Kai-Petteri Hämäläinen observó las cuotas del día anterior, que Tuula le había llevado al despacho. Su mirada vagaba por las cifras, intentaba acordarse de los invitados para poder asignar una cara a los números.
Tenía la cabeza vacía. Estaba sufriendo un bloqueo mental. Era imposible que no pudiera acordarse de la gente con la que había estado hablando la noche anterior. Tuula estaba de pie en la puerta, diciéndole que había llegado la muchacha. La miró con sorpresa.
—La chica. La novia del autor de la matanza.
Asintió.
—Quieres hablar con ella, supongo…
—Sí, claro.
Permaneció sentado sin moverse, Tuula seguía en la puerta.
—Voy. Ahora mismo voy para allá —dijo él.
Tuula asintió y se fue.
Se acordó de los invitados. Los invitados de la noche anterior. Por supuesto. El rey del tango. El rey del tango había chocado contra un alce en una carretera secundaria y había fallecido. La noche anterior había hablado con su viuda. De ahí las cifras, por eso una cuota tan alta. Más alta que de costumbre. La viuda del rey del tango. Y hoy iba a hablar otra vez con una viuda. Si es que se le podía llamar así a la muchacha. Un error de la redacción. No podía hablar dos noches seguidas con una viuda.
Entró Tuula y le dijo que ya había salido en las noticias. No la entendió.
—Makela. Y el otro. El telediario ha preguntado si pueden pasar un fragmento de nuestro programa. He dicho que sí, por supuesto.
Hämäläinen asintió.
—Es increíble —dijo Tuula.
—Sí.
Tuula estaba a punto de marcharse, pero él la retuvo.
—Dime una cosa…
Ella se quedó esperando en la puerta.
—¿Qué crees que ha ocurrido… con Mäkelä y con el médico forense?
Tuula parecía esperar que precisara su pregunta.
—¿Crees que tiene… algo que ver con nosotros? —matizó él.
—¿Con nosotros? ¿Qué quieres decir con eso?
—No lo sé… Los dos habían estado en el programa… hablé con ellos… y ahora…
—Los señores de la vida y de la muerte —dijo Tuula.
—¿Qué?
—Me acabo de acordar. Así se llamaba el tráiler de presentación que hicimos para ellos. «Los señores de la vida y de la muerte».
Hämäläinen permaneció en silencio.
—¿Vienes a ver a la chica? Creo que necesita un poco de consuelo y un par de palabras tranquilizadoras —dijo Tuula.
—Voy.
—Dentro de veinte minutos empieza la grabación —recordó Tuula.