«Me llamo Khaló Alí y soy yo quien firma esta historia, a pesar de no haberla vivido en mi propia carne. Miguel G, el asesino que cometió los crímenes relacionados con el libro de relatos El último Baile, fue mi compañero de celda durante los seis meses que estuve preso en la cárcel de Ceuta por algo que no viene al caso. Soy marroquí y por respeto a mi familia y a mi pueblo me gustaría, en la medida en que me sea posible, permanecer en el anonimato. Allí compartimos muchas cosas además de celda. Nuestros lazos eran tan estrechos que pensé que serían para siempre. Pero llegó el día en que me soltaron y acabó todo.
Cada noche, cuando el sol se ponía y las estrellas brillaban fuerte en el firmamento, él contaba la historia, paso a paso. Todas las noches la misma historia. Llegó a repetir tantas veces cómo había matado a todas aquellas personas y por qué, que me lo acabé aprendiendo de memoria. Cuando le preguntaba por qué repetía cada noche la misma historia, él me decía que para que no se le olvidase: «La mente se ocupa de olvidar las cosas malas que hemos hecho para así dejar de sufrir. Yo no quiero que se me olvide, o podría volver a repetirlo» —decía.
No puedo asegurar a ciencia cierta que esto ocurriese de verdad. Ni siquiera sé si estos personajes realmente existen o no. Muchas veces, en el patio de la cárcel, algunos presos le tachaban de loco. Si es cierto que estaba loco, para mí fue un loco maravilloso.
Cuando estaba a su lado recordaba las historias que me contaba mi abuela cuando era pequeño, historias que a ella le había contado la suya, pasando así de generación en generación. Como no pretendo tener hijos decidí seguir con la tradición de alguna forma. Por eso luché por publicar la suya. Primero porque sé que es lo que le gustaría a Miguel, y segundo porque siento que así continúo con un legado del que, de alguna forma, me siento responsable. Pido perdón si en algún momento he exagerado alguna de las cosas que se cuentan, si algo no es cierto o si, simplemente, alguien se siente ofendido. Nada más lejos de mis intenciones que hacer daño a nadie pero, cuando las historias pasan de boca en boca, acaban formando una bola gigante que en poco o en nada se acaban pareciendo a la original. Por si acaso, vuelvo a pedir disculpas. Que Alá nos proteja a todos».
Khaló Alí