40

Westerberg ya había salido hacia la emisora, pero un agente muy amable se ocupó de que todos los archivos fotográficos de Harri Mäkelä fueran copiados y le fueran entregados a Joentaa en cuestión de minutos.

Joentaa estaba sentado solo, en una sala con la calefacción demasiado alta, delante de una de las pantallas de una larga fila de ordenadores completamente nuevos. Observaba a un Harri Mäkelä que se reía a carcajadas, con el brazo sobre el hombro de un amigo. Una de sus muchas fotos privadas. En casi todas reía, una risa simpática y segura.

Necesitó un buen rato hasta que descifró el orden de las fotos de Mäkelä. Luego, sin embargo, se cristalizó un parámetro bastante simple. Mäkelä había marcado los archivos que buscaba con el nombre «muertosparadummies». Joentaa abrió algunas de las carpetas y dejó pasar las fotos. Le volvieron los escalofríos.

Las fotos retrataban, más que nada, lugares donde habían ocurrido accidentes. Motos, coches, bicicletas, helicópteros, trozos de aviones… Bomberos inclinados sobre los muertos, personal sanitario cubriendo con mantas los cadáveres.

A veces, Joentaa tardaba en encontrar en la foto el elemento que, desde el punto de vista del modelador de muñecos, era valioso para el archivo «muertosparadummies». La pierna arrancada de una persona en medio del caos, junto a un trozo del fuselaje de un avión. Las fotos parecían haber sido tomadas por fotógrafos de todo el mundo, de Finlandia, pero también del desierto, de los trópicos, y muchas procedían de América. Y había cientos de ellas.

«Los señores de la muerte», pensó Joentaa.

Dejó pasar las fotos y se preguntó cómo le podrían ayudar a comprender la muerte de Mäkelä, la muerte de Patrik Laukkanen y el atentado contra Hämäläinen.

El hilo que unía a los tres era una conversación sobre muñecos. Y las fotos que estaba viendo le habían proporcionado a Mäkelä las ideas y los conocimientos necesarios para poder realizar réplicas realistas.

Ficción realista. Cuanto más miraba las fotos, más dudosas le parecían las teorías que se estaba montando. De los cientos de miles de personas que habían visto el programa, seguro que la mayor parte había tenido que superar en algún momento de su vida la muerte de un ser querido. ¿Por qué tenía uno de ellos que sentirse agredido personalmente, si todos los demás no habían hecho más que entretenerse? Mäkelä había presentado tres muñecos y había explicado de qué tipo de muerte cinematográfica habían muerto o iban a morir: víctima de un accidente aéreo, víctima de un accidente ferroviario y víctima de un incendio en un túnel de la bruja de un parque de atracciones. Joentaa se preguntó por qué a él le parecía de mal gusto. A él y a Larissa, o como se llamara.

Y se preguntó si a lo mejor ese era el motivo de que se estuviera formando una opinión equivocada, de que estuviera desarrollando teorías equivocadas que no llevaban a ninguna parte. «Muñecos, Kimmo, son muñecos». Sundström tenía toda la razón.

Contemplaba las fotos, sintiendo una ligera náusea, y no lograba entender qué era lo que había esperado encontrar. Fotos catalogadas de manera clara y metódica. Un macabro espectáculo de diapositivas. Nada más.

Él mismo había visto muchas de esas fotos durante su formación. Para estar preparado y para obtener los conocimientos necesarios. Igual que Mäkelä, que las archivaba y estudiaba para poder ejercer su profesión lo mejor posible.

Fotos catalogadas de manera clara y metódica. Cada una de las subcarpetas del archivo «muertosparadummies» tenía unas siglas que Joentaa, al principio, no entendía. 150402NL/AMS, 110300US/NY. Pero cuando llegó a 201199FIN/TAM comprendió el sistema. Fechas, países, ciudades. El 20 de noviembre de 1999 parece que había habido un accidente ferroviario en Tampere. Mäkelä había guardado en el archivo cuatro fotos de ese suceso. Un cuerpo extrañamente plano boca arriba junto a un vagón restaurante completamente destrozado.

Se preguntó cómo había conseguido Mäkelä reunir todo ese material. «Internet está lleno de ellas», había dicho Vaasara. Tres muñecos. Avión, tren y el trenecillo fantasma. Sucesos espectaculares ligados a días, años y lugares.

—Aquí tiene, para usted —dijo una voz a sus espaldas.

Joentaa dio un respingo.

—Perdone —dijo el agente, entregándole un montón de CD—, le he copiado todas las fotos, por si las necesita en Turku.

—Muy bien, gracias.

El agente asintió.

—Está a punto de empezar la rueda de prensa. Yo voy bajando.

Joentaa apagó el ordenador, cogió los CD y los puso sobre la mesa. Probablemente no tendría que volver a mirar las fotos. Tenía otra idea enrevesada.

Los muñecos iban a tener que ayudarle.

Los muñecos y los sucesos con víctimas mortales a los que debían su existencia.