LOS DESASTRES DE LA POSGUERRA

FERNANDO VII regresó al poder en 1814 aclamado por su pueblo. Las esperanzas de reconciliación y unidad nacionales —condiciones necesarias para la reconstrucción del país tras la guerra— suscitadas por el regreso del rey y el fin de la guerra de Independencia en 1814 quedaron defraudadas. Fernando VII puso fin a la revolución gaditana mediante un autogolpe de estado (4 de mayo de 1814) que suspendió la Constitución de 1812 y disolvió las cortes, y que le permitió, en los meses siguientes, restaurar muchas de las instituciones del Antiguo Régimen. Los principales dirigentes liberales fueron procesados y condenados a duras penas de prisión o destierro. Miles de liberales y afrancesados —se estimaría que en número de unas doce mil familias— se exiliaron.

El absolutismo fernandino fue, sin embargo, una fórmula desastrosa para la acción de gobierno. Devastada por la guerra, con una deuda pública incontrolable y el estado en bancarrota, España quedó relegada desde 1814 a nación de segundo orden: ni participó en la reestructuración de la Europa posnapoleónica, la Europa de Metternich —el canciller austriaco, el hombre fuerte de la Europa continental tras el fin de Bonaparte en 1815—, ni formó parte de las alianzas que las potencias europeas (Rusia, Prusia, Austria, Francia y Gran Bretaña) suscribieron desde 1815. Fernando VII desaprovechó, en suma, una gran oportunidad histórica. La ineficacia de sus gobiernos, la corrupción y arbitrariedad de la corte, la influencia del círculo íntimo del rey, de la «camarilla» (Escoiquiz, el duque de Alagón, Lozano Torres, Ugarte y Larrazabal, el embajador de Rusia, Tatischev…), la represión, el bandolerismo, la crisis financiera, que no pudo detener la única reforma seria de la nueva situación, la reforma de la hacienda proyectada por el ministro Martín de Garay en mayo de 1817, generaron en pocos años un profundo descontento. El espectro del pronunciamiento militar hizo así su aparición en la historia de España. Los primeros de ellos —encabezados sucesivamente por Espoz y Mina, Juan Díaz Porlier, el abogado Richart y el mariscal Renovales, los generales Lacy y Miláns del Bosch y el coronel Vidal— fracasaron. El pronunciamiento del 1 de enero de 1820 del comandante Rafael del Riego y el coronel Quiroga en Cádiz derribó, en cambio, la situación. El 8 de marzo de 1820, Fernando VII restableció la Constitución de 1812, aceptó la formación de una junta provisional consultiva y de juntas provinciales, y la formación de un gobierno provisional encabezado por exdiputados de Cádiz como Agustín Argüelles, Evaristo Pérez de Castro y José Canga Argüelles, entre otros.

MAPA 2. La desaparición del imperio de ultramar, 1810-1825: procesos independentistas en las colonias españolas.