La trémula imagen fija. Siempre la misma. Las seis y media. Tendrá que esperar aún unos minutos. Al cabo de un rato, está sentada frente a él y niega cuando él le pregunta si ha pasado algo fuera de lo normal.
—No me ha llamado usted nunca entre nuestras citas —dice él.
Ella asiente.
—¿Ha ido a ver a Rauna? —le pregunta.
Ella asiente.
—¿Qué tal está?
—Bien —dice ella.
El permanece en silencio, mirando con la cabeza ladeada a través de la ventana.
—Ha hablado usted de una imagen…
—No —dice ella.
—¿No?
—No. Usted ha hablado de una imagen y yo he dicho que también veo una. Siempre la misma.
—Tiene usted razón. Así fue —dice él.
Ella asiente.
—¿Quiere usted hablar sobre esa imagen?
—No —dice ella.
—¿De qué quiere hablar, entonces?
—De la Pequeña My.
Él se queda callado, ella sonríe. Ha conseguido sorprenderlo. Lo nota en su cara y le gusta.
—Bien —dice él—, hábleme de ella.
—Yo era la Pequeña My el día que conocí a Ilmari. Trabajaba en el Moomin World, junto a la playa de Naantali. Un parque para niños. El mundo de la familia Moomin[1].
—Lo sé —dice él—, he estado allí.
—¿Tiene usted… niños?
—Un hijo.
—¿Tiene usted un hijo? ¿Qué… cuántos años tiene?
—Siete.
Ella se lo queda mirando y, al cabo de un rato, se da cuenta que está intentando leer en su cara si dice la verdad. Aparta la vista.
—No sabía que tuviera hijos.
—Sólo uno. Mi hijo Sami.
—¿Por qué no lo ha mencionado nunca?
—Es usted la única de mis pacientes que lo sabe —dice él—. No es habitual que durante las sesiones yo hable de mí. ¿Trabajaba usted en el Moomin World?
—Sí. Yo era la Pequeña My. La niña pequeña y pelirroja. Durante las vacaciones, antes de empezar la formación profesional. Formaba parte de un grupo de teatro y nos contrataron para el Moomin World. Yo era demasiado mayor para ser la Pequeña My, pero como tenía el pelo rojo me dieron el papel.
—¿Le gustaba?
—Mucho. Pasaba mucho calor con el disfraz, pero por la tarde me tiraba directamente al agua, y era…
—¿Sí?
—Era fantástico.
Él se queda en silencio.
—Era tan bonito que casi me cuesta creer que realmente ocurrió.
—¿Y fue entonces cuando conoció a Ilmari?
—Sí. Estuvo allí con uno de sus grupos. Ya le he contado que se ocupaba de niños disminuidos. Niños autistas.
—Sí.
—Los niños eran… diferentes. Yo no tenía ninguna experiencia. Quería divertirles, pero ellos no mostraban ningún tipo de reacción.
El asiente.
—No eran ni amables ni antipáticos, era como si ni siquiera estuvieran allí.
Él asiente.
—Los niños eran tal y como yo me siento ahora.
—Describa con más precisión lo que siente.
—No quiero. Quiero hablar de Ilmari.
—Pues entonces hable de Ilmari.
—Él se ocupaba de los niños. Había venido con ellos al Moomin World y era el único que se reía de las bromas que yo gastaba. Yo era la Pequeña My, tenía que ser divertida. Luego se marcharon, siguieron su recorrido, y yo tuve que actuar para otros niños. Por la tarde, me quité el disfraz y, de repente, vi a Ilmari a mi lado. Me dijo que la Pequeña My era algo mayor de lo que había pensado.
Él ladea de nuevo la cabeza. Apenas perceptible. A lo mejor ni se da cuenta.
—Al día siguiente, vino otra vez. Y al otro. Íbamos juntos a nadar. Era lo que más me gustaba. Quitarme el sudor de encima tirándome al agua.
La cabeza se inclina hacia el otro lado.
—Sí. Así empezó todo.
—En algún momento tendrá usted que hablar también del final —dice él.
La cabeza tiesa como una vela.
—Para poder volver a empezar —añade.
—¿Quién será hoy la Pequeña My? —se pregunta ella.
El mira a través de ella en dirección al reloj.