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Jan Pieters Sweelink. El extraño nombre del músico holandés hace que todo lo bello parezca extraño y lejano. Descubro sus variaciones para clavecín en una antigua tonada. Youth has an end. En la vaga niebla de sonidos antiguos surge un punto de luz: el mensaje del alma va a ser escuchado. La juventud es finita: el fin está aquí. Nunca será. Bien lo sabes. Entonces, ¿qué? ¡Escríbelo, carajo, escríbelo! ¿Es que sirves para otra cosa?
—¿Por qué?
—Porque de otro modo no podría verte.
Deslizamiento—espacio—edades—follaje de estrellas—y cielo menguante—silencio—y silencio más profundo—silencio de la aniquilación—y su voz.
Non hunc sed Barabbam!
Desprevención. Un apartamento desnudo. Luz perezosa del día. Un piano largo y negro: ataúd de música. Un sombrero de mujer con flores rojas, y un paraguas, plegado, se equilibran en el borde del piano. Sus brazos: casco, gules, y una lanza roma en un campo, sable.
Tornada: Ámame, ama mi paraguas.
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