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Ella va delante de mí por el pasillo y mientras anda un rizo negro se le desprende lentamente y cae. Cabello suavemente abriéndose, cayendo. Ella no lo sabe y anda delante de mí, simple y orgullosa. Así pasó ante Dante, con simple orgullo, así inmaculada de sangre y violación, Beatriz, la hija de Cenci, hacia su muerte:
------------------------------…Átame
Este cinto y recoge este cabello
con cualquier nudo sencillo.
La criada me dice que tuvieron que llevársela apresuradamente al hospital, poveretta, que sufrió tanto, tanto, poveretta, que es muy grave… Me siento a punto de llorar. ¡Ah, no! No será así, en un instante, sin una palabra, sin una mirada. ¡No, no! ¡La suerte del infierno no puede abandonarme!
Operada. El bisturí del cirujano ha violado sus entrañas y se ha retirado, dejando en su vientre la cruda incisión dentada de su paso. Veo sus negros y plenos ojos sufrientes, bellos como los ojos de un antílope. ¡Oh herida cruel! ¡Dios libidinoso!
Otra vez en su silla cerca de la ventana, alegres palabras en la boca, risa feliz. Un pájaro gorjeando después de la tormenta, feliz porque su vidita tonta ha escamoteado el alcance de las garras de un señor epiléptico dador de vida, gorjeando felizmente, gorjeando y piando felizmente.
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