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Ella opina que los caballeros italianos tuvieron razón al expulsar del teatro a Ettore Albini, el crítico del Secolo, por no haberse puesto de pie cuando la orquesta tocó la Marcha Real. Ella lo supo mientras cenaba. Ay. Aman a su país cuando están bien seguros de qué país se trata.

Ella escucha: virgen prudentísima.

Una falda recogida por la rodilla que súbitamente se mueve; un encaje blanco, remate de un refajo levantado sin discreción; una red de media estirada por la pierna. Si pol?

Toco blandamente, cantando con suavidad, la lánguida canción de John Dowland, Loth to depart: también yo aborrezco la partida. Esa edad está aquí y ahora. Aquí, abriéndose desde la oscuridad del deseo, hay ojos que opacan el rompiente Este, su centelleo el centelleo de la espuma que cubre el pozo negro de la corte del baboso James. Aquí hay vinos ambarinos, lánguidas muertes de aires dulces, la pavana altiva, gentiles damas coqueteando desde sus balcones con bocas recentales, rameras cubiertas de fétidas pústulas y jóvenes esposas que, cediendo alegremente ante sus estupradores, abrazan y vuelven a abrazar.

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