Por la noche escribe tarjetas de Navidad. Ha imprimido una foto que le gusta. Se ve a Ilmari y a Veikko ante el paisaje invernal de Estocolmo. Allí celebraron las Navidades el año pasado, con la hermana de Ilmari. Ha hecho doce copias de la foto. En el reverso escribe doce veces «Felices Fiestas y un cariñoso saludo».
Abre la puerta y sale a la escalera. Va de piso en piso metiendo una tarjeta en cada ranura.
Vuelve a su casa, enciende las velas del árbol y observa la imagen fija en la pantalla de la televisión. Un hombre riéndose. No es una risa antipática ni aterradora, es una risa feliz. Una risa feliz y afable. No entiende esa risa. Desde que la vio, ve también una serie de imágenes que siguen un orden pero no tienen ningún sentido. Y mientras las imágenes se suceden, la vida se para.
Oye un ruido y vuelve la cabeza. Hay un sobre blanco en el suelo, delante de la puerta. Algún vecino que contesta a su saludo navideño. Se dirige hacia la puerta, recoge el sobre y lo abre. La tarjeta representa a un ángel. Marlies y Tuomo, la pareja joven del primero. Escriben: «También para ti felices fiestas y nuestros mejores deseos. De todo corazón». Se queda de pie en el pasillo, pensando en las palabras. En cómo cambian y en cómo consiguen, a pesar de ello, cumplir con su cometido. Faltan dos nombres en el encabezamiento. Se han añadido tres palabras al final. «De todo corazón». Su mirada vaga por las palabras.
Luego vuelve al salón. Arruga el ángel con la mano y observa la cara en la pantalla, y la risa que tiene que eliminar para poder volver a sentir.