Un cuarto de hora más tarde, volvió Olli Latvala, y diez minutos más tarde, Kimmo Joentaa estaba sentado en una sala de cristal que casi tocaba el cielo.
—No está mal, ¿verdad? Sólo nuestro jefe, Raafael Mertaranta, está un piso por encima —dijo Olli Latvala.
Joentaa asintió.
—Yo tengo que marcharme, desgraciadamente. Pero Tuulikki se lo enseñará todo. De todos modos, entiende de estas cosas técnicas mucho más que yo.
El apretón de manos de la delgada joven que estaba junto a Latvala resultó ser prácticamente imperceptible y la expresión de su cara imposible de captar.
—Hola —dijo.
—Hola —contestó Joentaa.
—Tiene usted suerte, lo hemos encontrado. Hemos conseguido rescatar la versión larga de la emisión, o sea, la versión original sin cortes, y también algunas de las cintas con el material cortado —le explicó Latvala.
—Estupendo.
—Aún no tengo la lista con los nombres y las direcciones. Lo mejor es que empiece aquí con Tuulikki. Le deseo mucho éxito.
—Sí, gracias —dijo Joentaa, pero Olli Latvala ya había salido y no le podía oír.
—¿Versión íntegra original? —preguntó Tuulikki.
—¿Mmm…? ¿Hay una cinta donde se vea sólo al público? —preguntó Joentaa.
Lo miró como si fuera un extraterrestre.
—¿Sólo el público? —dijo ella, con un tono que sonaba asqueado.
—Sí, eso es exactamente lo que busco.
—Lo mejor es que vea primero la versión íntegra original y, entretanto, yo buscaré lo que grabó la cámara de mano.
—Muy bien.
—Al público se le graba con la cámara de mano —explicó ella.
Joentaa asintió. Ella apretó unos cuantos botones y empezó la música, y en pantalla, ante la pared de cristal y a la altura de unas pocas nubes de invierno, apareció Kai-Petteri Hämäläinen y saludó a sus invitados.