Bard Lane permanecía de pie al lado de la ventana de su despacho mirando por encima de la placa hacia las nuevas barracas que estaban siendo construidas entre las otras dos viejas.
El general Sachson no había menospreciado la presión. Llegaba de todas partes. Un grupo había publicado una impugnación sobre la teoría del Beatty, y sus nuevos servicios habían sido recogidos y simplificados. "Credo", el nuevo micro magazine, hablaba de "billones que eran malgastados en cierto escondrijo de las montañas del norte de Nuevo Méjico para necios experimentos".
Dándose cuenta de la posibilidad de la cancelación del "Proyecto Tempo", las ramas administrativas de Washington, financiadoras del personal y demás, estaban intentando sostener firmes las riendas para conseguir el número de informes necesarios.
Sharan Inly llamó a la puerta y entró en la oficina de Bard. Éste se volvió y le dirigió una apagada sonrisa. Ella llevaba el usual uniforme del personal del proyecto, una especie de mono, con una camisa blanca y con las mangas arrolladas hasta el codo y el cuello abierto.
Ella miró con desagrado el montón de papeles que cubría la mesa.
—Bard, ¿eres un oficinista o un científico?
—Estoy demasiado atareado en lo primero para hacer nada en lo segundo. Estoy empezando a aprender algo acerca del trabajo gubernamental. Ya sabes, yo acostumbraba cuidar personalmente de cada informe, por lo menos hasta cierto punto. Pero descubrí que antes de que yo pudiera obtener un informe, todo había cambiado. ¿Sabes lo que hago ahora?
—¿Algo eficaz?
—Tenía hechos sellos de goma. Échales un vistazo. ¿Ves este? RESERVADO PARA ACTUAR - GRUPO COORDINACIÓN. Y éste. PARA REVISIÓN E INFORME - COMITÉ ESTADÍSTICA. Aquí hay uno estupendo. CLASIFICADOR PROVISIONAL - CONSEJO DE PROGRAMACIÓN.
—¿Qué diablos es todo esto?
—Oh, es muy sencillo. Por ejemplo, esta petición de informe. ¿Ves?, viene por triplicado. El Comité Industrial de Investigación del Consejo de Proyectos del Grupo de Colocación de Materiales del Consejo de Control de Defensa quiere un informe. Y yo repito un texto: Se requiere que el doce y vigésimo séptimo de cada mes, a partir del mes siguiente al recibo de este envío, se informe de la utilización proyectada de la lista anexa de metales críticos por un período de tres meses en el futuro, siendo expresada la utilización de cada mes como porcentaje de la utilización total durante el período de seis meses inmediatamente anteriores a cada informe. Y ahí tienes la lista anexa. Diecisiete párrafos. ¿Has visto a esa muchacha que está en la oficina, ahí afuera, en el ángulo?
—¿La pequeña morenita? Sí, la he visto.
—Bien, le paso este informe. Está sacando cien copias. Es ella mi Grupo de Coordinación, mi Comité de Estadística y mi Consejo de Programación. El decimosegundo y vigésimo séptimo de cada mes se cuidará de enviar una copia del directorio con uno de los sellos estampados en él. Enviará uno a cada uno de los que te he citado antes. Ella, a su criterio, estampará el sello que mejor le parezca.
—¡Oh, Bard, qué solemne tontería que tengas que malgastar tu tiempo de esta manera!
—No tiene importancia. Lo duro es esto, Sharan. No quieren proporcionar más personal. Por lo menos lo están poniendo tan difícil que dudo que nadie quiera venir por acá durante varios meses. Tendremos que arreglarnos como podamos. Están atándome de manos, ya lo ves. Y no puedo defenderme. No hay forma de defenderse. Es como un monstruo enorme con tentáculos de papel carbón, y un escondrijo hecho de segundas hojas.
—¿Por qué, Bard…? ¿Por qué están volviéndose en contra del Proyecto, si hace un tiempo creían en él?
—Tal vez dura demasiado…
—¿No podrías ir a Washington?
—No sirvo para esas cosas. Me violento. Sé lo que debo decir, cómo tratarles, pero no puedo hacerlo.
Se acercó a la ventana, sentándose en uno de los sillones próximos a ella. Arrugó la frente. Bard se le acercó colocándose a su lado y siguiendo con su mirada la dirección de la de ella.
—Bien, Sharan, aunque nunca consigamos hacerlo despegar, no podrán decir que no hayamos construido uno bien grande.
A pesar de la brillante luz solar, la luz que iluminaba la zona del proyecto quedaba difuminada. Cuatro gigantescas torres de acero de medidas irregulares habían sido construidas de forma que formaran un cuadrado irregular. Un cuadrado hecho de una materia y pintado con todo el arte de camuflaje que desde el aire aparecería como cualquiera de las colinas rocosas y de arena propias del lugar.
Algunos laboratorios estaban colocados en el interior de la sólida roca de las colinas circundantes. Todos los edificios del proyecto estaban bajo la protección diseñada de forma que desde el aire aquello pareciera, ni más ni menos, cualquier pueblecito dormido de las montañas de Sangre de Cristo.
Contempló a Sharan por un momento y se resistió al impulso de dejar descansar su mano en el cabello rizado de ella, para sentir bajo sus dedos la delicada configuración de su cabeza.
Bard apretó las manos a su espalda contemplando a través de la ventana donde se hallaba el Beatty One, con un diámetro de ciento setenta pies aproximadamente.
—¿Volará? —preguntó Sharan.
—Personalmente te garantizo que conseguiré por lo menos que se eleve unas doce pulgadas del suelo.
—He venido a traerte buenas noticias… y malas.
—¿Las buenas se refieren a Bill Kornal?
—Sí. Después del examen a que ha sido sometido no hemos podido encontrar nada. Bill está tan sano como esa montaña que se levanta ante nuestros ojos.
Bard suspiró.
—Me alegro de oírlo. Mañana por la mañana firmaré el conforme.
—Y las malas noticias se refieren a Tommy, el mayor, el amigo Leeber. Honradamente no puedo hacerlo desaparecer. Ese hombrecillo posee una mente como una bisagra de metal. Perfectamente sencilla. Sólo funciona en una dirección. Lo cual es mejor para el mayor Leeber. Eso es todo lo que él tiene que saber. ¿Qué hay de la lealtad?
—Washington me ha enviado la confirmación esta mañana. Grado A.
—¡Oh, feliz proyecto! Tommy el mayor aguarda fuera, esperando ser acompañado por el jefe a dar una vuelta alrededor de todo esto.
Bard consultó el reloj.
—Tenemos tiempo suficiente, creo. Iré ahora. Te veré a la hora de comer.
El mayor Leeber mostró la misma mirada de satisfacción al ver por primera vez al Beatty One que cualquier recién llegado a la base. Dio varios pasos a su alrededor mirándolo, sonriendo con aquella mueca perezosa, y dijo:
—Doc, todavía no puedo creerlo.
Bard hizo una seña al operador. Éste hizo descender el ascensor.
—La nariz —dijo Bard.
Se quedó apoyado contra una estaca y vio a Leeber que se colocaba en el centro de la plataforma. Vio que el mayor palidecía después de haber estado un rato contemplando la altura del Beatty.
—Vamos —dijo Bard.
Bajaron al piso inferior.
Había repetido las mismas palabras muchas veces.
—Esto será la puerta de entrada para la tripulación. El Beatty One está diseñado para llevar una tripulación compuesta por seis personas. Sin pasajeros. Un diez por ciento de toda la longitud está reservado para la vivienda de la tripulación, comida, aparatos de oxígeno y principales tableros de control. Esto es la sala de control. Fíjese en estos sillones. Están especialmente diseñados, montados sobre pedestales y son, en efecto, cilindros hidráulicos para soportar cambios de gravedad considerables, superiores a lo que un hombre carente de protección puede soportar Son lo mismo que los modelos del ejército A-4, A-5 y A-6.
—¿Cómo lo dirigen? —preguntó Leeber.
—De la misma manera que un A-6. En el centro de la nave hay una rueda volante de veinte toneladas, colocada de forma que puede girar formando un arco de diez grados. En el espacio libre conducirá a la nave hacia cualquier dirección deseada una vez haya soltado la última fase.
Los ojos de Leeber le miraron con dureza.
—De modo que ha conseguido un A-6 de tamaño real, ¿eh?
—No exactamente, mayor. El volumen de la nave es, por supuesto, levantado mediante la misma clase de energía atómica que la empleada en el A-6, con la excepción de que los controles han sido refinados hasta el punto que nosotros no hemos de depender de los combustibles químicos para el impulso inicial. La llamarada posterior será de una materia de corta duración que será fácilmente absorbida. Luego la nave actúa como un A-6 hasta que sale del sistema. Lo cual quiere decir, bajo la AC, unos ocho días probablemente.
—¿La AC?
—Aceleración constante. Una vez fuera del sistema podemos poner en funcionamiento la energía original del Beatty One. En realidad, es un nombre equivocado llamarlo energía. Beatty murió hace dos años y yo ayudo a completar sus fórmulas.
Tommy Leeber se apoyó contra el respaldo de uno de los asientos. Su rostro mostraba una expresión amistosa.
—¿Es posible que un zopenco como yo pueda entender todas esas cosas?
—Eso depende de las nociones que usted tenga de física teórica.
—Hice un curso de física.
—¿Ha oído hablar alguna vez de los distintos sistemas de referencia?
—¿Se refiere usted a que nosotros, sentados aquí en la Tierra, calculamos la velocidad del Sol en nuestra galaxia, pero que si estuviéramos en cualquier otro sitio la velocidad podría ser cualquier otra?
—Más o menos, en rasgos generales. Hace pocos años se hablaba de sistemas de referencia puramente bajo el punto de vista de velocidades relativas. La paradoja, por supuesto, es que no existe nada que permanezca inmóvil en el espacio. Usted está siempre en el punto focal de todas las series de velocidades. Usted puede estar todavía quieto con relación a una estrella y viajando a cincuenta millas por segundo en relación a otro punto equidistante de la primera. No tenemos matemáticas que nos capaciten para encontrar un punto muerto en el espacio. Conocemos la teoría de tanteo, simplemente un promedio de todas las velocidades de todas las estrellas de todas las galaxias, y luego calcule su velocidad de modo que el promedio entero resulte cero. Pero eso le da una ecuación con varios quintillones desconocidos, debido a los límites de observación. ¿Me sigue?
—Me parece que… sí.
—Ahora preste atención. Beatty tuvo la idea que, puesto que hay sistemas espaciales, hay también sistemas de tiempo. Imaginaba un universo curvado de acuerdo con las formas einstenianas, pero compuesto de distintas velocidades y distintas afinidades temporales con este punto central semimítico de tiempo. Para encontrar el tiempo absoluto, tendría que tomarse el promedio de "velocidad del tiempo" del universo entero. Una vez Beatty hubo formulado su teoría, la aplicó a la paradoja del universo dilatado. En lugar de ser insensata, su teoría consiguió lo que las teorías de la "luz cansada" no habían podido hacer. Su teoría demostró que el universo no era dilatado, que la aparente dilatación era más probablemente el efecto de la interafinidad de la velocidad de la luz y la curvatura variante del tiempo a través del universo observable, particularmente notable en las galaxias más distantes.
—Creo que me caeré en la primera curva, pero continúe —dijo Leeber.
—Sabemos que el límite máximo de velocidad es la velocidad de la luz, o mejor dicho una pulgada por segundo por debajo de la velocidad de la luz. Porque, a la velocidad de la luz, la contracción de Fitzgerald es infinita. Lo que Beatty hizo fue proporcionarnos una forma de traspasar ese límite exterior de velocidad arrojando la nave a otro sistema de tiempo.
—No lo entiendo.
—Ahí tiene la analogía que empleamos para los profanos, mayor. Usted conduce desde El Paso hacia Nueva York. Esto le lleva cuatro días. Usted sale el lunes y espera llegar a Nueva York el jueves por la noche. Sin embargo, usted tiene un pequeño botón en su salpicadero que se titula jueves. Una vez pasados los límites de la ciudad de El Paso, pulsa usted ese botón. Es jueves y precisamente delante está la silueta de Nueva York.
—Compraré una de esas cosas.
—Nuestros botones están clasificados en unidades de cien años, sin embargo. Pero no crea que cien años transcurran en un abrir y cerrar de ojos. Ahí es donde la analogía falla, Una vez pulsado el botón en realidad se llega a Nueva York en el mismo instante de salir de El Paso. Aquí hay otra analogía. Tenemos bandas de tiempo. Está usted conduciendo en el tiempo Central y cruza usted la banda de tiempo correspondiente al tiempo de Rocky Mountain. Ha estado usted conduciendo una hora desde las seis. Súbitamente vuelven a ser las seis. Beatty demostró que el desnivel de tiempo entre los sistemas puede ser encerrado en un brusco cambio de tiempo, aun cuando cruce una banda de tiempo en su coche.
—De acuerdo, Doc. Yo no puedo dar un paso más en esa dirección. ¿Cómo sabe dónde va cuando salta a mañana?
Lane sonrió.
—Esto es lo que ha representado el arduo trabajo de siete meses de tres calculadores integrales de los más complicados del país para descubrirlo. Sus computaciones fueron usadas para la construcción de los tableros.
—¿Los que Kornal destruyó?
—Eso es.
—¿Está seguro de obrar con prudencia permitiéndole que vuelva a su trabajo, Doc?
—¿Está seguro de no salirse de su camino, mayor? Hasta que no sea relevado de mi cargo, mantendré mis decisiones.
—Perdone —dijo el mayor Leeber—. ¿Qué vamos a ver ahora?
—Le sugiero que vayamos a ver el comedor, mayor, a cenar. Por la mañana podremos dar una rápida vuelta por los laboratorios. ¿Está satisfecho de sus habitaciones?
—Estupendas, estupendas. Y la comida es buena. Pero ¿qué hay de diversiones?
—Pasaremos por el club para ir a cenar. Ya se lo indicaré.