II. LA ESPAÑA MEDIEVAL

LA Edad Media —escribía Ortega y Gasset en España invertebrada (1921)— fue «la época en que España se constituye». Como las «viejas» naciones europeas (Francia, Inglaterra, Escocia, Dinamarca, Suecia, Polonia, Suiza, Hungría, Rusia…), como las espléndidas repúblicas y comunas italianas (Pisa, Génova, Venecia, Milán, Florencia, Lucca, Siena…), como reinos o estados luego desvanecidos (Borgoña, Lituania, Bohemia y otros), España, en efecto, se formó en la Edad Media. La voz «España» (Spanie, Hispania, Yspanie, Spanna, Espanya…), por ejemplo, fue ya reiteradamente usada en la época —y no solo en Castilla y León— para designar una realidad a la vez geográfica, política e histórica superior y común a los reinos peninsulares particulares. Sancho III de Navarra, Alfonso VI de Castilla y Sancho Ramírez I de Aragón se autotitularon —siglo XI— Rex Hispaniarum. Alfonso VII (1118-1157) se hizo coronar en León, en 1135, como Imperator totius Hispaniae.

Pero, como sucedió en todos los casos citados, la formación de España fue un proceso largo, discontinuo, azaroso y complejo, que distó de ser inevitable y que tuvo, como se irá viendo, varias alternativas posibles. España acabó la Edad Media como un estado cristiano unificado, la monarquía de los Reyes Católicos. Pero en el siglo X, «España» era, sobre todo, al-Ándalus, un estado arabizado e islamizado; y, en el siglo XIII, un conjunto de cuatro reinos cristianos (Castilla y León, Navarra, Aragón, Portugal) y un estado musulmán, el reino nazarí de Granada.