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Va a nadar. Sobre la puerta está escrito Wellness y, ante ella, hay un empleado del hotel en uniforme que le pregunta por su número de habitación. Ella se saca la llave del bolsillo del albornoz y se lo dice.

—Bienvenida —dice él.

Empieza a explicarle todas las saunas, baños turcos y masajes que puede escoger.

—Sólo quiero nadar —dice ella.

—Muy bien —dice él, conduciéndola hasta la piscina.

Se oye un ligero chapoteo en el agua, tranquila bajo una luz atenuada.

—Gracias —dice ella.

El hombre se retira.

Se quita el albornoz y lo coloca cuidadosamente sobre una de las tumbonas. Se queda unos minutos bajo la ducha. Oye un chapoteo más fuerte, alguien se ha tirado al agua. Sale de la ducha y camina sobre las baldosas frías y resbaladizas hasta la piscina. Un hombre sale en ese momento de la piscina y se queda sorprendido al verla. Parece irritado, quizá por el hecho de que está desnuda. No se ha traído el traje de baño, no se le había ocurrido pensar que a lo mejor en el hotel podía nadar.

Hi there —dice el hombre.

Le gustaría explicarle lo del traje de baño, pero hace mucho que no habla inglés y no le salen las palabras.

Hi —se limita a decir.

See you later —dice el hombre, y se va.

Ella se desliza en el agua.

Se sumerge y se deja envolver por el pesado y frío azul como por una manta, hasta que la vida la empuja hacia la superficie.