I. LA FORMACIÓN DE HISPANIA

SIN conocer sus orígenes, el hombre no se entiende a sí mismo. Como se verá de inmediato, la prehistoria de la península Ibérica —un millón de años desde Atapuerca hasta los pueblos prerromanos de la Edad del Hierro— ofrece para ello hechos, restos, evidencias, extraordinariamente valiosos. Un millón de años es, sin duda, un ciclo inmenso, que tal vez nunca llegue a ser plenamente conocido. La prehistoria, no solo la peninsular, es ante todo complejidad: orígenes inciertos, cambios lentos, evolución discontinua, caminos mil veces bifurcados. Lo que se sabe, por el extraordinario desarrollo de la prehistoria como ciencia, tiene con todo interés superlativo: es materia necesaria para toda aproximación inteligente a la comprensión de la vida histórica de la Península.