parecería una gota minúscula sino un enorme montón o hemisferio de agua. En nuestro mundo, un hemisferio de agua es inestable y colapsaría por su propio peso bajo la gravedad. Pero en el micromundo la tensión superficial es relativamente grande, de modo que un montón hemisférico de agua es estable.

De un modo análogo podemos hacer una estimación aproximada de la razón superficie a volumen de los animales en planetas lejanos utilizando las leyes de la física. A partir de dichas leyes podemos teorizar que los alienígenas en el espacio exterior no serían probablemente los gigantes que a veces se presentan en la ciencia ficción, sino más parecidos a nosotros en tamaño. (Las ballenas, sin embargo, pueden tener un tamaño mucho mayor debido al empuje del agua del mar. Esto también explica por qué muere una ballena varada en la playa: porque es aplastada por su propio peso).

La ley de escala significa que las leyes de la física cambian cuando nos adentramos cada vez más en el micromundo. Esto explica por qué la teoría cuántica nos parece tan extraña, al violar sencillas nociones de sentido común sobre nuestro universo. Por ello, la ley de escala descarta la idea familiar de mundos dentro de mundos que encontramos en la ciencia ficción, es decir, la idea de que dentro del átomo podría haber un universo entero, o que nuestra galaxia podría ser un átomo en un universo mucho mayor. Esta idea se exploraba en la película Hombres de negro. En la escena final de la película la cámara se aleja de la Tierra, hacia los planetas, las estrellas, las galaxias, hasta que nuestro universo entero se convierte en solo una bola en un enorme juego extraterrestre al que juegan alienígenas gigantes.

En realidad, una galaxia de estrellas no guarda ningún parecido con un átomo; dentro de un átomo, los electrones en sus capas son totalmente distintos de los planetas. Sabemos que todos los planetas son muy diferentes unos de otros y pueden orbitar a cualquier distancia de la estrella madre. En los átomos, sin embargo, todas las partículas subatómicas son idénticas. No pueden orbitar a cualquier distancia del núcleo, sino solo en órbitas discretas. (Además, a diferencia de los planetas, los electrones pueden mostrar un comportamiento extraño que viola el sentido común, como estar en dos lugares a la vez y tener propiedades ondulatorias).

La física de las civilizaciones avanzadas

También es posible utilizar la física para esbozar los perfiles de posibles civilizaciones en el espacio. Si examinamos la evolución de nuestra propia civilización durante los últimos 100 000 años, desde que los modernos humanos aparecieron en África, podemos verla como la historia de un consumo creciente de energía. El astrofísico ruso Nikolái Kardashov ha conjeturado que las fases en el desarrollo de civilizaciones extraterrestres en el universo también podrían clasificarse de acuerdo con el consumo de energía. Utilizando las leyes de la física, él agrupó las civilizaciones posibles en tres tipos:

  1. Civilizaciones tipo I: las que recogen la potencia planetaria, utilizando toda la luz solar que incide en su planeta. Pueden, quizá, aprovechar el poder de los volcanes, manipular el clima, controlar los terremotos y construir ciudades en el océano. Toda la potencia planetaria está bajo su control.
  2. Civilizaciones tipo II: las que pueden utilizar toda la potencia de su sol, lo que las hace 10 000 millones de veces más poderosas que una civilización de tipo I. La Federación de Planetas en Star Trek es una civilización de tipo II. En cierto sentido, este tipo de civilización es inmortal; nada conocido en la ciencia, como las eras glaciales, impactos de meteoritos o incluso supernovas, puede destruirla. (En el caso en que su estrella madre esté a punto de explotar, estos seres pueden moverse a otro sistema estelar, o quizá incluso mover su planeta hogar).
  3. Civilizaciones tipo III: las que pueden utilizar la potencia de toda una galaxia. Son 10 000 millones de veces más poderosas que una civilización tipo II. Los borg en Star Trek, el Imperio en La guerra de las galaxias y la civilización galáctica en la serie Fundación de Asimov corresponden a una civilización tipo III. Ellas han colonizado miles de millones de sistemas estelares y pueden explotar la potencia del agujero negro en el centro de su galaxia. Circulan libremente por las calles espaciales de la galaxia.

Kardashev consideraba que una civilización que crezca al modesto ritmo de un pequeño porcentaje por año en consumo de energía pasará rápidamente de un tipo al siguiente, en cuestión de unos pocos miles o decenas de miles de años.

Como he expuesto en mis libros anteriores, nuestra civilización se clasifica como una civilización tipo 0 (es decir, utilizamos plantas muertas, petróleo y carbón para alimentar nuestras máquinas).[62] Solo utilizamos una minúscula fracción de la energía del Sol que llega a nuestro planeta. Pero ya podemos ver los inicios de una civilización de tipo I surgiendo en la Tierra. Internet es el inicio de un sistema telefónico de tipo I que conecta todo el planeta. El inicio de una economía de tipo I puede verse en la aparición de la Unión Europea, que a su vez fue creada para competir con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC). El inglés es ya el segundo lenguaje más hablado en la Tierra y el lenguaje de la ciencia, las finanzas y los negocios. Imagino que puede llegar a ser el lenguaje tipo I hablado por prácticamente todo el mundo. Las culturas y costumbres locales seguirán floreciendo en miles de variedades en la Tierra, pero superpuesta a este mosaico de pueblos habrá una cultura planetaria, quizá dominada por el comercio y una cultura joven.

La transición entre una civilización y la siguiente no está ni mucho menos garantizada. La transición más peligrosa, por ejemplo, puede ser entre una civilización tipo 0 y una tipo I. Una civilización tipo 0 está aún llena del sectarismo, fundamentalismo y racismo que caracterizaron su aparición, y no está claro si estas pasiones religiosas y tribales impedirán o no la transición. (Quizá una razón de que no veamos civilizaciones tipo I en la galaxia es que nunca hicieron la transición, por ejemplo, se autodestruyeron. Quizá algún día, cuando visitemos otros sistemas estelares, encontremos los restos de civilizaciones que se destruyeron de una forma u otra, por ejemplo, sus atmósferas se hicieron radiactivas o demasiado calientes para albergar vida).

Cuando una civilización haya alcanzado el estatus de tipo III tendrá la energía y el conocimiento suficientes para viajar libremente a través de la galaxia e incluso llegar al planeta Tierra. Como en la película 2001: una odisea del espacio, tales civilizaciones pueden enviar sondas robóticas autorreplicantes a través de la galaxia en busca de vida inteligente.

Pero es probable que una civilización tipo III no esté inclinada a visitarnos o conquistarnos, como en la película Independence Day, en la que una civilización semejante se extiende como una plaga de langostas, invadiendo los planetas para agotar sus recursos. En realidad, hay muchísimos planetas muertos en el espacio exterior con enormes riquezas minerales que ellos podrían recoger sin molestarse en tenérselas que ver con una población nativa. Su actitud hacia nosotros podría parecerse a la nuestra ante un hormiguero. No tendemos a inclinarnos y ofrecer a las hormigas cuentas y abalorios, sino que simplemente las ignoramos.

El principal peligro al que se enfrentan las hormigas no es que los humanos queramos invadirlas o acabar con ellas, sino que las pisemos porque están en el camino. Recordemos que la distancia entre una civilización tipo III y nuestra propia civilización tipo 0 es, en términos de uso de energía, muchísimo más grande que la distancia entre nosotros y las hormigas.

Ovnis

Algunas personas afirman que los extraterrestres ya han visitado la Tierra en forma de ovnis. Los científicos suelen mostrarse incrédulos cuando oyen hablar de ovnis y descartan la posibilidad, ya que las distancias entre estrellas son enormes. Pero con independencia de las reacciones científicas, los persistentes informes sobre ovnis no han disminuido con los años.

En realidad, los avistamientos de ovnis se remontan al principio de la historia registrada. En la Biblia, el profeta Ezequiel menciona enigmáticamente «ruedas dentro de ruedas en el cielo», que algunos creen que es una referencia a un ovni. En el 1450 a. C., durante el reinado del faraón Tutmosis III en Egipto, los escribas egipcios registraron un incidente con «círculos de fuego» más brillantes que el Sol, de unos 5 metros, que aparecieron durante varios días y finalmente ascendieron al cielo. En el 91 a. C. el autor romano Julius Obsequens escribió sobre «un objeto redondo, como un globo, un escudo redondo o circular [que] seguía su trayectoria en el cielo». En 1255 el General Yoritsume y sus ejércitos vieron extraños globos danzando en el cielo cerca de Kioto, Japón. En 1561 se vio un gran número de objetos sobre Nuremberg, Alemania, como si estuvieran enzarzados en una batalla aérea.

Más recientemente, la Fuerza Aérea de Estados Unidos ha realizado estudios a gran escala de avistamientos de ovnis. En 1952 la Fuerza Aérea inició el Proyecto Blue Book, que analizó un total de 12 618 avistamientos. El informe concluía que la inmensa mayoría de estos avistamientos podía explicarse por fenómenos naturales, aviones convencionales o fraudes. Pero un 6 por ciento fueron clasificados como de origen desconocido. Como resultado del Informe Condon, que concluía que no había nada de valor en tales estudios, el Proyecto Blue Book fue cancelado en 1969. Fue el último proyecto conocido de investigación a gran escala sobre ovnis por parte de la Fuerza Aérea de Estados Unidos.

En 2007 el gobierno francés abrió a la opinión su voluminoso archivo sobre ovnis. El informe, puesto a disposición de la sociedad en internet por el Centro Nacional Francés para Estudios Espaciales, reunía 1600 avistamientos de ovnis durante un período de cincuenta años, con 100 000 páginas de informes de testigos oculares, películas y cintas de audio. El Gobierno francés afirmaba que un 9 por ciento de tales avistamientos podían ser completamente explicados, y que el 33 por ciento tenían explicaciones probables, pero no podían dar más detalles del resto.

Por supuesto, es difícil verificar independientemente estos avistamientos. De hecho, tras un análisis cuidadoso la mayoría de los informes sobre ovnis pueden explicarse como un efecto de:

  1. El planeta Venus, que es el objeto más brillante en el cielo nocturno después de la Luna. Debido a su enorme distancia de la Tierra, parece que el planeta nos sigue cuando nos movemos en un automóvil, como sucede con la Luna; esto crea la ilusión de que está siendo pilotado. Juzgamos la distancia, en parte, comparando los objetos en movimiento con sus entornos. Puesto que la Luna y Venus están muy lejos, sin que haya nada con qué compararlos, no se mueven con respecto a sus entornos, y por ello tenemos la ilusión óptica de que nos están siguiendo.
  2. Gases empantanados. Durante una inversión de temperatura sobre un área pantanosa, el gas flota sobre el suelo y puede hacerse ligeramente incandescente. Las bolsas de gas más pequeñas podrían separarse de una bolsa más grande, dando la impresión de que naves exploradoras están dejando la «nave nodriza».
  3. Meteoritos. Arcos brillantes de luz pueden recorrer el cielo nocturno en cuestión de segundos, produciendo la ilusión de una nave pilotada.
  4. Anomalías atmosféricas. Existen todo tipo de tormentas eléctricas y fenómenos atmosféricos inusuales que pueden iluminar el cielo de extrañas maneras, produciendo la ilusión de un ovni.

En los siglos XX y XXI también los siguientes fenómenos podrían generar avistamientos de ovnis:

  1. Ecos de radar. Las ondas de radar pueden rebotar en montañas y crear ecos, que pueden ser recogidos por las pantallas de radar. Tales ondas parecen incluso zigzaguear y volar a velocidades enormes en una pantalla de radar, porque son tan solo ecos.
  2. Globos meteorológicos y de investigación. En un controvertido informe el ejército afirma que el famoso rumor de un choque alienígena en Roswell, Nuevo México, en 1947, fue debido a un globo perdido del Proyecto Mogul, un proyecto secreto para detectar niveles de radiación en la atmósfera en caso de que se desencadenara una guerra nuclear.
  3. Aviones. Se sabe que aviones comerciales y militares han provocado informes de ovnis. Esto es especialmente cierto de los vuelos de prueba de aviones experimentales avanzados, tales como el bombardero furtivo. (De hecho, el ejército de Estados Unidos alentó las historias de platillos volantes para desviar la atención de los proyectos secretos).
  4. Fraudes deliberados. Algunas de las fotografías más famosas que pretenden haber captado platillos volantes son en realidad fraudes. Un platillo volante bien conocido, que mostraba ventanas y patas de aterrizaje, era en realidad un alimentador de pollos modificado.

Al menos el 95 por ciento de los avistamientos puede explicarse por alguno de los fenómenos anteriores. Pero esto aún deja abierta la cuestión del pequeño porcentaje restante de casos inexplicados. Los casos más verosímiles de ovnis incluyen a) avistamientos múltiples por testigos oculares creíbles e independientes, y b) evidencia procedente de múltiples fuentes, tales como visión directa y radar. Estos informes son más difíciles de descartar, puesto que implican varias comprobaciones independientes. Por ejemplo, en 1986 el vuelo JAL 1628 sobre Alaska avistó un ovni, que fue investigado por la Fuerza Aérea. El ovni fue visto por los pasajeros del vuelo JAL y también seguido por un radar desde tierra. Asimismo, hubo avistamientos en masa de triángulos negros sobre Bélgica en 1989-1990, que fueron seguidos por radares de la OTAN y aviones interceptores a reacción. En 1976 hubo un avistamiento sobre Teherán, Irán, que generó múltiples fallos en los sistemas de un F4 interceptor, como está registrado en documentos de la CIA.

Lo que resulta frustrante para los científicos es que, de los miles de avistamientos registrados, ninguno ha dejado una sólida prueba física que pueda llevar a resultados reproducibles en el laboratorio. No se ha recogido ningún ADN alienígena, ningún chip de ordenador alienígena ni ninguna prueba física de un aterrizaje alienígena.

Suponiendo por el momento que tales ovnis pudieran ser naves espaciales reales y no ilusiones, podríamos preguntarnos qué tipo de naves serían. He aquí algunas de las características que han sido registradas por los observadores.

Ninguna de estas características encajan en la descripción de los cohetes que hemos desarrollado en la Tierra. Por ejemplo, todos los cohetes conocidos dependen de la tercera ley de movimiento de Newton (por cada acción, existe una reacción igual y opuesta); pero los ovnis citados no parecen tener ninguna tobera. Y las fuerzas-g creadas por platillos volantes zigzagueantes superarían en un centenar de veces la fuerza gravitatoria de la Tierra —las fuerzas-g serían suficientes para aplastar a cualquier criatura en la Tierra.

¿Pueden explicarse estas características de los ovnis utilizando la ciencia moderna? En las películas, como La Tierra contra los platillos volantes, siempre se supone que seres alienígenas pilotan estas naves. Sin embargo, lo más probable es que, si tales naves existen, no estén tripuladas (o estén tripuladas por un ser en parte orgánico y en parte mecánico). Esto explicaría que la nave pueda ejecutar pautas que generan fuerzas-g que normalmente aplastarían a un ser vivo.

Una nave que fuera capaz de bloquear los sistemas de encendido de los automóviles y moverse silenciosamente en el aire sugiere un vehículo propulsado por magnetismo. El problema con la propulsión magnética es que los imanes siempre tienen dos polos, un polo norte y un polo sur. Si colocamos un imán en el campo magnético de la Tierra, simplemente girará (como la aguja de una brújula) en lugar de ascender en el aire como un ovni; cuando el polo sur de un imán se mueve en un sentido, el polo norte se mueve en sentido contrario, de modo que el imán gira y no va a ninguna parte.

Una posible solución al problema sería utilizar «monopolos», es decir, imanes con un solo polo, ya sea norte o sur. Normalmente, si rompemos un imán por la mitad no obtenemos dos monopolos. En su lugar, cada mitad del imán se convierte en un imán por sí misma, con sus propios polos norte y sur; es decir, se convierte en otro dipolo. De modo que si seguimos dividiendo un imán, siempre encontraremos pares de polos norte y sur. (Este proceso de dividir un imán de dos polos para crear dipolos más pequeños continúa hasta el nivel atómico, donde los propios átomos son dipolos).

El problema para los científicos es que nunca se han visto monopolos en el laboratorio. Los físicos han tratado de fotografiar la traza de un monopolo que atraviese sus equipos y han fracasado (excepto una única y controvertida imagen registrada en la Universidad de Stanford en 1982).

Aunque nunca se han visto experimentalmente monopolos de forma concluyente, los físicos creen en general que el universo tuvo abundancia de monopolos en el momento del big bang. La idea se ha incorporado a las últimas teorías cosmológicas del big bang. Pero debido a que el universo se infló rápidamente después del big bang, la densidad de monopolos en el universo se ha diluido, de modo que hoy no los vemos en el laboratorio. (De hecho, la ausencia de monopolos hoy fue la observación clave que llevó a los físicos a proponer la idea del universo inflacionario. De modo que el concepto de monopolos reliquia está bien establecido en física).

Por consiguiente, es concebible que una especie viajera del espacio pudiera extender una gran «red» magnética en el espacio exterior para recoger esos «monopolos primordiales» residuos del big bang. Una vez que hubieran recogido suficientes monopolos, podrían navegar en saltos a través del espacio, utilizando las líneas de campo magnético que se encuentran en la galaxia o en un planeta, sin dejar ninguna huella en forma de escapes. Puesto que los monopolos son objeto de intensa investigación por parte de muchos cosmólogos, la existencia de una nave semejante es compatible con el pensamiento actual en física.

Por último, cualquier civilización alienígena suficientemente avanzada para enviar naves espaciales a través del universo ha tenido que dominar la nanotecnología. Esto significaría que sus naves espaciales no tienen que ser muy grandes; podrían ser enviadas por millones para explorar planetas habitados. Lunas desoladas serían quizá las mejores bases para tales nanonaves. Si es así, quizá nuestra propia Luna haya sido visitada en el pasado por una civilización tipo III, como se muestra en la película 2001: una odisea del espacio, que es tal vez la representación más realista de un encuentro con una civilización extraterrestre. Es más que probable que la nave fuera robótica y no tripulada, y se posara en la Luna. (Quizá pase otro siglo antes de que nuestra tecnología esté lo bastante avanzada para explorar la Luna en busca de anomalías en la radiación, y sea capaz de detectar pruebas de una visita previa por parte de nanonaves).

Si en realidad nuestra Luna ha sido visitada en el pasado, o ha sido el emplazamiento de una base nanotecnológica, esto explicaría por qué los ovnis no tienen que ser muy grandes. Algunos científicos se han burlado de los ovnis porque no encajan en ninguno de los gigantescos sistemas de propulsión que los ingenieros consideran hoy día, tales como estatorreactores de fusión, enormes velas impulsadas por láseres y motores nucleares, que podrían tener un tamaño de kilómetros. Los ovnis pueden ser tan pequeños como un avión a reacción. Pero si hay una base lunar permanente, producto de una visita anterior, los ovnis no tienen por qué ser grandes; pueden recargarse en su base espacial cercana. Así, los avistamientos pueden corresponder a naves de reconocimiento no tripuladas que tienen su origen en la base lunar.

Dados los rápidos avances en SETI y en el descubrimiento de planetas extrasolares, el contacto con vida extraterrestre, suponiendo que exista en nuestra vecindad, puede ocurrir dentro de este siglo, lo que hace de dicho contacto una imposibilidad de clase I. Si existen civilizaciones alienígenas en el espacio exterior, las siguientes preguntas obvias son: ¿tendremos alguna vez los medios de llegar a ellas? ¿Y qué pasa con nuestro propio futuro lejano, cuando el Sol empiece a expandirse y a devorar a la Tierra? ¿Realmente está nuestro destino en las estrellas?