XI

EPÍLOGO

[137]

Cuando mi padre escribió las últimas palabras de El Señor de los Anillos «—Bueno, estoy de vuelta —dijo» en el largo borrador del manuscrito A que se ha seguido en los capítulos anteriores, no pretendía acabar el libro con ellas. En el manuscrito el texto prosigue sin interrupción;[119] y de hecho no existe indicación alguna de que mi padre pensara separar lo que estaba escribiendo de lo precedente. Doy ahora esa última parte de A: es muy tosca, pero legible de principio a fin. Las edades de los hijos de Sam se añadieron casi con certeza en el momento de la escritura: Elanor 15, Frodo 13, Rosa 11, Merry 9, Pippin 7.

Y una noche de marzo [añadido: 1436][120] el Maese Samsagaz Gamyi descansaba junto al fuego de la chimenea de su estudio, y los niños estaban reunidos en torno a él, algo que no era raro, pero que siempre indicaba una ocasión especial.

Había estado leyendo en voz alta (como acostumbraba) de un gran Libro Rojo apoyado en un atril, y en una banqueta a su lado se sentaba Elanor, una hermosa niña que tenía la piel más blanca y era más esbelta que la mayoría de las muchachas hobbits y que ya había entrado en la adolescencia; y sobre la alfombra estaba Frodo, que a pesar de su nombre era una copia exacta de Sam, y Rosa, Merry y Pippin estaban sentados en sillas demasiado grandes para ellos. Rizos de Oro se había ido a la cama, pues en la predicción de Frodo había habido un ligero error y Rizos de Oro nació después de Pippin, y sólo tenía cinco años y el Libro Rojo todavía era demasiado para ella. Pero no era la última del linaje, ya que parecía probable que Sam y Rosita rivalizaran con el viejo Gerontius Tuk en el número de hijos y lo superaron igual que Bilbo lo había superado en edad. Estaba el pequeño Ham, y Margarita en la cuna.

—Bueno, querida —dijo Sam—, crecía allí antes, porque yo la vi con mis propios ojos. [138]

—¿Sigue creciendo todavía, papi?

—No veo por qué no, Eli. No he vuelto a viajar más, como bien sabéis, porque tenía que ocuparme de vosotros… la gentuza de siempre, habría dicho el viejo Saruman. Pero el señor Merry y el señor Pippin han estado en el sur más de una vez, porque ahora son un poco de allí, también.

—¿Y verdad que se han hecho muy grandes? —preguntó Merry—. Me gustaría hacerme tan grande como el señor Meriadoc de Los Gamos. Es el hobbit más grande que jamás existió: más grande que Bandobras.

—No más grande que el señor Peregrin de Alforzada —dijo Pippin— y tiene el pelo casi dorado. ¿Es el Príncipe Peregrin en la Ciudad de Piedra, papá?

—Bueno, él nunca ha dicho eso —repuso Sam—, pero sí sé que está muy bien considerado. Y ahora, ¿por dónde íbamos?

—Por ningún lado —dijo el joven Frodo—. Quiero oír otra vez lo de Araña. Las partes que más me gustan son cuando apareces tú, papá.

—Pero, papá, estabas hablando de Lórien —dijo Elanor—, y de si mi flor aún crece allí.

—Supongo que sí, querida Eli. Como iba diciendo, el señor Merry dice que aunque la Dama se ha ido los Elfos aún viven allí.

—¿Cuándo podré ir a verla? Quiero ver a los Elfos, papá, y quiero ver mi propia flor.

—Si miras en un espejo verás una más hermosa —dijo Sam—, aunque no debería decírtelo, porque muy pronto lo averiguarás tú misma.

—Pero no es lo mismo. Quiero ver la colina verde y las flores blancas y doradas y oír cantar a los Elfos.

—Entonces puede que lo hagas algún día —indicó Sam—. Yo decía lo mismo cuando tenía tu edad, y mucho después, y no pareció haber ninguna esperanza, y sin embargo lo hice.

—Pero los Elfos todavía siguen partiendo en sus barcos, ¿no?, y pronto no quedará ninguno, ¿verdad, papá? —preguntó Rosa—. Y luego sólo serán lugares, muy hermosos, pero, pero…

—¿Pero qué, Rosita?

—Pero no como en las historias.

—Bueno, sería así si se marcharan todos —dijo Sam—. Pero me [139] han contado que ya no se hacen a la mar. El Anillo ha abandonado los Puertos, y aquéllos que decidieron quedarse cuando el Señor Elrond partió siguen aquí. Y por eso habrá Elfos para mucho, mucho tiempo.

—Pero pienso que fue muy triste que el Señor Elrond se fuera de Rivendel y la Dama se fuera de Lórien —dijo Elanor—. ¿Qué le pasó a Celeborn? ¿Está muy triste?

—Supongo que sí, querida. Los Elfos son tristes; y eso es lo que los hace tan hermosos, y la razón por la que no podemos verlos mucho. Él vive en su propia tierra como siempre ha vivido —dijo Sam—. Lórien es su tierra, y ama los árboles.

—Nadie más en el mundo tiene un Mallorn como nosotros, ¿verdad? —dijo Merry—. Sólo nosotros y el Señor Keleborn.[121]

—Eso creo —repuso Sam. Secretamente era uno de los mayores orgullos de su vida—. Bueno, Keleborn vive entre los Árboles, y es feliz a su manera élfica, no lo dudo. Los Elfos pueden permitirse el lujo de esperar. Su hora aún no ha llegado. La Dama llegó a su tierra y ahora se ha marchado;[122] y él aún tiene la tierra. Cuando se canse de ella podrá dejarla. Lo mismo sucede con Legolas, llegó con su pueblo y viven en la tierra del otro lado del río, el Ithilien, si se puede decir así, y la han hecho muy hermosa, según el señor Pippin. Pero algún día se irá al Mar, no lo dudo. Pero no mientras Gimli esté con vida.

—¿Qué le ha pasado a Gimli? —preguntó el joven Frodo—. Me gustaba. Por favor, ¿podré tener pronto un hacha, papá? ¿Queda algún orco?

—Supongo que sí, si sabes dónde buscarlos —contestó Sam—. Pero no en la Comarca, y no tendrás un hacha para cortar cabezas, Frodo. Nosotros no las fabricamos. Pero Gimli, fue a trabajar para el Rey en la Ciudad, y él y su pueblo trabajaron tanto tiempo que se acostumbraron y se sintieron orgullosos de su obra, y al final se instalaron en las montañas, lejos, al oeste, detrás de la ciudad, y aún siguen allí. Y Gimli va algún que otro año a ver las Cavernas Centelleantes.

—¿Y va Legolas a ver a Bárbol? —preguntó Elanor.

—No lo sé, querida —dijo Sam—. No he oído de nadie que haya visto a un Ent desde aquellos días. Si el señor Merry o el señor Pippin han visto alguno lo mantienen en secreto. Los Ents son muy cerrados. [140]

—¿Y nunca encontraron a las Ents-mujeres?

—Bueno, nosotros no hemos visto a ninguna aquí, ¿verdad? —dijo Sam.

—No —repuso Rosita—, pero yo las busco siempre que estoy en el bosque. Me gustaría que encontraran a las Ents-mujeres.

—A mí también —dijo Sam—, pero me temo que ése es un antiguo problema, demasiado antiguo y profundo como para que lo pueda solucionar gente como nosotros, querida. Ya basta de preguntas por esta noche, por lo menos hasta después de la cena.

—Pero eso no es justo —dijeron al unísono Merry y Pippin, que aún no habían llegado a los diez años—. Tendremos que irnos directamente a la cama.

—No me habléis de esa manera —dijo Sam con severidad—. Si no es justo que Eli y Fro se queden despiertos después de cenar no es justo que ellos hayan nacido antes, y no es justo que yo sea vuestro padre y no vosotros el mío. Así que basta de eso, tomad vuestro turno cuando os llegue la hora, o se lo contaré al Rey.

Ya habían oído esa amenaza, pero algo en la voz de Sam la hizo parecer más seria en esta ocasión.

—¿Cuándo verás al Rey? —preguntó el joven Frodo.

—Más pronto de lo que piensas —repuso Sam—. Bueno, seamos justos ahora. Os contaré a todos, a los que os podéis quedar despiertos y a los que tenéis que iros a la cama, un gran secreto. Pero no os pongáis a murmurar y a despertar a los más jóvenes. Guardadlo hasta mañana.

Un silencio expectante se apoderó de todos los niños: lo miraron como los niños hobbits de otros tiempos miraban al mago Gandalf.

—El Rey vendrá aquí —anunció Sam con solemnidad.

—¡Vendrá a Bolsón Cerrado! —exclamaron los niños.

—No —dijo Sam—. Pero vendrá al norte. No vendrá a la Comarca porque ha dado órdenes de que nadie de la Gente Grande entre en esta tierra de nuevo después de aquellos Rufianes; y él no lo hará para demostrar que habla en serio. Pero llegará hasta el Puente. Y… —Sam hizo una pausa—. Ha enviado una invitación muy especial para cada uno de vosotros. ¡Sí, con vuestro nombre! [141]

Sam se dirigió a un cajón y sacó un pergamino grande. Era negro y estaba escrito en letras de plata.

—¿Cuándo llegó, papá? —preguntó Merry.

—Llegó con el correo de la Cuaderna del Sur hace tres días [escrito arriba: el miércoles] —dijo Elanor—. Yo lo vi. Venía envuelto en seda y cerrado con grandes sellos.

—Así es, mis ojos brillantes —dijo Sam—. Y ahora mirad. —Lo desenrolló—. Está escrito en élfico y en el Lenguaje Llano. Y pone: Elessar Aragorn Arathornsson el Rey Piedra de Elfo de Gondor y Señor de las Tierras del Oeste se acercará al Puente del Baranduin el primer día de la Primavera, o según el Calendario de la Comarca el próximo veinticinco de marzo, y allí desea saludar a todos sus amigos. En especial desea ver a Maese Samsagaz, Alcalde de la Comarca, y a Rosa su esposa, y a Elanor, Rosa, Rizos de Oro y Margarita, sus hijas; y a Frodo, Merry, Pippin y Hamfast, sus hijos. Ahí lo tenéis, están todos vuestros nombres.

—Pero no son los mismos en las dos listas —dijo Elanor, que sabía leer.

—Ah —dijo Sam—, es porque la primera lista está en élfico. Tú apareces igual en las dos, Eli, porque tu nombre es élfico; pero Frodo es Iorhail, y Rosa es Beril, y Merry es Riben [> R..el > Gelir], y Pippin es Cordof, y Rizos de Oro es Glorfinniel, y Hamfast es Marthanc, y Margarita es Arien. Ahora ya lo sabéis.

—Es fantástico —dijo Frodo—, ahora todos tenemos nombres élficos, pero ¿cuál es el tuyo, papá?

—Bueno, es un poco peculiar —dijo Sam—, porque en la parte élfica, si queréis saberlo, lo que pone el Rey es Maese Perhail que debería ser llamado Lanhail, y creo que eso significa «Samsagaz o Medio-sagaz que debería ser llamado Simplemente-sagaz». Así que ahora que sabéis lo que piensa el Rey de vuestro padre quizá prestéis más atención a lo que diga.

—Y hacerle muchas más preguntas —dijo Frodo.

—¿Cuándo es 25 de marzo? —preguntó Pippin, que no acababa de entender las medidas de tiempo más grandes que un día—. ¿Es pronto?

—Una semana a partir de hoy —dijo Elanor—. ¿Cuándo partiremos?

—¿Y qué nos pondremos? —dijo Rosa.

—Ah —dijo Sam—. Eso lo dirá la Señora Rosa. Pero os sorprenderéis, [142] queridos míos. Hace mucho que recibimos noticias del evento y nos hemos preparado para el día. Iréis vestidos con las ropas más hermosas que hayáis visto nunca, y marcharemos en un carruaje. Y si todos os portáis bien y estáis tan adorables como ahora, no me sorprendería que el Rey nos invitara a ir a su casa del Lago. Y allí estará la Reina.

—¿Y nos quedaremos levantados hasta la cena? —preguntó Rosa, para quien la proximidad de la promoción la convertía en una preocupación constante.

—Nos quedaremos semanas, por lo menos hasta la cosecha del heno —dijo Sam—. Y haremos lo que el Rey diga. Pero en cuanto a quedarse despiertos hasta la cena, sin duda la Reina tendrá algo que decir al respecto. Y si ahora no tenéis suficiente para murmurar durante horas y para soñar hasta que salga el sol, entonces no sé qué más os puedo contar.

La estrellas brillaban en un cielo despejado: era el primer día claro y luminoso de la temporada que llegaba cada año a la Comarca a finales de marzo, y que cada año era bienvenida y alabada como algo sorprendente para esa época del año.

Todos los niños se hallaban en la cama. Las luces aún resplandecían débilmente en Hobbiton y en muchas casas desperdigadas en la campiña oscura. Sam estaba en la puerta y miraba hacia el este. Acercó a la Señora Rosa y la sostuvo a su lado.

—18 [> 25] de marzo[123] —dijo—. Este día hace diecisiete años, esposa mía, creí que nunca volvería a verte. Pero no perdí la esperanza.

[—Y yo nunca albergué ninguna, Sam —dijo ella—, hasta aquel mismo día; entonces, de pronto, me sentía esperanzada. A media mañana empecé a cantar, y mi padre dijo: «Silencio, muchacha, o vendrán los Rufianes», y yo le dije: «Que vengan. Su tiempo se acaba. Mi Sam vuelve». Y volvió].[124]

—Y volviste —dijo Rosa.

—Volví —dijo Sam— al lugar más amado del mundo. Entonces estaba partido en dos, pero ahora ya estoy entero. Y todo lo que tengo, y todo lo que he tenido aún lo tengo.

Aquí termina el texto original, pero más tarde mi padre añadió lo siguiente: [143]

Entraron en la casa y cerraron la puerta. Pero al mismo tiempo Sam oyó de pronto el suspiro y el murmullo del mar sobre las costas de la Tierra Media.

No hay duda de que en esa época tenía la intención de acabar así El Señor de los Anillos.

Siguió una copia en limpio («B»), y ésta se encabezó «Epílogo», sin número de capítulo; posteriormente «Epílogo» se sustituyó por «El Fin del Libro», de nuevo sin número. Los cambios realizados en el borrador original fueron notablemente pocos: ajustes de muy poca importancia y mejoras en el curso de la conversación entre Sam y sus hijos, y la alteración o ampliación de ciertos detalles.

Ahora Merry Gamyi sabe que Bandobras Tuk «mató al rey de los trasgos»: esto proviene de «Una tertulia inesperada» en El Hobbit, donde se cuenta que el Toro Bramador «En la Batalla de los Campos Verdes había cargado contra las filas de trasgos del Monte Gram, y blandiendo una porra de madera le arrancó de cuajo la cabeza al rey Golfimbul». Sobre la partida en barco de los Elfos Sam no dice ahora que «ya no se hacen a la mar», sino que «ahora ya no se hacen a la mar a menudo», y continúa: «La mayoría de los que se quedaron atrás cuando partió Elrond se quedarán para siempre, o durante mucho tiempo. Pero cada vez es más difícil encontrarlos y hablar con ellos». De los Ents comenta que son «muy cerrados, muy secretos, y no les gusta mucho la gente»; y de los Enanos que fueron de Erebor a Minas Tirith con Gimli dice «He oído que se establecieron en las Montañas Blancas, no muy lejos de la Ciudad», mientras que «Gimli va una vez al año a ver las Cavernas Centelleantes» (en el Apéndice A III, al final, se dice que Gimli «se convirtió en Señor de las Cavernas Centelleantes»).

La carta del Rey empieza ahora Aragorn Arathornsson Elessar la Piedra de Elfo; y la fecha de su llegada al Puente del Brandivino era «el octavo día de la Primavera, o según el Calendario de la Comarca el segundo día de abril», porque mi padre había decidido, ya durante la escritura de A (véase nota 123), que el 25 de marzo no era el día en el que el Rey llegaría al Puente, sino el día en que finalizaría El Señor de los Anillos.[125]

Ahora el nombre de Margarita Gamyi es Erien (Arien en A); y en la carta del Rey éste llama a Sam Maese Perhail quien más bien debería ser llamado Panthail, que Sam interpreta como «Maese Samsagaz quien debería ser llamado Completamente-sagaz».

Más adelante se hicieron otros cambios en B, que se incorporaron [144] en el tercer y definitivo texto «C» de esta versión del «Epílogo», una copia a máquina que mi padre tituló como en la revisión de B, «El Fin del Libro», con un número de capítulo, «LVIII».[126] Sin embargo, más tarde tachó tanto el título como el número y volvió a «Epílogo». El texto ahora se inicia de esta manera:

Una noche del mes de marzo de 1436 Maese Samsagaz Gamyi descansaba junto al fuego de la chimenea de su estudio, y sus hijos estaban reunidos en torno a él, algo que no era inusual. Aunque en principio siempre se trataba de una ocasión especial, una Orden Real, más a menudo la orden provenía de los súbditos y no del Rey.

Ese día, sin embargo, era realmente una ocasión especial. Primero porque era el cumpleaños de Elanor;[127] y segundo porque Sam había estado leyendo en voz alta de un gran Libro Rojo, y acababa de llegar al final, después de un lento avance a través de sus muchos capítulos, algo que le había llevado muchos meses. En una banqueta a su lado se sentaba Elanor …

Sam dice ahora de las Ents-mujeres: «Creo que tal vez las Ents-mujeres no desean que las encuentren»; y después de sus palabras «Ya basta de preguntas por esta noche» se introdujo el pasaje siguiente:

—¡Sólo una más, por favor! —suplicó Merry—. Te la quise hacer antes, pero Eli y Fro hacen tantas preguntas que nunca hay espacio para la mía.

—Bueno, entonces sólo una más —dijo Sam.

—Es sobre caballos —dijo Merry—. ¿Cuántos caballos perdieron los Jinetes en la batalla, y han criado muchos más? ¿Y qué le pasó al caballo de Legolas? ¿Y qué hizo Gandalf con Sombragrís? ¿Y tendré pronto un poney? —concluyó sin aliento.

—Eso es mucho más que una pregunta: eres peor que Gollum —dijo Sam—. Tendrás un poney en tu próximo cumpleaños, como ya te he dicho. Legolas dejó que su caballo volviera en libertad a Rohan desde Isengard; y los Jinetes tienen más caballos que nunca, porque ya nadie se los roba; y Sombragrís se fue en la Nave Blanca con Gandalf: por supuesto, Gandalf no podría haberlo abandonado. Y con esto ya basta. Ninguna pregunta más. Por lo menos no hasta después de la cena. [145]

La carta del Rey ahora empieza Aragorn Tarantar (ante lo cual Sam explica «Eso es Trotter») Arathornsson etc. Tarantar se alteró en la copia a máquina a Telcontar («Eso es Trancos»: véase GA 444, y nota 14). El nombre de Rosa en élfico se convierte en Meril (por Beril), y el de Hamfast en Baravorn (por Marthanc); el nombre élfico de Margarita vuelve a ser Arien (por Erien), la forma que tenía en A.

Aunque desde luego nunca se publicó, creo que esta versión del Epílogo es bastante conocida gracias a unas copias realizadas en la Marquette University. De hecho, mi padre jamás la habría publicado, aunque al final hubiera decidido concluir El Señor de los Anillos con un epílogo, ya que la sustituyó por una segunda versión donde, aunque se retuvieron gran parte de las nuevas de Sam procedentes de fuera de la Comarca, la estructura y presentación varían radicalmente.[128] De esta versión hay dos textos. El primero es un manuscrito claro y cuidado con pocas correcciones; no tiene ni título ni número de capítulo. El segundo es una copia a máquina que, aunque hecha por mi padre, siguió el manuscrito muy de cerca; está titulada «Epílogo», con el número de capítulo «X» (es decir, del Libro Sexto). Doy aquí el texto de la copia a máquina en su totalidad.

La segunda versión del Epílogo

EPÍLOGO

Una noche de marzo de 1436 Maese Samsagaz Gamyi estaba en su estudio de Bolsón Cerrado. Se hallaba sentado a su viejo escritorio, y con muchas pausas para pensar escribía con su mano lenta y redonda en hojas de papel sueltas. Sobre un atril a su lado había un gran libro rojo manuscrito.

Poco antes había estado leyéndoselo a su familia. Pues era un día especial: el cumpleaños de su hija Elanor. Aquella noche antes de la cena había llegado por fin hasta el final del Libro. El prolongado avance a través de los muchos capítulos, aun con omisiones que había considerado aconsejables, le había llevado algunos meses, ya que sólo leía en voz alta en los días importantes. En la lectura del cumpleaños, junto a Elanor estaban el joven Frodo, Rosita y los pequeños Merry y Pippin; pero no los otros niños. El Libro Rojo aún no era para ellos, y se hallaban seguros en la cama. Rizos de Oro sólo tenía cinco años, ya que [146] en su predicción Frodo había cometido un leve error, y Rizos de Oro nació después de Pippin. Pero no era la última del linaje, pues parecía probable que Samsagaz y Rosita rivalizaran con el viejo Gerontius Tuk en el número de hijos y lo superaran igual que lo había superado Bilbo en el número de años. Estaba el pequeño Ham, [y Margarita todavía en la cuna >] y Margarita, y Prímula aún en la cuna.[129]

Ahora Sam «disfrutaba de un poco de tranquilidad». La cena había terminado. Sólo Elanor estaba con él, todavía levantada porque era su cumpleaños. Permanecía sentada en silencio, mirando el fuego, y de vez en cuando a su padre. Era una hermosa muchacha, más blanca de piel y más esbelta que la mayoría de las doncellas hobbits, y el fuego de la chimenea centelleaba en su cabello rojo dorado. A ella había descendido, por un don si no por herencia, un recuerdo de la gracia élfica.[130]

—¿Qué estás haciendo, querido papá Sam?[131] —preguntó al fin—. Dijiste que ibas a descansar, y esperaba que hablaras conmigo.

—Aguarda sólo un momento, Elanorellë —dijo Sam[132] cuando ella se le acercó, lo rodeó con los brazos y escudriñó por encima de su hombro.

—Parece Preguntas y Respuestas —comentó ella.

—Y eso es —afirmó Sam—. El señor Frodo dejó las últimas páginas del Libro para mí, pero todavía no me he atrevido a tocarlas. Aún sigo tomando notas, como habría dicho el viejo señor Bilbo. Aquí están todas las muchas preguntas que Mamá Rosa y tú y los niños me habéis hecho, y yo estoy escribiendo las respuestas, cuando las conozco. La mayoría de las preguntas son tuyas, ya que sólo tú has oído el Libro entero en más de una ocasión.

—Tres veces —dijo Elanor, mirando la página cuidadosamente escrita que había bajo la mano de Sam.

P.Enanos, etc. El joven Frodo dice que son los que más le gustan. ¿Qué le pasó a Gimli? ¿Se han abierto de nuevo las Minas de Moria? ¿Queda algún Orco?

R.Gimli: regresó para trabajar para el Rey, como dijo, y trajo a muchos de su pueblo del Norte, y trabajaron en Gondor tanto tiempo que se acostumbraron y se establecieron allí, en las Montañas Blancas, no lejos de la [147] Ciudad. Una vez al año Gimli va a las Cavernas Centelleantes. ¿Cómo lo sé? Información del señor Peregrin, que a menudo vuelve a Minas Tirith, donde está muy bien considerado.

Moria: no he oído ninguna noticia. Quizá la predicción sobre Durin no se cumplirá en nuestra época.[133] Los lugares oscuros aún necesitan mucha limpieza. Creo que harán falta muchos problemas y hazañas osadas para expulsar a las criaturas malévolas de los recintos de Moria. La verdad es que quedan muchos Orcos en esos parajes. Probablemente nunca nos libremos del todo de ellos.

P.Legolas. ¿Regresó junto al Rey? ¿Se quedará allí?

R.Sí, lo hizo. Fue al sur con Gimli, y con él llevó a muchos de su pueblo del Gran Bosque Verde (así lo llaman ahora). Dicen que era maravilloso ver a las compañías de Enanos y de Elfos viajar juntos. Los Elfos han hecho la Ciudad, y la tierra donde vive el Príncipe Faramir, más hermosa que nunca. Sí, Legolas se quedará allí, por lo menos mientras permanezca Gimli; pero creo que algún día irá al Mar. Todo esto me lo contó el señor Meriadoc, ya que él ha visitado a la Dama Éowyn en su casa blanca.

P.Caballos. Merry está interesado en ellos; muchas ganas de tener un poney propio. ¿Cuántos caballos perdieron los Jinetes en las batallas, y tienen más ahora? ¿Qué le pasó al caballo de Legolas? ¿Qué hizo Gandalf con Sombragrís?

R.Sombragrís fue en la Nave Blanca con Gandalf, desde luego. Yo mismo lo vi. También vi a Legolas dejar libre al suyo para que galopara de regreso a Rohan desde Isengard. El señor Meriadoc dice que no sabe cuántos caballos se perdieron; pero ahora hay más que nunca en Rohan, porque ya nadie los roba. Los Jinetes también tienen muchos poneys, sobre todo en el Valle Sagrado: blancos, pardos y grises. El año próximo cuando vuelva de una visita al Rey Éomer piensa traerle uno a su tocayo. [148]

P.Ents. A Elanor le gustaría oír más sobre ellos. ¿Qué vio Legolas en Fangorn; y ve ahora alguna vez a Bárbol? La pequeña Rosita está muy preocupada por las Ents-mujeres. Las busca cada vez que entra en un bosque. ¿Las encontrarán alguna vez? Le gustaría que sí.

R.Legolas y Gimli no han contado lo que vieron, por lo menos hasta donde yo sé. No he oído de nadie que haya visto a un Ent desde aquellos días. Los Ents son muy secretos, y no les gusta mucho la gente, pequeña o grande. A mí también me gustaría que encontraran a las Ents-mujeres; pero me temo que el problema es demasiado antiguo y profundo para que las gentes de la Comarca lo puedan arreglar. Creo que, quizá, las Ents-mujeres no quieren que las encuentren; y tal vez los Ents se hayan cansado de buscar.

—Bueno, querida —dijo Sam—, esto es todo por hoy. —Suspiró—. No es adecuado entrar en el Libro de esta manera. No se parece en nada a la historia tal como la escribió el señor Frodo. Pero, de algún modo, tendré que hacer uno o dos capítulos con un estilo apropiado. Quizá me ayude el señor Meriadoc. Escribe muy bien, y está haciendo un libro espléndido sobre plantas.

—No escribas más esta noche. ¡Cuéntame, papá Sam! —dijo Elanor, y lo llevó a un asiento junto al fuego—. Háblame —dijo cuando se sentaron muy juntos con la luz suave y dorada en el rostro—, háblame de Lórien. ¿Todavía crece mi flor allí, papá Sam?

—Bueno, querida, Celeborn todavía vive entre sus árboles y sus Elfos, y no me cabe ninguna duda de que tu flor aún crece allí. Aunque ahora te tengo a ti para mirarte, y ya no la anhelo tanto.

—Pero yo no quiero mirarme a mí, papá Sam. Quiero ver otras cosas. Quiero ver la colina de Amroth donde el Rey conoció a Arwen, y los árboles de plata, y la pequeña y blanca niphredil y la elanor dorada en la hierba que siempre es verde. Y quiero oír cantar a los Elfos.

—Entonces, quizás algún día lo hagas, Elanor. Yo decía lo mismo cuando tenía tu edad, y bastante después, y parecía que no había esperanzas. Y sin embargo las vi, y las oí. [149]

—Temía que todos se fueran en barcos, papá Sam. Entonces pronto aquí no quedaría ninguno; y entonces todos los lugares serían sólo lugares, y…

—¿Y qué, Elanorellë?

—Y la luz habría desaparecido.

—Lo sé —dijo Sam—. La luz está desapareciendo, Elanorellë. Pero no se apagará aún. Ahora creo que nunca se apagará del todo, ya que te tengo a ti para hablar. Pues ahora me parece que la gente que nunca la ha visto la puede recordar. Y sin embargo —suspiró—, no es lo mismo que verla de verdad, como yo la vi.

—¿Cómo estar de verdad en una historia? —dijo Elanor—. Una historia es muy distinta, incluso cuando se trata de lo que sucedió. ¡Me gustaría poder volver a los días antiguos!

—La gente como nosotros lo desea a menudo —dijo Sam—. Tú llegaste al final de una gran Edad, Elanorellë; pero aunque ha acabado, las cosas, como nosotros decimos, no terminan tan de repente. Son más como una puesta de sol invernal. Casi todos los Altos Elfos se fueron con Elrond. Pero no todos; y aquéllos que no se fueron todavía aguardarán un tiempo. Y los otros, los que pertenecen aquí, durarán aún más. Todavía te quedan cosas por ver, y tal vez las veas antes de lo que esperas.

Elanor guardó silencio durante un rato antes de volver a hablar.

—Al principio no entendí lo que quería decir Celeborn cuando se despidió del Rey —dijo—. Pero creo que ahora sí. Él sabía que la Dama Arwen se quedaría, pero que Galadriel lo abandonaría.[134] Creo que fue muy triste para él. Y para ti, querido papá Sam. —Buscó su mano, y la mano cetrina de él apretó los dedos finos de ella—. Pues también se fue tu tesoro. Me alegro de que Frodo del Anillo me viera, pero me gustaría poder recordar haberlo visto yo.

—Fue triste, Elanorellë —dijo Sam, besándole el pelo—. Lo fue, pero no lo es ahora. ¿Por qué? Bueno, por una cosa, porque el señor Frodo ha ido a donde la luz élfica no está desapareciendo; y se merecía su recompensa. Pero yo también he tenido la mía. Tengo un montón de tesoros. Soy un hobbit muy rico. Y hay otro motivo que te diré al oído, un secreto que nunca he contado a nadie, y que aún no he escrito en el Libro. Antes de [150] irse, el señor Frodo dijo que quizá llegaría mi hora. Creo que aún no nos hemos dicho adiós para siempre. Pero puedo esperar. En cualquier caso, es algo que he aprendido de los Elfos. Ellos no se preocupan tanto por el tiempo. Y por eso creo que Celeborn todavía es feliz entre sus árboles, a la manera élfica. Su hora no ha llegado, y todavía no está cansado de su tierra. Cuando se canse podrá irse.

—Y cuando tú te canses, te irás, papá Sam. Te irás a los Puertos con los Elfos. Entonces yo iré contigo. No me separaré de ti, como Arwen de Elrond.

—Tal vez, tal vez —dijo Sam, besándola con suavidad—. Y tal vez no. La elección de Lúthien y Arwen les llega a muchos; Elanorellë, o algo parecido; y no es prudente decidir antes de tiempo. Y ahora, querida, creo que es hora de irse a la cama para una joven de quince primaveras. Además, tengo cosas que hablar con Mamá Rosa.

Elanor se puso en pie y pasó ligeramente la mano por el rizado pelo castaño de Sam, aunque ya moteado de gris.

—Buenas noches, papá Sam. Pero…

—No quiero un buenas noches, pero —dijo Sam.

—Iba a decir, pero ¿no me la enseñarás primero?

—¿Enseñarte qué, querida?

—La carta del Rey, por supuesto. Ya hace más de una semana que la recibiste.

Sam se incorporó.

—¡Santo cielo! —exclamó—. ¡Cómo se repiten las historias! Y te pagan con tu propia moneda y todo. ¡Cómo espiábamos al pobre señor Frodo! Y ahora los nuestros nos espían a nosotros, sin más ánimo de hacer daño que el que teníamos nosotros, espero. Pero ¿cómo sabes lo de la carta?

—No hubo necesidad de espiar —dijo Elanor—. Si querías mantenerla en secreto, no fuiste lo suficientemente cauto. Llegó con el correo de la Cuaderna del Sur a primeras horas del miércoles de la semana pasada. Te vi recogerla. Toda envuelta en seda blanca y cerrada con grandes sellos negros: cualquiera que hubiera oído el Libro habría adivinado que era del Rey. ¿Son buenas nuevas? ¿No vas a enseñármela, papá Sam?

—Bueno, ya que sabes tanto, será mejor que te enteres de [151] todo —dijo Sam—. Pero aquí no hay conspiraciones. Si te la enseño, te unirás al bando de los adultos y tendrás que jugar limpio. Se lo contaré a los otros cuando yo lo decida. Va a venir el Rey.

—¿Aquí? —gritó Elanor—. ¿A Bolsón Cerrado?

—No, querida —repuso Sam—. Pero vuelve de nuevo al norte, algo que no ha hecho desde que tú eras una cosita pequeña.[135] Pero ahora su casa está lista. No vendrá a la Comarca, ya que ha dado órdenes de que después de aquellos Rufianes nadie de la Gente Grande entre en esta Tierra, y él no quebrantará sus propias leyes. Pero cabalgará hasta el Puente. Y ha enviado una invitación muy especial para cada uno de nosotros, con su propio nombre.

Sam se acercó a un cajón, lo abrió y sacó un pergamino del estuche. Estaba escrito a dos columnas con hermosas letras de plata sobre un fondo negro. Lo desenrolló y colocó una vela junto a él sobre el escritorio, para que Elanor pudiera verlo.

—¡Qué magnífico! —exclamó ella—. Sé leer el Lenguaje Llano, pero ¿qué pone en el otro lado? Creo que es élfico, pero aún no me has enseñado más que unas pocas palabras élficas.

—Sí, está escrito en un tipo de élfico que usa la gente importante de Gondor —dijo Sam—. Lo he descifrado, por lo menos lo suficiente para asegurarme de que pone lo mismo, sólo que cambia nuestros nombres a élfico. El tuyo es el mismo en los dos idiomas, Elanor, porque tu nombre es élfico. Pero Frodo es Iorhael, y Rosa es Meril, y Merry es Gelir, y Pippin es Cordof, y Rizos de Oro es Glorfinniel, y Hamfast es Baravorn, y Margarita es Eirien. Así que ahora ya lo sabes.

—¡Es maravilloso! —exclamó ella—. Ahora todos tenemos nombres élficos. ¡Qué espléndido final para mi cumpleaños! Pero ¿cuál es el tuyo, papá Sam? No lo mencionaste.

—Bueno, es más bien peculiar —dijo Sam—. Porque en la parte élfica, por si debes saberlo, el Rey dice: «Maese Perhael que debería ser llamado Panthael». Y eso significa: Samsagaz que debería ser llamado Completamente-sagaz. Así que ahora ya sabes lo que piensa el Rey de tu viejo padre.

—No más de lo que yo pienso, papá Sam, Perhael-adar[136] queridísimo —dijo Elanor—. Pero dice el dos de abril, ¡sólo una semana a partir de hoy![137] ¿Cuándo partiremos? Deberíamos ir preparándonos. ¿Qué ropa nos pondremos? [152]

—Todo eso debes preguntárselo a Mamá Rosa —dijo Sam—. Pero nos hemos estado preparando. Recibimos noticias de ello hace mucho tiempo; y si no dijimos nada fue sólo porque no queríamos que perdierais el sueño por la noche, todavía no. Todos tenéis que mostrar vuestro mejor aspecto. Y todos llevaréis ropas hermosas, e iremos en un carruaje.

—¿He de hacer tres reverencias o sólo una? —preguntó Elanor.

—Con una bastará, una para el Rey y una para la Reina —contestó Sam—. Porque aunque no lo dice en la carta, Elanorellë, creo que la Reina estará presente. Y cuando la hayas visto, querida, sabrás qué aspecto tiene una dama de los Elfos, con la salvedad de que ninguna es tan hermosa. Y habrá más, ya que me sorprendería si el Rey no nos invita a su gran casa junto al Lago del Crepúsculo. Y allí estarán Elladan y Elrohir, quienes aún viven en Rivendel… y con ellos habrá Elfos, Elanorellë, y cantarán junto al agua bajo el crepúsculo. Por eso te dije que tal vez los vieras antes de lo que creías.

Elanor no dijo nada, pero se quedó de pie mirando el fuego, y sus ojos brillaban como estrellas. Al fin dejó escapar un suspiro y se movió.

—¿Cuánto tiempo nos quedaremos? —preguntó—. Supongo que tendremos que volver, ¿no?

—Sí, y, de algún modo, querremos volver —dijo Sam—. Pero quizá nos quedemos hasta la cosecha del heno, momento en el que deberé estar aquí. Buenas noches, Elanorellë. Y ahora duerme hasta que salga el sol. No te hará falta soñar.

—Buenas noches, papá Sam. Y no trabajes más. Porque sé cómo debe ser tu capítulo. Escribe la charla que hemos tenido… pero no esta noche.

Le dio un beso y salió de la habitación; y a Sam le pareció que el fuego ardía menos tras su partida.

Las estrellas brillaban en un cielo despejado y oscuro. Era el segundo día de la brillante y despejada temporada que llegaba cada año a la Comarca a finales de marzo, y que cada año era bienvenida y alabada como algo sorprendente para la estación. Todos los niños estaban ya en la cama. Era tarde, pero aquí y allá las luces aún centelleaban en Hobbiton y en las casas que moteaban la campiña envuelta en la noche. [153]

Maese Samsagaz estaba de pie en la puerta y miraba hacia el este. Acercó a la Señora Rosa y le pasó un brazo por los hombros.

—¡Veinticinco de marzo! —dijo—. Este mismo día, hace diecisiete años, querida esposa, creí que no volvería a verte jamás. Pero no perdí la esperanza.

—Yo nunca albergué ninguna, Sam —dijo ella—, no hasta aquel mismo día; y entonces, de pronto, me sentí esperanzada. Era el mediodía y estaba tan contenta que me puse a cantar. Y mi madre dijo: «¡Silencio, muchacha! Hay rufianes por los alrededores». Y yo le dije: «¡Qué vengan! Su tiempo se acaba. Sam vuelve». Y volviste.

—Volví —dijo Sam—. Al lugar más amado del mundo. A mi Rosa y mi jardín.

Entraron en la casa y Sam cerró la puerta. Pero al hacerlo de repente oyó, profundos y agitados, el suspiro y el murmullo del Mar sobre las costas de la Tierra Media.

En este segundo Epílogo Sam no lee en voz alta la carta del Rey (pues Elanor sabe leer), pero asociados con ella (como se desprende de las formas de los nombres Eirien, Perhael, Panthael) hay tres «facsímiles» de la carta, escrita en tengwar a dos columnas.

El primero («I») se reproduce en la p. 156. Va acompañado de una transliteración a «letras corrientes» tanto del inglés como del sindarin. La transliteración del inglés no corresponde exactamente al texto en tengwar, pues el primero omite Arathornsson, y añade día donde el texto tengwar tiene «el treinta y uno del Despertar». Las palabras y Arnor, ar Arnor se añadieron en los dos textos tengwar y están ausentes en las transliteraciones. Cuando mi padre los escribió decían lo siguiente:

Aragorn Trancos La Piedra de Elfo, Rey de Gondor y Señor de las Tierras del Oeste, se acercará al Puente del Baranduin el octavo día de la Primavera, o según el Calendario de la Comarca el segundo día de abril. Y desea saludar a todos sus amigos. En especial desea ver a Maese Samsagaz, Alcalde de la Comarca, y a Rosa su esposa; y a Elanor, Rosa, Rizos de Oro y Margarita, sus hijas; y a Frodo, Merry, Pippin y Hamfast sus hijos. [154]

A Samsagaz y Rosa el saludo del Rey desde Minas Tirith, el trigésimo primer día del Despertar, veintitrés de febrero según su calendario.

A · P de E ·

Elessar Telcontar: Aragorn Arathornion Edhelharn, aran Gondor ar Hîr i Mbair Annui, anglennatha i Varanduiniant erin dolothen Ethuil, egor ben genediad Drannail erin Gwirith edwen. Ar e aníra ennas suilannad mhellyn în phain: edregol e aníra tírad i Cherdir Perhael (i sennui Panthael estathar aen) Condir i Drann, ar Meril bess dîn, ar Elanor, Meril, Glorfinniel, ar Eirien sellath dîn; ar Iorhael, Gelir, Cordof, ar Baravorn, ionnath dîn.

A Pherhael ar am Meril suilad uin aran o Minas Tirith nelchaenen uin Echuir.

A · E ·

El cambio de pluma después de ar Elanor se hizo sin duda con el fin de encajar el texto sindarin en la página.

El segundo «facsímil» («II»), del que no hay ninguna transliteración y que no he reproducido aquí, es muy similar a I, pero y Arnor, ar Arnor aparece en el texto original, no hay cambio de pluma en ningún momento y los textos terminan con las palabras sus hijos, ionnath dîn seguidas de las iniciales A · P de E · y A · E ·, de modo que aquí no hay mención de la fecha y procedencia de la carta.

La tercera de estas páginas («III»), que se conservó con el texto de la copia a máquina del segundo Epílogo y se acompaña de una transliteración, se reproduce en la p. 157. En este caso el uso de tethar vocálica sobre las consonantes en el texto sindarin redujo bastante su extensión. El texto inglés es el mismo que en I, pero la nota de la fecha es diferente: «Desde Minas Tirith, el veintitrés de febrero de 6341» [= 1436]. El texto sindarin difiere del I y II en el orden de las palabras:

Aragorn Arathornion Edhelharn anglennatha i Varanduiniant erin dolothen Ethuil (egor ben genediad Drannail erin Gwirith edwen) ar ennas aníra i aran Gondor ar Arnor ar Hîr iMbair Annui [escrito Anui][138] suilannad mhellyn in phain …

La nota de la fecha al final del texto sindarin dice:

a Pherhael ar am Meril suilad uin aran o Minas Tirith nelchaenen ned Echuir: 61.[139] [155]

De la descripción de su trabajo que mi padre le dio a Milton Waldman en 1951 se desprende que la segunda versión del Epílogo corresponde a una fase muy tardía. En esta descripción incluyó lo que él llamó «un resumen muy largo pero directo» de la historia de El Señor de los Anillos, éste se omitió en Cartas (n.º 131), y doy aquí sus pasajes finales.

El «Saneamiento de la Comarca», que termina en la última y única batalla que se libró allí, ocupa un capítulo. Va seguida de una segunda primavera, una maravillosa restauración y aumento de la belleza, principalmente labrados por Sam (con la ayuda de los regalos que le hicieron en Lórien). Pero Frodo no puede ser curado. Se ha sacrificado por la preservación de la Comarca, llegando incluso a sacrificar su salud, y no tiene ánimos para disfrutarlo. Sam tiene que elegir entre el amor a su amo y a su esposa. Al final acompaña a Frodo en un último viaje. Por la noche en el bosque, donde Sam vio por primera vez a los Elfos en el viaje de ida, se encuentran con la cabalgata crepuscular procedente de Rivendel. Los Elfos y los Tres Anillos, y Gandalf (Guardián de la Tercera Edad) se dirigen a los Puertos Grises para partir en barco al Oeste y no volver jamás. Bilbo está con ellos. A Bilbo y a Frodo se les concede la gracia especial de ir con los Elfos que aman; un final artúrico, en el que, por supuesto, no se hace explícito si se trata de una «alegoría» de la muerte o de un modo de cura y restauración que conducirá al retorno. Cabalgan hasta los Puertos Grises y embarcan: Gandalf con el Anillo Rojo, Elrond (con el Azul) y la mayor parte de los componentes de su casa, y Galadriel de Lórien con el Anillo Blanco, y con ellos parten Bilbo y Frodo. Se insinúa que van a Eressëa. Pero Sam, triste, en el muelle de piedra, sólo ve la nave blanca que se aleja por el estuario gris y desaparece en el Oeste. Se queda mucho tiempo allí, inmóvil, escuchando los sonidos del Mar en las costas del mundo.

Luego cabalga de regreso a casa; su mujer le da la bienvenida a la luz del fuego con su primogénita, y él sólo dice «Bueno, he vuelto».[140] Hay un breve epílogo en el que vemos a Sam entre sus hijos, un atisbo de su amor por Elanor (el nombre élfico de una flor en Lórien) su hija mayor, quien por un extraño don posee el aspecto y la hermosura de una doncella élfica; en ella se resuelven y satisfacen todo su amor y añoranza por los Elfos. Está ocupado, complacido, ha sido alcalde de la Comarca muchas veces, y se esfuerza por acabar el Libro Rojo, que empezó Bilbo y casi terminó Frodo, en el que se registran todos los acontecimientos (narrados [158] en El Hobbit y El Señor [de los Anillos]). Todo termina con Sam y su esposa de pie en el exterior de Bolsón Cerrado, mientras los niños duermen, mirando a las estrellas en el fresco cielo primaveral. Sam habla a su esposa de su felicidad y satisfacción, y entra en la casa, pero al cerrar la puerta oye el suspiro del Mar en las costas del mundo.

De las palabras «vemos a Sam entre sus hijos» se desprende que mi padre se refería a la primera versión del Epílogo.

Otros lo convencieron para que omitiera el Epílogo de El Señor de los Anillos. En una carta a Naomi Mitchinson del 25 de abril de 1954 (Cartas n.º 144) escribió:

Los niños hobbits eran deliciosos, pero me temo que los únicos atisbos que hay de ellos en este libro se encuentran en el principio del vol. I. Un epílogo que procura aun otro atisbo (aunque de una familia más bien excepcional) ha sido tan universalmente condenado, que no lo incluiré. Uno debe detenerse en algún sitio.

Parece que al mismo tiempo aceptó y lamentó esa decisión. El 24 de octubre de 1955, pocos días después de la publicación de El Retorno del Rey, escribió a Katherine Farrer (Cartas n.º 173):

Todavía siento que el cuadro no está completo sin algo acerca de Samsagaz y Elanor, pero no pude encontrar nada que no hubiera destruido el final, salvo las sugerencias (quizá suficientes) en los apéndices.