Tuula Palonen, sentada ante la parpadeante pantalla, releyó el comunicado de prensa con el que, en breves momentos, provocaría cambios de última hora en las primeras páginas de varios periódicos.
Había revisado el texto con los miembros de la redacción, pero no lograba decidirse a enviar el mensaje a los medios.
Sobre todo, no estaba segura de que Kai-Petteri se lo hubiera pensado bien. Al verlo bajo la luz del hospital, había tenido la impresión contraria. Parecía otro. Muy tranquilo, casi de buen humor, en cierto modo aliviado, y sin embargo agotado. Evidentemente. Y también algo extraño… ausente. En un par de ocasiones, había tenido la impresión de que desbarraba, de que decía cosas que no cuadraban para nada con el Hämäläinen que ella conocía.
Quería volver. Pocos días después de haber sufrido un intento de asesinato. Hacer el programa, tal y como estaba previsto. Ningún cambio en la lista de invitados, ningún tema nuevo. Ningún comentario sobre lo que le había ocurrido. Aunque ese era en realidad el tema central. Un resumen del año sin el tema del año. Quería volver como si no hubiera pasado nada.
Ningún cambio en la lista de invitados, excepto uno: Niskanen. Quería que invitara al esquiador de fondo, Niskanen. Quería que lo buscara, en Irlanda o donde fuera, y que lo sentara en el sofá a su lado, y si se negaba, podía hacer uso del presupuesto del año siguiente, hasta que aceptase. Había investigado y, en efecto, Niskanen, el esquiador de fondo, criaba ovejas en Irlanda.
Observó el comunicado de prensa y resistió una vez más el impulso de llamar a Kai-Petteri para intentar disuadirle. Probablemente, estaría ya durmiendo, y Mertaranta estaba encantado con la idea.
Su dedo titubeó unos segundos sobre la tecla, luego, con plena conciencia de estar haciendo algo extraordinario, envió al mundo la noticia de la inminente resurrección de Kai-Petteri Hämäläinen.